EL PECADO DE NO ORAR

Por
Tony Alamo

Estés “en todo tiempo orando” (Lc. 21:36).1 “Orad sin cesar” (1 Ts. 5:17). Éstos son mandamientos de Dios entregados a nosotros vía el Espíritu Santo. Es pecado no obedecer estos mandamientos.2 Está escrito, “Cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Stg. 2:10).

Es imposible que la presencia de Dios exista en nuestra vida si hay en ella la presencia de pecado.3 Todo es posible en nuestra vida si Dios está presente.4 Nada sino fracaso y derrota existen en las vidas de los que pecan porque la presencia de Dios no está con ellos.5 La presencia de Dios en sus vidas es el privilegio sobrenatural e increíble dado a los hijos de Dios.6 La presencia de Dios en nuestras vidas es el único poder que tenemos contra nuestro enemigo.7 Jesús le instruye a Sus hijos que son libres de pecado a, “Pedid [en oración], y se os dará; buscad [en oración], y hallaréis; llamad [en oración], y se os abrirá” (Lc. 11:9). Jesús también promete, “Si permanecéis en Mí [el Único libre de pecado], y Mis palabras permanecen en vosotros, pedid [en oración] todo lo que queréis, y os será hecho” (Jn. 15:7).

He oído a mucha gente quejarse de que oran pero nunca reciben las cosas por las cuales están orando. La Biblia nos dice que hay condiciones para todo lo que Dios promete.8 En primer lugar, nuestro Señor dice que cuando oramos tenemos que pedir “con fe” (Stg. 1:6). “Sin fe es imposible agradar a Dios” (He. 11:6). Sin fe es imposible recibir algo de Él.9 “No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor [sin fe]” (Stg. 1:7). Otra condición es que tenemos que pedir en el nombre de Jesús.10 En tercer lugar, tenemos que perseverar en oración.11 Si lo que pedimos no nos llega como un rayo, todavía tenemos que tener la presencia del Espíritu de Dios viviendo y obrando en nosotros para continuar en oración hasta que prevalezcamos, como hizo Jacob.12 En cuarto lugar, lo que pedimos tiene que coincidir con la voluntad de Dios.13 Tenemos que ser como Cristo, cuya voluntad fue hacer sólo la voluntad del Padre (Jn. 5:30, 6:38).

El poder de la presencia de Dios tiene que estar presente en nuestra vida para guardar los mandamientos.14 Este poder de Dios no estará presente en nosotros si pecamos.15 Por la oración se adora al Señor en alabanza y en acción de gracias.16 Recibimos mucho gozo y fuerza alabando. “El gozo de Jehová es [nuestra] fuerza” (Neh. 8:10). ¿Por qué recibimos gozo? Sentimos gran alegría cuando no hay pecado en nuestra vida. Cuando no hay pecado en nuestra vida, sabemos que la presencia del Señor está con nosotros,17 y cuando la presencia del Señor está con nosotros, tenemos Su gozo, el cual es nuestra fuerza,18 Su poder y Su vida viviendo en, a través de, y para nosotros.19

Entre más atraídos estamos a la presencia santa de Dios, más reconoceremos lo vil, lo destructivo y lo mortal que es el pecado.20 Este reconocimiento no se aprende en seminarios teológicos. No se encuentra en libros o en demostraciones exteriores convincentes de autoreproche o arrepentimiento. Una demostración exterior de santidad, como andar por millas arrodillado en grava cargando a un niño en tus brazos, llorar, gritar, crispar el rostro, dar patadas, azotarte a ti mismo, etc. muchas veces no es más que una demostración de lo que la gente ignorante considera santidad. Algunos piensan que tales acciones agradan a Dios. A lo contrario, lo enfurecen a Dios porque el paso al perdón no se puede ganar por ningunos de esos hechos ni las obras de los hombres.21

El perdón de pecados y la salvación son dones condicionales, no incondicionales de Dios, dones que ningún hombre puede comprar o ganarse por sus propias obras débiles.22 Acciones como éstas u otras no son más que trapos asquerosos para el Señor.23 Dios no acepta nada sino nuestra fe en la sangre de Jesús y Su Palabra manifestada por nuestro arrepentimiento, nuestro abandono del pecado, y nuestra continuación de servirle sin pecado.24 Sólo la fe en la sangre de Jesús puede quitar nuestros pecados;25 y sólo el Espíritu de Dios viviendo en nosotros diariamente puede impedirnos pecar otra vez.26

Una exhibición externa de arrepentimiento sólo muestra que hay pecados ocultos, una carencia de fe para recibir una liberación verdadera del pecado, y la existencia de una vida impotente sin Cristo. Esto es muchas veces más que una pretensión de arrepentimiento. Algunos Cristianos creerán que tal persona es Cristiana más bien que un falso que hace esto con tal de continuar asimilando o mezclándose en la iglesia por alguna ventaja o beneficio egoísta.

