Cambiando de Padres

Por Tony Alamo

Para entrar al Reino de Dios, tenemos que tener la vida del reino de Dios en nosotros.1 Como nacemos de padres humanos, nacemos en el reino humano. Sería imposible nacer en el reino humano sin padres humanos. Tenemos que nacer de Dios para entrar al Reino de Dios.2 Dios tiene que ser nuestro Padre, y nosotros tenemos que ser Sus hijos. El reino humano en que vivimos está lleno de pecado y condenación.3 El Reino de Dios es un reino donde nunca jamás entrará el pecado otra vez.4 Es el reino espiritual, el reino divino.5 Todo el mundo ha nacido en el reino humano, pero para llegar al Cielo tenemos que nacer una vez más. Esta es una necesidad absoluta. Tenemos que nacer en el reino espiritual, el Reino de Dios, siendo nacidos de Dios.6

Nicodemo, un gobernador de los judíos con la mente carnal, le preguntó a Jesús, “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?” (Jn. 3:4). Pero Jesús le hablaba a Nicodemo en términos del reino eterno espiritual, el Reino de Dios, el reino que solo se puede entrar si nacemos de agua y del Espíritu.7 Esto significa que primero tenemos que enterrar nuestra vida antigua o historia humana en la muerte de Cristo.8 Tenemos que considerar nuestro pecaminoso estilo de vivir antiguo “muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Ro. 6:11). Después de que nuestra vieja vida humana muera y sea enterrada a la cruz en la muerte de Cristo, puede resucitar el comienzo de nuestra nueva historia en la resurrección de Cristo, la nueva vida eterna en Cristo por el Espíritu de Dios, y podemos ser miembros del eterno reino divino.9

La vida que tenemos es la vida del reino en que estamos. Si todavía eres un miembro del reino humano, la vida humana que estás viviendo hoy es una mera vida humana, una vida humana corrupta o vida natural, la cual es pecaminosa.10 Si tú eres un miembro del reino de Dios, tú tienes la vida de Dios, que es la vida del reino de Dios, el Reino del Cielo, y Dios está viviendo Su vida en ti.11 Este nuevo nacimiento, siendo nacido de nuevo del Espíritu, es el único procedimiento que puede sacarnos del reino humano y ponernos en el reino de Dios.12 Somos regenerados al reino de Dios por Cristo cuando nacemos de nuevo.13

Para redimir o salvar a los seres humanos, el Dios Trino tuvo que dejar Su reino divino, el Reino de Dios.14 Él tuvo que entrar al reino humano, y para entrar al reino humano tuvo que tener la vida del reino humano.15 Tuvo que nacer como un hombre. Él se convirtió en un hombre, un ser humano con cuerpo humano, vida humana, espíritu humano, alma humana y mente humana.16 El Espíritu del Dios Trino también estaba en Él.17 Él tenía un espíritu humano y contenía la vida de Dios por el Espíritu, así como le sucede a cada ser humano cuando se regenera. Cuando somos regenerados siendo seres humanos, todavía quedamos con nuestro cuerpo humano, espíritu humano, alma humana y mente humana.18 Permanecemos en el reino humano, pero ya no somos hijos del reino humano.19 Esto es porque la vida del reino de Dios está en nosotros por haber nacido de nuevo del Espíritu de Dios. Por esto, tenemos la vida de Dios, la vida del reino de Dios. Jesús dijo, “El Reino de Dios está entre vosotros,” refiriéndose a todos los que han nacido de nuevo del Espíritu (Lucas 17:21).