Jesús es el Salvador que nos salva del pecado, no el Salvador de los que desean una vida de pecado oculto por una demostración física de santidad como la de los fariseos.27 Jesús dijo que los fariseos eran “de [su] padre el diablo” (Jn. 8:44). Una vez más, Jesús es el Salvador del pecado. Pero ¿cómo podemos ser librados del pecado si no hemos aprendido lo que es? La Palabra de Dios nos enseña lo que es el pecado.28 Los únicos que serán honrados por Dios son los que han sido limpios completamente de pecado; y sólo por la presencia de Dios podremos abstenernos del pecado y la propia voluntad. Necesitamos realizar que con la presencia de Dios tenemos Su poder de guardar cada mandamiento, incluyendo el mandamiento de “orar siempre.”29 Porque el pecado es la transgresión de los mandamientos de Dios, tenemos que realizar enteramente que es pecado no orar, y de nuevo, el pecado nos separa de la presencia de Dios, Su poder, Su liberación, y de todas Sus bendiciones.30

En el libro de Apocalipsis, Cristo les está hablando a las iglesias, reprendiendo a cada una y mandándolas a arrepentirse y a volver a su primer amor, el cual es buscar a Dios para Su presencia, poder, y vida continua.31 Él las manda a no ser tibias. Tienen que ser muy calientes con todo su corazón, alma, mente y fuerza, con sus mismas vidas, o Él las vomitará fuera de Su boca, fuera de Su cuerpo, y lejos de la vida eterna.32 Así que puedes ver que el Cristianismo no es nuestro incondicionalmente. Es nuestro sólo sobre los principios de Dios, Sus condiciones. La creencia en las palabras suaves de los falsos maestros enviará nuestras almas al Infierno.33

Tenemos que ser librados permanentemente del pecado de no orar si deseamos la presencia de Dios en nuestras vidas. Dios no tolera el pecado ni permitirá que more en el Cielo junto con Él y Su Hijo libre de pecado, Cristo Jesús.34

El pecado es odioso y la prueba de cuánto una persona odia el pecado se encuentra en su celo para librarse de él. Tenemos que librarnos de pecar con Su poder.35 Por limpiarnos, Él nos libró de la pena de la ley.36 Para poner fin al pecado de no orar una vez por todas, primero tenemos que saber que es pecado no orar. Seguirás no orando si no crees que es pecado. Tenemos que aprender cómo deshacernos de este pecado. Tenemos que estar conscientes de él, confesarlo, echarlo fuera, y dejar que Dios nos limpie.37 Después de haber sido limpios de sus viejos pecados, oigo que oran, “Oh Dios, quítame mis pecados” Cristo lavó nuestros pecados anteriores, pero es nuestra responsabilidad echar el pecado lejos de nosotros mismos. No podemos pecar más sino huir del mismo aspecto del mal o del pecado. Tenemos que odiar el mismo tema del pecado, evitar el mal, y apartanos del pecado, dándonos enteramente a Dios para que Él nunca retire Su presencia de nosotros.38

Dios limpia el alma donde una vez había pecado pero donde ya no hay porque los que tenemos la presencia de Dios con poder hemos echado fuera cada pensamiento de pecado por vivir en el Espíritu de Dios.39 Jesús nos dice “vete, y no peques más” (Jn. 8:11). Es nuestra decisión echar el pecado lejos de nosotros. Jesús no lo va a hacer por nosotros. Su trabajo fue limpiarnos de los viejos pecados.40 El nuestro es retirarnos del pecado, echándolo lejos.41 Nosotros somos los que tenemos que echar el pecado lejos de nosotros.42 Está escrito, “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:13).

El don de vida eterna es gratis, pero Dios espera que protejamos y defendamos este gran don por el poder de Dios con nosotros, evitando y echando el pecado lejos de nosotros mismos.43 Esto consiste del Espíritu de Dios estando siempre con nosotros.44 Se nos ordena “Vestíos de toda la armadura de Dios” para que podamos echar el pecado lejos de nosotros mismos (Ef. 6:11).45 Esto significa que la presencia de Dios tiene que estar con nosotros a toda hora. Alabamos y le damos gracias a Dios porque por una comunión constante con el Señor por la oración, sabemos que nuestro es el valioso don indescriptible de vida eterna y de la presencia de Dios que está con nosotros, junto con el poder para defender el don de vida eterna. “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Jn. 4:24).

Moisés sabía el valor de tener la presencia de Dios con él.46 Está escrito, “Hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero” (Ex. 33:11). Dios le prometió a Moisés, “Os meteré en la tierra” (Ex. 6:8). Pero Dios se enojó mucho con Israel pecaron construyendo y adorando un becerro de oro.47 Después de ésto, Dios amenazó retirar Su presencia de los hijos de Israel. Dios le dijo a Moisés, “Enviaré delante de ti el ángel [más bien que a Sí Mismo. El ángel, en vez de Dios, los conduciría a la tierra prometida].” Dios declaró, “Yo no subiré en medio de ti [no traeré Mi presencia entre ustedes], porque eres pueblo de dura cerviz, no sea que te consuma [te destruya] en el camino” (Ex. 33:2-3). Entonces Moisés levantó un tabernáculo fuera del campamento. Los hijos de Israel lamentaron la decisión de Dios de no estar presentes con ellos.

Moisés, Josué, y todo Israel comenzaron a orarle a Dios, adorándolo, y consagrando su voto a Dios. Debido a esto, el Señor le habló a Moisés estas palabras: “Mi presencia irá contigo, y te daré descanso” (Ex. 33:14). Esto es porque Moisés confió en la promesa de Dios cuando dijo, “Si Tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí. ¿Y en qué se conocerá aquí que he hallado gracia en Tus ojos, yo y Tu pueblo, sino en que Tú andes con nosotros, y que yo y Tu pueblo seamos apartados de todos los pueblos que están sobre la tierra [qué distinguirá los hijos del Señor de los pecadores]?” (Ex. 33:15-16). Si Dios no está presente con Sus hijos, ¿cómo pueden haber milagros semejantes a los de Egipto y del Mar Rojo?48 Sin la presencia de Dios entre Israel, ¿cómo podría Israel derrotar a sus enemigos que grandemente los superaron en número, que eran más poderosos que ellos, más expertos en lucha, y que estaban armados y completamente equipados con cada instrumento de guerra?49 Debido a la oración prevalecedora de Moisés,50 Dios le habló a Moisés, diciendo, “Haré esto que has dicho, por cuanto has hallado gracia en Mis ojos [Dios estaba contento porque Moisés sabía la necesidad, el privilegio, y la bendición de tener a Dios presente con él], y te he conocido por tu nombre” (Ex. 33:17).

Moisés no iba a aceptar a un ángel, un ejército, o a cualquier otro menos que Dios para traerlo a la tierra prometida o estar con él. Si Dios no estuviese presente, Moisés sabía que no habría ningún poder divino de Dios con ellos ni ninguna victoria. Moisés le dijo a Dios, “¿En qué se conocerá aquí que he hallado gracia en Tus ojos, yo y Tu pueblo, sino en que Tú andes con nosotros [que la presencia de Dios estaría con ellos para dirigirlos, defenderlos, y decirles cuándo y adónde ir para no fallar ni ser derrotados]...?” (Ex. 33:16).

El conocimiento que la presencia de Dios estaría con ellos le dio confianza a Israel, a Josué y a Caleb para cruzar el río Jordán en tierra seca, y la confianza para ir a Jericó.51 La presencia de Dios con Israel le dio a Israel la victoria sobre el ejército de Faraón,52 sobre Jericó,53 sobre cinco reyes,54 y en cada otra batalla donde Israel se encontró libre de pecado.55 Dondequiera en la Biblia se ve la victoria de que la presencia de Dios estaba con Su pueblo libre de pecado. La victoria se verá hoy debido a la presencia de Dios en Sus hijos. Ésta es la promesa principal de Dios a Sus hijos. Si no pecamos, Él nos dice que, “Yo [Mi presencia] estoy [estaré] con vosotros” (Mt. 28:20).56 Si permanecemos libres de pecado, Él promete, “No te desampararé, ni te dejaré” (He. 13:5). Dios muestra la diferencia entre los creyentes y los incrédulos por Su presencia que está con los creyentes porque no pecan y tienen una victoria completa. “Somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 8:37-39).

El Cristiano subdesarrollado y mundano que no ora está separado de los que oran siempre sin cesar.57 Los hijos de Dios, que no pecan porque oran, son los ocultos en el secreto de la presencia de Dios.58

Cada vez que hay derrota y fracaso es porque Dios no está presente.59 Es por el pecado de no orar. Fue el pecado que causó la derrota y fracaso en Hai.60 La derrota y el fracaso vinieron porque el Señor no estaba presente. Fue Dios que reveló el pecado oculto de Acán a Josué.61 Sin la ayuda de Dios, Josué sólo podía adivinar cuál era el pecado en el campamento de Israel. Sólo Dios puede revelar los pecados ocultos y su verdadero significado profundo y secreto.62

Cuando el Señor le habló a Josué antes de revelar el pecado de Acán, Él le dijo a Josué, “Aun han quebrantado Mi pacto que Yo les mandé” (Jos. 7:11). El mandato del Señor era que todo el botín de Jericó, que incluía el oro y la plata, sería consagrada al tesoro del Señor.63 Israel había quebrantado este voto de consagración. Es decir, Israel le había robado a Dios.64

Cuando pecamos por no orar, también estamos quebrantando el voto de consagración, el cual le da a Dios todo nuestro corazón, nuestra alma, mente, fuerza, y vida.65 Los Cristianos tienen que comenzar a darse cuenta que el pecado de no orar y el hacer excusas por ello es un pecado aún más grande del que jamás habían conocido. El pecado es que literalmente no tenemos ningún apetito o deseo para comunicarnos con Dios. También significa que tenemos más fe en nuestras propias capacidades y esfuerzos que en el poder y la capacidad de Dios. Esto demuestra que no tenemos ninguna realización de lo increíble y magníficas que son las promesas de Dios hacia Sus hijos, o de las bendiciones celestiales que Dios desea derramar constantemente sobre nosotros.66 Este pecado también muestra que todos no estamos listos para sacrificar los placeres temporales y engañosos del pecado y nuestra carne por la confianza de saber que Dios nos preservará, o que tendremos la paciencia de esperar la liberación de Dios. Nos dice que la espiritualidad de nuestras vidas y nuestra morada en Cristo es tan débil que ni podemos hacernos prevalecer en oración para tener victoria en vez de una derrota y fracaso continuo.