Para destruir las obras de Satanás y salvar a la humanidad, Dios nos visitó en un Hombre llamado Jesús.20 Jesús, por la vida de Dios en Él, vivió una vida humana perfecta y sin pecado21 con el fin de ser el Cordero impecable de Dios, el sacrificio de Dios, y quitar nuestros pecados anteriores derramando Su sangre humana perfecta y sin pecado por nosotros.22 Cuando Dios pone Su vida o Espíritu en nosotros, Él espera que nosotros también vivamos una vida humana sin pecado e intachable, así como lo hizo Jesús, porque tenemos el mismo Espíritu de Dios que tenía Jesús. Una vez más, la Biblia dice que nosotros también podemos vivir una vida humana sin pecado e intachable por el mismo Espíritu que permitió que Cristo viviera una vida humana sin pecado e intachable.23 Cristo fue concebido en el vientre de su madre por el Espíritu Santo, pero el resto de los seres humanos no lo fueron.24 Podemos ser impecables e intachables solamente después de recibir el Espíritu de Cristo con Su Padre por el Espíritu en nuestros espíritus humanos muertos.25 Nuestros espíritus muertos en el reino humano muerto resucitan a la vida inmortal del Reino del Cielo por la entrada del Dios Trino con la vida y el poder de la vida de Dios en nuestros espíritus, haciéndolo fácil no pecar otra vez. En Juan 5:14, Jesús le dijo a un nuevo converso: “No peques más, para que no te venga alguna cosa peor.” Jesús sabía que se le había dado al hombre el poder de nunca pecar más. En Juan 8:11, Él le repite la misma advertencia a una mujer a quien Él había perdonado sus pecados anteriores. Él sabía que se le había dado el poder para no pecar otra vez. Dios nunca nos ordena a hacer lo que no podemos hacer.26 Después de la regeneración, todos podemos ir y no pecar más. “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los Cielos es perfecto” (Mt. 5:48). “Sed santos, porque Yo soy santo” (1 P. 1:16).27 Después de la regeneración, se nos ha dado a todos el poder de Dios para ser perfectos y santos.28 Antes de ser regenerados no podemos ir y no pecar más.29 Solamente después de la regeneración es que somos más que capaces de ir y no pecar más.

Al tiempo de la regeneración, la sangre de Cristo limpia cada pecado, incluyendo el pecado adámico, el cual es la maldición con la que nacimos.30 Según la Palabra de Dios, esta maldición es la pena de la ley de Dios.31 Causa que cada ser humano tenga que morir y sufrir eternamente las tormentas del Infierno.32 Esta maldición, esta condenación, desaparece cuando nacemos de Dios y continuamos con Él en la renovación diaria de Su Espíritu en nosotros.33 Cada cosa negativa del viejo mundo, del viejo reino humano que era contrario a Dios, y todo desde Génesis hasta la muerte de Cristo en los evangelios fue destrozado a pedazos, confiscado para siempre y eliminado en la muerte y la resurrección de Cristo para todos aquellos que primero son regenerados y luego continúan en la vida regenerada por la vida del reino de Dios que es renovada en nosotros diariamente por el Espíritu de Dios, el cual es Cristo.34 “Dios es Espíritu; y los que Le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:24).

Cristo en Su cuerpo nos reconcilió a Dios “matando en ella las enemistades [el diablo]” (Ef. 2:16) por la muerte de Su cuerpo volviéndose en las muertes de Satanás y nosotros mismos. El diablo y nuestros seres pecaminosos fueron matados allí y tienen que permanecer allí después de ser salvos, regenerados.35 A causa de la muerte de Satanás allí, él ya no puede tener el poder sobre nosotros para pecar.36 Cuando mantenemos en nosotros el Espíritu de Dios renovado diariamente, el diablo se mantiene clavado a la cruz.37 Cristo llevó al diablo y a nuestros pecados a la cruz, nos mató a nosotros y al diablo en la muerte de Sí Mismo (Su Cuerpo), y luego resucitó del sepulcro, dejando clavado a Su cruz el diablo, nuestros pecados, y cada otra cosa negativa del universo que se opone a Dios.38 Una vez más, cuando abandonamos nuestros pecados y al diablo, nosotros también resucitamos en Cristo, dejando nuestros pecados, el diablo, y cada otra cosa negativa clavada a la cruz donde Cristo terminó con todo en nosotros y en el mundo, incluyendo el diablo. Entonces somos resucitados a la vida eterna por Su resurrección39

Es imposible para los que caminan en las obras de la carne que participen en la muerte y la resurrección de Cristo, obteniendo Su vida eterna y celestial del reino, ya que no tienen la vida de Dios en ellos, la cual es necesaria para cualquiera que desea entrar a la vida del Reino de Dios.40 Ellos permanecen muertos en sus pecados y delitos, prefiriendo vivir según sus maneras pecaminosas por un corto tiempo en este reino corrupto de la humanidad.41 Prefieren vivir según este mundo presente y visible más bien que recibir por fe al mundo de Dios, que no se puede ver en este momento y que solo se puede atener por nuestra fe en la Palabra de Dios, la cual lo promete.42