Dios le informó a Josué, “Ni estaré más con vosotros, si no destruyereis el anatema de en medio de vosotros” (Jos. 7:12). Una vez más, Dios retiró Su presencia y Su defensa de Israel debido a su pecado. Los Cristianos tienen que aprender que la derrota y el fracaso en sus vidas y en la iglesia son causados principalmente por su pérdida de la presencia de Dios.

De la misma manera que dolor en el cuerpo humano es una señal de que algo no anda bien en el mecanicismo del cuerpo, la derrota y el fracaso son mensajes de Dios dejándonos saber que estamos pecando, haciendo algo mal, o planeando hacer algo mal. Estos mensajes de Dios son de amor, advirtiéndonos que no pequemos ni que aún se nos ocurra pecar porque “El alma que pecare, esa morirá” (Ez. 18:20).

Cuando estaba en Israel, la gente en la ciudad del puerto de Haifa me seguían preguntando si había visitado la ciudad antigua de Hai, que no está lejos de Haifa. No lo había hecho así que fui con un amigo mío. Hai es como un pueblo fantasma. Hay centenares de casas de piedra improvisadas, abandonadas y primitivas, con uno o dos cuartos; no tienen techos. Haifa tiene algunos edificios viejos con solamente un almacén dirigido por una pareja árabe de edad madura. Sus hijitos corrían por fuera y por dentro del edificio. Algunos sólo estaban en pañales. Otros andaban sin camisa con pantalones cortos.

Hay una fortaleza inmensa de piedras que parece medir por lo menos un bloque de largo. En algunos lugares, las piedras miden veinte pies de alto y veinte o más pies de ancho, reduciéndose a quizás diez pies de ancho y diez pies de alto. Todas las piedras son blancas y bastante grandes. Acán, el hombre que angustió a Israel, fue empedrado a muerte allí junto con su familia y su rebaño por causarle problemas a Israel. Hasta este día, están enterrados debajo de ese montón de piedras enormes.67 Es un monumento solemne del día en que Dios mostró Su odio hacia el pecado, mostrándonos que se tendría que quitar para que Su presencia fuera restaurada a los hijos de Israel. El cuerpo entero de Israel sufrió debido al pecado de una persona. Hoy, Dios simplemente nos manda a deshacernos de los pecadores tales como éste, echándolos de la iglesia para que la presencia del Señor sea restaurada allí. Él nos ordena,“No participéis en las obras infructuosas de las tinieblas” (Ef. 5:11).68 Él le dice a los que rehúsan aceptar la Palabra de Dios, “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras” (2 Jn. 9-11).

Cada miembro del verdadero Cuerpo de Cristo se da cuenta que su posición en el Cuerpo corporado de Cristo depende de nuestra obediencia a Dios. Es por esta razón que no podemos pecar. Es pecado no orar. Aquellos que te dicen que Dios te ama incondicionalmente no te están diciendo la verdad.69 Ese montón de piedras en la ciudad antigua del Hai, la cual todavía se puede ver fácilmente hoy en día, es un mensaje impresionante de Dios, un testimonio a todos los que piensan que pueden pecar sin ser castigados por ello. “La ley [de Dios condena a]...transgresores” (1 Ti. 1:9). La ley del hombre condena al justo, pero Dios es el juez final.70

Permanecer en la presencia de Dios requiere oración.71 Por eso es que es tan grande pecado no orar. Está escrito que la casa de Dios es “casa de oración” (Mr. 11:17). Si somos del Señor Jesucristo, si somos del Padre, si somos un templo, un tabernáculo, una mansión, una casa de Dios, tenemos que orar siempre.72 “La oración eficaz del justo puede mucho” (Stg. 5:16).

SOMOS COMBATIENTES, LUCHADORES

Todos nuestros enfrenamientos tienen que ser hechos por nosotros por Dios. Por lo tanto, para traer el poder de Dios para nosotros al campo de batalla, tenemos que ponernos en contacto con Él por oración, pidiendo que Él traiga Su poder y presencia entre nosotros, y que esté con nosotros para que tengamos victoria sobre el enemigo. “No tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6:12). Necesitamos que Dios luche esta maldad por nosotros porque lucharla requiere más capacidad de la que tiene la débil humanidad.

Ezequiel 22:30 habla de hombres y mujeres santos parados en la brecha en oración para pedirle a Dios la victoria. Todo fracaso y derrota ocurre porque Dios no ha sido llamado en la guerra.73 El Señor nos manda a redimir el tiempo, porque “el tiempo es corto” (1 Co. 7:29).

Dios concedió la oración de Abraham para la vida de Lot en Génesis 18:23-32. Abraham le pidió a Dios que salvaría la ciudad si había en ella cincuenta hombres justos, o cuarenta, o treinta, o veinte, o aún diez. Nuestras oraciones permiten que Dios obre. Nuestras oraciones causarán que Dios se mueva para hacer obras que sobrepasan lo que podemos hacer nosotros.74 Recibimos la vida eterna orándole a Dios por ella en fe.75 No hay regalo tan precioso como el regalo de la presencia de Dios, porque en Su presencia encontramos vida eterna y victoria.76

Si nos dieran el regalo del diamante llamado Esperanza, el regalo sería gratis. Sin embargo, preservándolo sería nuestro deber. Preservamos el regalo de la vida eterna continuando en la presencia de Dios, por comunión, por nuestra comunicación, y por mantenernos cerca de Dios así como hicieron Cristo con Su Padre en nosotros.77 Está escrito, “Sed sobrios, y velad [no pecando por el poder y la presencia de Dios en ti para conservar el regalo de vida eterna. Tienes que defenderte de aquel malvado, el diablo]; porque vuestro [nuestro] adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 P. 5:8). Es imposible que él devore ninguno de nosotros cuando Dios está presente con nosotros. Por lo tanto, tenemos que permanecer en oración, porque “aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas [por oración a Dios], derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando prontos para castigar toda desobediencia [en nosotros mismos], cuando vuestra obediencia sea perfecta” (2 Co. 10:3-6). Esto sólo se puede lograr por la presencia de Dios con nosotros.

El regalo de vida eterna y el privilegio de tener la presencia de Dios con nosotros vale mucho más que el mundo y todas sus riquezas.78 Teniendo la vida y el poder del Señor presentes en nuestros cuerpos mortales también vale mucho más que el universo entero y todas las galaxias juntas. Teniendo la presencia de Dios con nosotros nos da gran audacia, confianza y alegría con la capacidad para hacer todo lo que Él requiera de nosotros.79 Dios es nuestro defensor.80

Si recibirás el regalo de vida eterna ahora entregando tu vida a Él, Él no te rechazará; y si por oración y obediencia a Su Palabra continúas en Su presencia, no sólo podrás guardar cada mandamiento, podrás conservar contigo hasta el fin aquel regalo más precioso de vida eterna, así como la presencia de Dios.81 Comienza a tener contigo el regalo de vida eterna y la presencia de Dios ahora mismo diciendo esta oración:

Oración

Mi Señor y mi Dios, ten misericordia de mi alma pecadora.1 Yo creo que Jesucristo es el Hijo del Dios Viviente.2 Creo que Él murió en la cruz y derramó Su preciosa sangre por el perdón de todos mis pecados. 3 Creo que Dios resucitó a Jesús de entre los muertos por el poder del Espíritu Santo4 y que Él está sentado a la mano derecha de Dios en este momento, escuchando mi confesión de pecado y esta oración. 5 Abro la puerta de mi corazón, y Te invito en mi corazón Señor Jesús. 6 Lava todos mis pecados sucios en la preciosa sangre que Tú derramaste por mí en la cruz del Calvario. 7 Tú no me rechazarás, Señor Jesús; Tú perdonarás mis pecados y salvarás mi alma. Lo sé porque Tu Palabra, así lo dice. 8 Tu Palabra dice que Tú no rechazarás a nadie, y eso me incluye a mí.9 Por eso, sé que me has escuchado, sé que me has contestado, y sé que soy salvo.Por eso, sé que me has escuchado, sé que me has contestado, y sé que soy salvo.10 Y Te doy gracias, Señor Jesús, por salvar mi alma, y Te mostraré mi agradecimiento haciendo como Tú mandas y no pecar más. 11

Usted acaba de completar el primer paso en una serie de cinco pasos que se requieren para recibir la salvación. Su segundo paso es negarse a sí mismo y aceptar la cruz cada día con el propósito de mortificarse, es decir, para darle muerte a su propia voluntad, a su ser autosuficiente, y al mundo con todos sus deseos. Todos estos tienen que ser bautizados en la muerte de Cristo. El tercer paso es su resurrección de la vida satánica de Adán a la vida libre de pecados de Cristo. El cuarto paso es su ascensión a una posición de autoridad para reinar por Dios en la tierra, y el quinto paso es reinar por Dios en la tierra hasta el fin con el propósito de traer el reino del Cielo a la tierra. Usted tiene que aprender la Palabra de Dios, luego someterse y hacer lo que la Palabra dice, para que la Iglesia y el mundo puedan ver pruebas de su sumisión a la Palabra de Dios, Su orden, y Su autoridad en usted y por usted.
Alabado sea el Señor. Que Dios lo recompense abundantemente.