Como Eva, quien rechazó la Palabra de Dios43 y en vez creyó las palabras de Satanás, hay otros insensatos que rehusan arrepentirse de sus pecados y morir viniendo a la cruz para entrar a la muerte de Cristo, la cual pondría a muerte sus maneras humanas viejas y pecaminosas y el poder de Satanás sobre sus vidas. Cristo quitaría sus pecados anteriores por su fe en el poder purificador de Su sangre para quitar pecados, la cual fue derramada por ellos para que pudieran ser resucitados de la muerte a la vida, la vida de Dios. Dios entonces se convertiría en su nuevo Padre. Por lo tanto, serían ellos hijos del Reino de Dios. Esta vida de Dios es la vida del Reino de Dios en ellos, convirtiéndolos en los hijos de Dios porque se hicieron miembros del cuerpo glorioso y resucitado de Cristo, el cual ha ascendido al Cielo y en este momento está sentado a la diestra de Dios.44 Esto, simbólicamente, muestra que Cristo es la sabiduría y el poder de Dios.45

“El que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” (Gá. 6:8). En otras palabra, Cristo, por la muerte de Su carne, destruyó a la serpiente o al diablo que nos mantuvo cautivos.46 No podíamos escaparnos del pecar, de Satanás, la muerte y el lago de fuego porque no nos habíamos enterado de cómo escapar la prisión del diablo. Nuestro único escape de Satanás, la muerte, de los tormentos eternos en el lago de fuego y de este reino humano pecaminoso es regenerarnos al reino de Dios por el poder de Dios en Cristo cuando Él entra en nosotros por el Espíritu Santo.47

Cristo abre los candados de la prisión de Satanás por medio del Espíritu Santo, librándonos para ir y no pecar más, un día a la vez, renovándonos diariamente con el Espíritu Santo de Dios, el cual mortifica el “Yo” en nosotros y la “propia voluntad” que está en nosotros, que es nuestra “carne.”48 Todo lo podemos en Cristo que nos fortalece (Fil. 4:13). Así que de nuevo, todos nuestros pecados anteriores, el diablo, Adán, y todo que se opone a las ordenanzas de Dios fueron eliminados por la muerte toda-inclusiva de Cristo en la cruz del Calvario.49 El Apóstol Pablo lo dice de esta manera: “Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida [Él te dio el Espíritu dador de vida, vida eterna para ti] juntamente con Él, perdonándoos todos los pecados [anteriores], anulando el acta de los decretos que había contra nosotros [contra los pecados que habíamos cometido anteriormente], que nos era contraria [contra nosotros], quitándola de en medio [eliminándola] y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades [el pecado, el diablo, sus ángeles caídos, la muerte, el Infierno, y el sepulcro], los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz [por Su muerte, resurrección, transformación y ascensión de nuevo al Cielo donde originó la Vida del Dios Trino que estaba en Él]” (Col. 2:13-15). Su cuerpo humano transformado también está allí.50 Además, nosotros que somos nacidos de nuevo del Espíritu – regenerados – “somos más que vencedores” en la muerte toda-inclusiva y resurrección de Cristo (Ro. 8:37).

Toda la gloria se le da a Dios cuando la gente del mundo observa la continuación de la encarnación del Dios Trino morando y obrando en aquellos de nosotros que somos regenerados por la vida y el poder de Dios que vive y obra en nosotros.51 El mundo ya no verá ninguna evidencia de que caminamos según las maneras del reino humano; es decir, de acuerdo a “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida” (1 Juan 2:16). Todas estas cosas que estaban en nosotros cuando estábamos vivos al pecado ahora están clavadas a la cruz de Cristo con Él, donde nosotros que ahora somos salvos morimos a las maneras y las cosas del reino humano y – alabado sea el Señor – ahora estamos resucitados a una vida nueva del Reino del Cielo todo-inclusivo, poderoso y sin pecado de Cristo.52 Debido a que la vida de Dios, la cual es eterna, estaba morando en el cuerpo humano de Cristo, Dios pudo resucitarlo de entre los muertos. “Si el [mismo] Espíritu de Aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros [nosotros], Él que levantó de los muertos a Cristo Jesús [quien es Dios el Padre] vivificará también [le dará la vida inmortal de Dios a nuestros] cuerpos mortales por Su Espíritu [Su vida del Reino del Cielo] que mora en [nosotros por la regeneración]” (Ro. 8:11). “Y si alguno no tiene el Espíritu de [Dios viviendo en él], no es de Él” (Ro. 8:9).