Pastor Mundial Tony Alamo


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© Propiedad literaria noviembre, 2000, Todo derecho reservado Pastor Mundial Tony Alamo ® Registrado noviembre, 2000


Notas del "EL PECADO DE NO ORAR ":vuelva arriba

1 2 Cr. 7:14, Sal. 32:6, 34:15, 17, 145:18, Pr. 3:6, Lc. 18:1-8, 21:36, Ef. 5:3-4, 6:10-18, Fil. 4:6, Col. 4:2, 1 Ts. 5:17-18, 1 Ti. 2:1, 8, He. 4:15-16, 10:19-23, Stg. 5:16, 1 Jn. 3:22, Jud. 20-21, Ap. 5:8, 8:3-4 vuelva

2 Ez. 18:4, Dn. 5:27, Mt. 7:14, 22:37, Jn. 5:14, 15:14, Ro. 5:19, Stg. 2:10, 1 Jn. 3:4, 8-9 vuelva

3 Sal. 66:18, Pr. 1:24-28, 15:8, 29, 28:9, Is. 59:2, Mt. 6:24, Jn. 9:31, 1 Co. 10:21, 2 Co. 6:14-18, Stg. 4:4, 1 Jn. 1:5-7 vuelva

4 Mt. 19:26, Mr 9:23, Lc. 10:19, Jn. 14:6, 12-17, 15:7-8, 14, 16, Hch. 1:8, Ro. 8:31, 37, Fil. 4:13, 1 Jn. 4:4, 13, 5:4 vuelva

5 Lv. 26:14-33, Dt.. 28:15-68, 31:17-18, Jos. 7:1-12, 2 Cr. 24:20, Sal. 1:1-6, 5:4-6, Is. 59:1-2, Jn. 14:23, 15:4-6, 1 Jn. 3:1 vuelva

6 Sal. 1:1-3, 3:3-6, 8, 4:3, 27:10, Jn. 14:12-23, 26-27, 17:21-23, 26, Ro. 8:14-18, 28, 32, Ef. 3:16-19, He. 13:5-6, 1 Jn. 3:1 vuelva

7 Lc. 10:19, Ro. 6:4-14, 8:37, Gá. 5:16, Ef. 6:10-18, Fil. 4:13, Col. 2:10-15, He. 2:14-18 vuelva

8 Dt. 26:16-18, 28:2-14, Ez. 3:18-21, Mt. 10:22, Mr 16:16, Jn. 3:3-5, 15:7, 14, Hch 16:31, Ro. 8:9-13, 10:9, 13, He. 11:6, Stg. 2:20-26, Ap. 3:16 vuelva

9 Sal. 31:23, Mt. 24:45-47, Lc. 7:3-10, Hch 11:17, 1 Co. 4:2, Fil. 4:13, He. 11:6, Stg. 1:6-7, 2:18, Ap. 2:10 vuelva

10 Mt. 12:21, Jn. 1:12, 14:13-14, 15:16, 16:23-27, Hch 4:12, 16:18, 1 Co. 6:11, Col. 3:17, Ef. 5:20, Fil. 2:9-11, 1 Jn. 5:10, 13-15 vuelva

11 Gn. 32:24-29, 1 Cr. 16:11, Os. 12:6, Mt. 24:13, Jn. 8:31, 15:4-7, 1 Co. 15:58, 16:13, Gá. 6:9, Ef. 6:13, 18, Fil. 4:1, Col. 1:23, 1 Ts. 3:8, 13, 5:21, He. 6:11-12, 15 vuelva

12 Gn. 32:24-29, Lc. 18:1-8, Col. 4:2, Stg. 5:16 vuelva

13 Mt. 6:9-13, 7:21, Jn. 14:12-14, Hch 4:9-10, 24-31, Ro. 8:26-27, 1 Jn. 5:14-15 vuelva

14 Mt. 26:41, Jn. 6:63, 15:5, Ro. 7:14-25, 8:1-14, 2 Co. 3:5 vuelva

15 Nm. 14:40-45, Dt. 31:17-18, Jos. 7:1-12, Jue. 16:18-21, 2 Cr. 24:20, Sal. 78:56-64, Is. 59:2 vuelva

16 1 S. 2:1-10, Sal. 22:3, 34:1-3, 75:1, 79:13, 86:12, 107:8-9, 32, He. 13:15 vuelva