Después de que nos hemos considerados muertos en la muerte toda-inclusiva de Cristo, y después de experimentar Su resurrección toda-inclusiva hacia la inmortalidad por nosotros, también como Su ascensión toda-inclusiva al Cielo por nosotros con Él, Cristo puede entrar en nosotros con el Padre por el Espíritu, “el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gá. 4:6). Entonces somos hijos de Dios en Cristo, porque ya no somos dos sino uno con Él como un nuevo hombre.53 Cristo es nuestra cabeza, y nosotros somos Su cuerpo con el mismo poder de Dios viviendo en nosotros que vivió en Él, el Cristo humano, nuestro Redentor y Salvador cuyo nombre es Jesús, el Hijo del hombre, el unigénito de Dios el Padre.54

Esta es la continuación de la encarnación de Dios en este mundo en nosotros que somos los miembros funcionarios del Cuerpo colectivo de Cristo. Esta no es una religión muerta. Esto es ser nacido de nuevo a la vida de Dios, la cual es el Espíritu de Dios en nosotros, la vida del reino de Dios en nosotros.55 Jesús no fue levantado solo para redimirnos, Él fue levantado para darnos la vida de Dios, la cual es eterna.56 En el último día seremos resucitados de entre los muertos si, por Su Espíritu, continuamos en Su vida resucitada del Reino de Dios hasta el fin.57

Tener la vida eterna es tener a Dios con Su vida virtiéndose como una corriente o un río en nosotros.58 Nuestra vida es el Dios Todopoderoso Mismo, Cristo con Su Padre por el Espíritu derramándose en nosotros.59 Si estamos regenerados, Dios se está virtiendo en nosotros y a través de nosotros diariamente por Su encarnación en nosotros y por nuestra resurrección en Él.60 La encarnación continua del Dios Trino en nosotros trae nuestra redención, y Su resurrección en nosotros trae nuestra nueva vida con el poder de Dios en nosotros. Esta es nuestra vida en Él, que Él tiene que usar para que otros puedan ser salvos.61

La encarnación causó que Dios se hiciera un hombre así como Dios.62 Cristo estaba en el Reino de Dios.63 Una vez más, para poder tener la vida del reino humano, Él tuvo que nacer en el.64 Esta es la única razón por la cual Dios usó a María. Ella era una incubadora para traerlo a este reino humano como humano.65 Él tenía un alma humano, un espíritu humano, y un cuerpo humano.66 Sin embargo, debido al Espíritu del Dios Trino en Él, Él dijo, “Yo no soy de este mundo” (Juan 8:23). Cuando nosotros que somos del reino humano nacemos de agua y del Espíritu, nosotros también nos convertimos en hijos de Dios y tenemos en nosotros la vida del Reino de Dios.67 Esto no significa que debemos orarle a nuestras madres simplemente porque nos parieron en este reino humano cuando luego fuimos regenerados con la vida de Dios en nosotros, al igual que no deberemos orarle a la madre de Jesús simplemente porque parió un ser humano en el reino humano que contenía el Dios Trino. No fue obra de ella sino la de Dios.68

Una cosa que sabemos por seguro es que Jesús nunca le oró a Su madre ni mandó a nadie a que hiciera algo tan estúpido.69 La gente debe de leer la Biblia para que pueda ver lo completamente anti-Cristo que es que alguien le ore a cualquier persona o cosa que no sea Dios.70 Hay muchas ilustraciones en la Biblia con respecto a este tema. Un ejemplo es cuando el diablo le dijo a Jesús que le daría el mundo entero si solo caía y lo adoraba, es decir, si solo le orara al diablo y le solicitaría el mundo (como si el diablo lo poseyera, lo cual no es así).71 Dios creó al mundo y lo posea.72 El mundo fue adquirido ilícitamente por el diablo con sus mentiras.73 Cristo está recuperando el mundo por Su verdad.74 En el texto griego helénico original, Jesús reprendió al diablo diciendo, “Lárgate, y sigue largándote Satanás, porque está escrito y al presente está registrado, EL SE­ÑOR TU DIOS ADORARÁS [LE ORARÁS], Y SOLAMENTE A ÉL RENDIRÁS SERVICIO SAGRADO” (Mt. 4:10). La versión Reina-Valera dice, “Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios ADORARÁS [LE ORARÁS, PETICIONARÁS], y a ÉL SÓLO servirás.”