17 Sal. 18:2, Jn. 14:15-20, 23, 15:5-11, Ro. 8:1, 31, 37, He. 13:5-6, 1 Jn. 3:6, 24, 2 Jn. 9 vuelva

18 Neh. 8:10, Sal. 18:1, 32, 22:3, 27:1, 28:7-8, 1 Jn. 2:14 vuelva

19 Neh. 8:10, Jn. 17:21-23, 1 Co. 6:19-20, 15:10, 2 Co. 6:16-18, 2 Ti. 1:14, Ap. 3:20 vuelva

20 Sal. 38:4-10, 119:104, 113, 163, Pr. 8:13, 29:27, Ro. 6:17-23, 2 P. 2:7-8, Ap. 2:2 vuelva

21 Is. 64:6, Mt. 11:28-30, Lc. 18:9-14, Ro. 5:6-19, Ef. 2:8-9, 2 Ti. 1:9, Tit. 3:4-7 vuelva

22 Ez. 33:12-19, Mt. 5:20, 7:14, 10:22, Mr 16:16, Jn. 15:7, 14, He. 11:6, Stg. 2:10, Ap. 3:16 vuelva

23 Is. 64:6, Mt. 5:20, Lc. 18:9-14, Gá. 2:16, 3:10-12, Ef. 2:8-9, Tit. 3:4-5 vuelva

24 Is. 55:6-7, Mt. 24:13, Jn. 5:14, 8:31, Ro. 2:6-7, 6:1-13, 11:22, He. 6:1 vuelva

25 Hch 13:38-39, Ro. 3:22-25, 5:9, Ef. 1:7, 2:8, 13, Col. 1:14, Ap. 1:5 vuelva

26 Gá. 5:16, Ef. 6:10-18, Fil. 1:6, 9-11, 2:13, 15, 4:13, He. 2:18, 13:20-21, 1 P. 1:3-5, 5:10, 1 Jn. 3:5-9, 5:18-20 vuelva

27 Mt. 3:7-10, 12:1-15, 15:1-20, 23:1-36 vuelva

28 Dt. 6:6-9, 30:11-14, Sal. 19:7-11, 119:9-11, Mr 12:24, Jn. 8:32, Hch 20:32, 26:18, Ro. 7:7, 2 Ti. 2:15, 3:16-17 vuelva

29 Lc. 18:1, 7-8, 21:36, Hch 2:42, 10:1-2, Ef. 6:18, 1 Ts. 5:17 vuelva

30 Gn. 6:5-7, Sal. 1:1-2, 5:4-6, Is. 59:2, 8, Am. 3:3, Mi. 3:4, Mt. 25:33, 46, Lc. 13:27, 1 Jn. 3:4 vuelva

31 Ap. cap. 2, 3:1-3 vuelva

32 Ap. 3:15-16 vuelva

33 Lc. 11:35, Hch 20:29-30, 1 Ti. 4:1, 2 Ti. 3:7-9, 13, Tit. 1:14, 3:10-11, He. 13:9, 2 P. 2:1-3, 14-19, 3:16, 1 Jn. 4:5, Jud. 4, 11, Ap. 2:14-15, 20-23 vuelva

34 Dt. 25:16, 31:17-18, Sal. 5:4-6, 26:5, Pr. 3:32, 29:27, Lc. 13:27, He. 12:14 vuelva

35 Jn. 5:14, 8:11, Hch 1:8, Ef. 5:11, Fil. 4:13, 1 Jn. 3:9, 4:4 vuelva

36 Ro. 5:16-21, 7:4-6, Ap. 1:5 vuelva

37 Sal. 32:5, Pr. 28:13, Is. 55:6-7, Jer. 3:12-14, Ro. 10:10, Ap. 7:14 vuelva

38 Ec. 12:13, Mt. 6:24, 16:24, Lc. 9:23, Jn. 5:14, 8:11, Ro. 8:12-14, 1 Co. 5:13, 2 Co. 6:14-18, 10:4-6, Ef. 4:21-25, 27, 31-32, 6:11, 13, Col. 3:8-13, 1 Ts. 5:22, 1 Ti. 6:12, 1 P. 3:11-12 vuelva

39 Jn. 15:3-7, Ro. 13:12-14, 2 Co. 5:17, Ef. 5:6-11, 1 Jn. 3:9 vuelva

40 Mt. 26:28, 2 Co. 6:16-18, Tit. 2:14, 1 Jn. 3:5 vuelva

41 Mt. 5:29-30, Jn. 5:14, Ro. 12:1-2, 13:12-14, Stg. 4:8 vuelva

42 Pr. 11:6, 1 Ts. 5:22, 1 Ti. 5:22, 6:13-14, 1 Jn. 3:3 vuelva

43 Pr. 4:23-27, Mt. 5:29-30, Ro. 5:15-18, 12:1-2, 13:12-14, 1 Co. 6:18, Ef. 4:27, 6:10-18, 1 Ts. 5:8-9, 22, 1 Ti. 5:22, Stg. 1:27, 4:7-8 vuelva