Jesús mandó al diablo a adorar/orarle SÓLO A DIOS. Con esto podemos ver que Cristo elimina orarle o adorar a la madre de Jesús, cualquier santo, persona o cosa excepto a Dios; estoy hablando de ángeles, santos, madres, padres, gobiernos, políticos, figuras de deporte, cantantes, estrellas de películas, esposos, esposas, hijos, parientes, animales, pájaros, pescados, insectos, música, obras de arte de cualquier clase, religiones, computadoras, el mundo, la lujuria, la carne, u orgullo en cualquier cosa del mundo o en el Cielo.75 Tenemos que adorar/orarle SÓLO A DIOS. El primer cápitulo de Gálatas declara dos veces, en los versículos ocho y nueve, que cualquiera que predique “otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.” Si deseas ser anatema, continúa orándole a la madre de Jesús, a los santos y a lo demás ya mencionado. Sin embargo, si tu deseo es ser bendecido por Dios y no maldecido, entonces órale SOLAMENTE A DIOS. Hay muchas otras escrituras en la Biblia diciendo que tenemos que orarle SÓLO A DIOS.76

Cuando los discípulos de Jesús le preguntaron cómo orar, Él declaró, “PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS [no María que estás en los Cielos o los santos que están en los Cielos. Él no dijo santificado sean sus nombres, sino] santificado sea Tu nombre [el nombre de Dios].” Él no dijo vengan sus reinos o háganse sus voluntades, sino “VENGA TU REINO. HÁGASE TU VOLUNTAD, COMO EN EL CIELO, ASI TAMBIÉN EN LA TIERRA” (Mt. 6:9-10). Una vez más, las instrucciones de Cristo de cómo tenemos que orar elimina a cualquier persona con excepción de DIOS. De nuevo, si deseas ser maldecido por Dios, entonces simplemente órale a quien deseas aparte de Él. Pero si deseas ser bendecido, órale SOLAMENTE A DIOS.77

En este momento nos encontramos en el reino humano, el mundo, pero ya no somos de él.78 Desde nuestra regeneración le pertenecemos al Reino del Cielo.79 Jesús confirmó este hecho cuando le oraba A SU PADRE EN EL CIELO a nombre de Sus discípulos. Él le dijo a Su Padre: “Yo les he dado Tu Palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo” (Juan 17:14-16).

Una vez más, Cristo, como “el Hijo del hombre” y “el Hijo de Dios,” causó la salvación de nuestras almas y la redención de nuestros cuerpos80 siendo levantado en la cruz como el Cordero de Dios por nuestros pecados.81 Porque nuestro Señor fue levantado a la cruz como la serpiente, Él pudo tratar con el diablo con respecto a la destrucción del diablo, su muerte eterna, y el agarro que él tenía sobre aquellos que ahora son hijos de Dios.82 Como la serpiente, Cristo por nosotros causó la muerte de ambos el pecado y de Satanás en Su ser santo.83 Una vez más, cuando morimos al pecado, a Satanás y a nosotros mismo en la cruz, la manera egoísta, pecaminosa y satánica que vivíamos morirá y será enterrada allí con Cristo.84 Todo este poder sobrenatural, el cual fue entregado a nosotros para que pudiéramos mortificar cada cosa negativa en nosotros y en el reino humano corrupto, fue logrado por Cristo por nosotros en la cruz dos mil años atrás. Cuando nos damos cuenta que todas Sus realizaciones fueron por cuenta de nosotros, es decir, Él nos rescató fuera del reino humano a Su reino divino para que pudiéramos escapar el lago de fuego eterno con todos sus tormentos inimaginables85 y recibir Su vida eterna y dichosa en el Cielo,86 también entenderemos por qué la gente regenerada constantemente alaba a nuestro Señor Jesucristo, Su Padre, y al Espíritu Santo, quienes son tres en uno, por hacer esto por nosotros.87 Nosotros que somos salvos ahora somos del reino celestial. Cristo con Su Padre está obrando en nosotros y a través de nosotros mientras estamos aquí, para ayudar a aquellos que aún no son salvos en este reino humano. Por la resurrección de Cristo hemos alcanzado cada cosa positiva que está en Cristo para nosotros. Su resurrección también es nuestra resurrección porque ya no estamos viviendo para pecar. Al hacerse Cristo nuestro substituto, tomando en Sí Mismo nuestro lugar en la cruz para aniquilar nuestros viejos pecados y vida antigua, empezamos a darnos cuenta que tener la muerte de Cristo es la única manera de alcanzar la vida eterna y resucitada de Cristo para nosotros mismos.88 Esta es Su manera, y ésta es la única salida del reino humano al reino celestial.89 Esta es la única manera proporcionada por Dios para que escapemos los tormentos eternos en el lago del fuego. Jesús dijo que tenemos que perder nuestras vidas para alcanzar nuestra vida eterna en Él.

Solamente “los muertos serán resucitados incorruptibles” (1 Co. 15:52).90 Él lo dijo de esta manera: “Porque todo el que quiera salvar su vida [es decir, continuar haciendo su propia voluntad y viviendo su propia vida más bien que hacer la voluntad de Dios y dejar que Dios viva Su vida en ellos en este reino humano], la perderá [perderá la vida eterna]; y todo el que pierda su vida por causa de Mí [quienquiera que haga la voluntad de Dios y viva la vida de Dios en el reino humano], la hallará [alcanzará su vida eterna en el reino celestial de Dios]” (Mt. 16:25). Aquellos que rinden sus vidas a la muerte de Cristo alcanzarán, en la resurrección de Cristo, la vida de Cristo eternamente en el Cielo.

Tenemos que venir a Él mientras estamos en el reino humano con el propósito de hacer Su voluntad. Solo entonces podremos obtener la vida eterna y llegar a ser miembros de Su reino, “conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios [el reino celestial]” (Ef. 2:19).91

Esta es la continuación de la encarnación de Dios en este mundo en nosotros que somos los miembros funcionarios del Cuerpo colectivo de Cristo. Esta no es una religión muerta. Esto es ser nacido de nuevo a la vida de Dios, la cual es el Espíritu de Dios en nosotros, la vida del reino de Dios en nosotros.55 Jesús no fue levantado solo para redimirnos, Él fue levantado para darnos la vida de Dios, la cual es eterna.56 En el último día seremos resucitados de entre los muertos si, por Su Espíritu, continuamos en Su vida resucitada del Reino de Dios hasta el fin.57

Tener la vida eterna es tener a Dios con Su vida virtiéndose como una corriente o un río en nosotros.58 Nuestra vida es el Dios Todopoderoso Mismo, Cristo con Su Padre por el Espíritu derramándose en nosotros.59 Si estamos regenerados, Dios se está virtiendo en nosotros y a través de nosotros diariamente por Su encarnación en nosotros y por nuestra resurrección en Él.60 La encarnación continua del Dios Trino en nosotros trae nuestra redención, y Su resurrección en nosotros trae nuestra nueva vida con el poder de Dios en nosotros. Esta es nuestra vida en Él, que Él tiene que usar para que otros puedan ser salvos.61

La encarnación causó que Dios se hiciera un hombre así como Dios.62 Cristo estaba en el Reino de Dios.63 Una vez más, para poder tener la vida del reino humano, Él tuvo que nacer en el.64 Esta es la única razón por la cual Dios usó a María. Ella era una incubadora para traerlo a este reino humano como humano.65 Él tenía un alma humano, un espíritu humano, y un cuerpo humano.66 Sin embargo, debido al Espíritu del Dios Trino en Él, Él dijo, “Yo no soy de este mundo” (Juan 8:23). Cuando nosotros que somos del reino humano nacemos de agua y del Espíritu, nosotros también nos convertimos en hijos de Dios y tenemos en nosotros la vida del Reino de Dios.67 Esto no significa que debemos orarle a nuestras madres simplemente porque nos parieron en este reino humano cuando luego fuimos regenerados con la vida de Dios en nosotros, al igual que no deberemos orarle a la madre de Jesús simplemente porque parió un ser humano en el reino humano que contenía el Dios Trino. No fue obra de ella sino la de Dios.68