44 Mt. 28:20, Jn. 14:15-21, 26, 15:26, 2 Co. 6:16-18, He. 13:5 vuelva

45 Ef. 6:10-18 vuelva

46 Ex. 32:11-14, 33:11-19, Nm. 14:11-20, 16:20-26, Dt. 9:18, 25-29 vuelva

47 Jos. 7:1 vuelva

48 Ex. 7:14-25, 8:1-20, 9:1, 18-34, 10:1-23, 11:4-7, 14:21-31 vuelva

49 Ex. 15:3-10, 17:8-13, Dt. 2:24-25, 30-37, 4:34-39, 11:2-7, 1 Cr. 16:15-22 vuelva

50 Ex. 32:30-33, Dt. 9:13-29 vuelva

51 Nm. 13:30, 14:6-9, 24, 30, 36-38, 27:18-19, 32:11-12, Dt. 1:35-36, 31:7-8, 34:9 vuelva

52 Ex. caps. 14, 15, Sal. 136:13-15 vuelva

53 Jos.cap. 6 vuelva

54 Nm. 31:7-8, Jos. 10:5-43 vuelva

55 Nm. 21:1-3, Dt. 3:1-3, Jos. 10:1-14, cap. 11, Jue. 7:7-25, 1 S. 7:3-13 veulva

56 Jer. 42:11, Hag. 1:13 vuelva

57 Mt. 7:15-27, 21:21-22, Lc. 21:34-36, Stg. 5:16, Jud. 18-21 vuelva

58 Sal. 27:5-6, 31:19-24, 17:4-8, 57:1-3, 61:3, Pr. 18:10, Is. 59:2 vuelva

59 Jos. 7:12, 1 Cr. 28:9, Esd. 8:22 vuelva

60 Jos. 7:1-13 vuelva

61 Jos. 7:4-13 vuelva

62 Job 12:22, Dn. 2:22, 28-29, 47, 1 Co. 4:5 vuelva

63 Jos. 6:16-19 vuelva

64 Mal. 3:8-9 vuelva

65 Mt. 13:44-46, Mr 12:29-30, Ro. 6:13, 12:1-2 vuelva

66 1 Cr. 15:2, Pr. 10:6, 28:20, Jn. 14:2-3, He. 11:16, 2 P. 1:4 vuelva

67 Jos. 7:24-26 vuelva

68 1 Co. 5:1, 5, 11-13, Ap. 11:1-2 vuelva

69 Dt. 7:9-10, 12-13, cap. 28, Lc. 9:62, Jn. 15:6, He. 6:4-8, 10:26-29 vuelva

70 Sal. 7:11, 50:4-6, Dn. 7:9-10, Mal. 3:5, 18, Hch 17:31 vuelva

71 Mt. 21:13, 26:41, Mr 13:33, Ef. 6:13, 18, Fil. 4:6-7, Col. 4:2, 1 Ti. 2:1-2, 8, 1 P. 4:7, Jud. 20-21, Ap. 5:8 vuelva

72 Lc. 18:1, 21:36, Ef. 6:18, 1 Ts. 5:17 vuelva

73 Jos. 7:12, 2 Cr. 24:20, Is. 59:2, 64:7 vuelva

74 Mt. 7:7-8, 21:21-22, Mr 11:24, Jn. 14:13-14, Stg. 5:16 vuelva

75 Ro. 10:9-10, 13, Ef. 2:8, Stg. 5:15 vuelva

76 Jn. 14:15-21, Ro. 8:31, Ef. 2:12-22, 1 Jn. 4:4 vuelva

77 Ps. 145:18, Is. 55:6, Ef. 6:10-13, 18, He. 4:16, Jud. 20-21 vuelva

78 Pr. 10:2, 22, Mt. 13:44-46, 19:29 vuelva

79 Ro. 8:31, 1 Jn. 4:4 vuelva

80 Dt. 23:14, 33:12, 27, 1 S. 2:9, 2 Ts. 3:3, 2 P. 2:9, Ap. 3:10 vuelva

81 Mt. 10:22, Jn. 16:33, Ro. 8:37, 1 Jn. 4:4 vuelva

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Notas de la Oración:

1. Sal 51:5, Ro. 3:10-12, 23 vuelva

2. Mt. 26:63-64, 27:54, Lc. 1:30-33, Jn. 9:35-37, Ro. 1:3-4 vuelva

3. Hch. 4:12, 20:28, Ro. 3:25, 1 Jn. 1:7, Ap. 5:9 vuelva

4. Sal. 16:9-10, Mt. 28:5-7, Mr. 16:9, Jn. 2:19, 21, 10:17-18, 11:25, Hch. 2:24, 3:15, Ro. 8:11, 1 Co. 15:3-6 vuelva

5. Lc. 22:69, Hch. 2:25-36, He. 10:12-13 vuelva

6. Ro. 8:11, 1 Co. 3:16, Ap. 3:20 vuelva

7. Ef. 2:13-22, He. 9:22, 13:12, 20-21, 1 Jn. 1:7, Ap. 1:5, 7:14 Ef. 2:13-22, He. 9:22, 13:12, 20-21, 1 Jn. 1:7, Ap. 1:5, 7:14 vuelva

8. Mt. 26:28, Hch. 2:21, 4:12, Ef. 1:7, Col. 1:14 vuelva

9. Ro. 10:13, Stg. 4:2-3 vuelva

10. He. 11:6 vuelva

11. Jn. 8:11, 1 Co. 15:10, Ap. 7:14, 22:14 vuelva

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