Una cosa que sabemos por seguro es que Jesús nunca le oró a Su madre ni mandó a nadie a que hiciera algo tan estúpido.69 La gente debe de leer la Biblia para que pueda ver lo completamente anti-Cristo que es que alguien le ore a cualquier persona o cosa que no sea Dios.70 Hay muchas ilustraciones en la Biblia con respecto a este tema. Un ejemplo es cuando el diablo le dijo a Jesús que le daría el mundo entero si solo caía y lo adoraba, es decir, si solo le orara al diablo y le solicitaría el mundo (como si el diablo lo poseyera, lo cual no es así).71 Dios creó al mundo y lo posea.72 El mundo fue adquirido ilícitamente por el diablo con sus mentiras.73 Cristo está recuperando el mundo por Su verdad.74 En el texto griego helénico original, Jesús reprendió al diablo diciendo, “Lárgate, y sigue largándote Satanás, porque está escrito y al presente está registrado, EL SE­ÑOR TU DIOS ADORARÁS [LE ORARÁS], Y SOLAMENTE A ÉL RENDIRÁS SERVICIO SAGRADO” (Mt. 4:10). La versión Reina-Valera dice, “Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios ADORARÁS [LE ORARÁS, PETICIONARÁS], y a ÉL SÓLO servirás.”

Jesús mandó al diablo a adorar/orarle SÓLO A DIOS. Con esto podemos ver que Cristo elimina orarle o adorar a la madre de Jesús, cualquier santo, persona o cosa excepto a Dios; estoy hablando de ángeles, santos, madres, padres, gobiernos, políticos, figuras de deporte, cantantes, estrellas de películas, esposos, esposas, hijos, parientes, animales, pájaros, pescados, insectos, música, obras de arte de cualquier clase, religiones, computadoras, el mundo, la lujuria, la carne, u orgullo en cualquier cosa del mundo o en el Cielo.75 Tenemos que adorar/orarle SÓLO A DIOS. El primer cápitulo de Gálatas declara dos veces, en los versículos ocho y nueve, que cualquiera que predique “otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.” Si deseas ser anatema, continúa orándole a la madre de Jesús, a los santos y a lo demás ya mencionado. Sin embargo, si tu deseo es ser bendecido por Dios y no maldecido, entonces órale SOLAMENTE A DIOS. Hay muchas otras escrituras en la Biblia diciendo que tenemos que orarle SÓLO A DIOS.76

Cuando los discípulos de Jesús le preguntaron cómo orar, Él declaró, “PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS [no María que estás en los Cielos o los santos que están en los Cielos. Él no dijo santificado sean sus nombres, sino] santificado sea Tu nombre [el nombre de Dios].” Él no dijo vengan sus reinos o háganse sus voluntades, sino “VENGA TU REINO. HÁGASE TU VOLUNTAD, COMO EN EL CIELO, ASI TAMBIÉN EN LA TIERRA” (Mt. 6:9-10). Una vez más, las instrucciones de Cristo de cómo tenemos que orar elimina a cualquier persona con excepción de DIOS. De nuevo, si deseas ser maldecido por Dios, entonces simplemente órale a quien deseas aparte de Él. Pero si deseas ser bendecido, órale SOLAMENTE A DIOS.77

En este momento nos encontramos en el reino humano, el mundo, pero ya no somos de él.78 Desde nuestra regeneración le pertenecemos al Reino del Cielo.79 Jesús confirmó este hecho cuando le oraba A SU PADRE EN EL CIELO a nombre de Sus discípulos. Él le dijo a Su Padre: “Yo les he dado Tu Palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo” (Juan 17:14-16).

Una vez más, Cristo, como “el Hijo del hombre” y “el Hijo de Dios,” causó la salvación de nuestras almas y la redención de nuestros cuerpos80 siendo levantado en la cruz como el Cordero de Dios por nuestros pecados.81 Porque nuestro Señor fue levantado a la cruz como la serpiente, Él pudo tratar con el diablo con respecto a la destrucción del diablo, su muerte eterna, y el agarro que él tenía sobre aquellos que ahora son hijos de Dios.82 Como la serpiente, Cristo por nosotros causó la muerte de ambos el pecado y de Satanás en Su ser santo.83 Una vez más, cuando morimos al pecado, a Satanás y a nosotros mismo en la cruz, la manera egoísta, pecaminosa y satánica que vivíamos morirá y será enterrada allí con Cristo.84 Todo este poder sobrenatural, el cual fue entregado a nosotros para que pudiéramos mortificar cada cosa negativa en nosotros y en el reino humano corrupto, fue logrado por Cristo por nosotros en la cruz dos mil años atrás. Cuando nos damos cuenta que todas Sus realizaciones fueron por cuenta de nosotros, es decir, Él nos rescató fuera del reino humano a Su reino divino para que pudiéramos escapar el lago de fuego eterno con todos sus tormentos inimaginables85 y recibir Su vida eterna y dichosa en el Cielo,86 también entenderemos por qué la gente regenerada constantemente alaba a nuestro Señor Jesucristo, Su Padre, y al Espíritu Santo, quienes son tres en uno, por hacer esto por nosotros.87 Nosotros que somos salvos ahora somos del reino celestial. Cristo con Su Padre está obrando en nosotros y a través de nosotros mientras estamos aquí, para ayudar a aquellos que aún no son salvos en este reino humano. Por la resurrección de Cristo hemos alcanzado cada cosa positiva que está en Cristo para nosotros. Su resurrección también es nuestra resurrección porque ya no estamos viviendo para pecar. Al hacerse Cristo nuestro substituto, tomando en Sí Mismo nuestro lugar en la cruz para aniquilar nuestros viejos pecados y vida antigua, empezamos a darnos cuenta que tener la muerte de Cristo es la única manera de alcanzar la vida eterna y resucitada de Cristo para nosotros mismos.88 Esta es Su manera, y ésta es la única salida del reino humano al reino celestial.89 Esta es la única manera proporcionada por Dios para que escapemos los tormentos eternos en el lago del fuego. Jesús dijo que tenemos que perder nuestras vidas para alcanzar nuestra vida eterna en Él.

Solamente “los muertos serán resucitados incorruptibles” (1 Co. 15:52).90 Él lo dijo de esta manera: “Porque todo el que quiera salvar su vida [es decir, continuar haciendo su propia voluntad y viviendo su propia vida más bien que hacer la voluntad de Dios y dejar que Dios viva Su vida en ellos en este reino humano], la perderá [perderá la vida eterna]; y todo el que pierda su vida por causa de Mí [quienquiera que haga la voluntad de Dios y viva la vida de Dios en el reino humano], la hallará [alcanzará su vida eterna en el reino celestial de Dios]” (Mt. 16:25). Aquellos que rinden sus vidas a la muerte de Cristo alcanzarán, en la resurrección de Cristo, la vida de Cristo eternamente en el Cielo.

Tenemos que venir a Él mientras estamos en el reino humano con el propósito de hacer Su voluntad. Solo entonces podremos obtener la vida eterna y llegar a ser miembros de Su reino, “conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios [el reino celestial]” (Ef. 2:19).91

CRISTO EXIGE TODA
NUESTRA ATENCIÓN

El siguiente paso para nosotros en Cristo es la transformación. Después de que somos regenerados, necesitamos ser transformados y continuar diariamente en el proceso de transformación de Dios.92 Somos transformados tomando a Cristo en nosotros a toda hora. Tenemos que comer, beber, y respirar a Cristo diariamente para que continuamente podamos morar en Él quien es nuestra vida.93 Jesús exige esta atención constante de nosotros por nuestro bien para que podamos tener vida eterna hasta el fin.94

Si no estamos totalmente centrados en Él, no tendremos ningún lugar con Él en el Cielo.95 Jesús ilustra esto en el sexto capítulo de Juan, versículos cincuenta y tres al cincuenta y cuatro. Si no le estamos dando toda nuestra atención a Él, los millones de voces, distracciones y ruidos del mundo serán lo único que oímos.96 No podremos oír Sus incitaciones vitales, que son las mismas cosas que causan que el mundo vea Su luz en nosotros, la cual es la encarnación de la Palabra de Dios que está en nosotros en este mundo de hoy.97 Sin nuestro foco total sobre el Señor para que podamos seguir todas Sus incitaciones, no habría ninguna evidencia de Su presencia continua en el mundo. Tenemos que depender de Él completamente.98 Él también depende de nosotros.99 El Espíritu Santo necesita cuerpos humanos regenerados en quienes vivir y obrar.100 No podemos oírle ni hacer lo que Él nos incita a hacer si no estamos constantemente atentos a Su voz.

Juan, capítulo cuatro, versículos trece a catorce, nos muestra cómo beber de Cristo. El sexto capítulo de Juan, versículos cincuenta y tres a cincuenta y cuatro, nos enseña cómo comer de Cristo. El capítulo catorce de Juan, versículos quince a dieciséis y veintitrés, junto con Juan capítulo quince, versículos cuatro a cinco y siete nos enseñan cómo morar en Él, y Juan capítulo veinte, versículo veintidós, nos muestra cómo respirarlo a Él. Cuando diariamente respiramos el Espíritu dador de vida, que es Cristo, somos refrescados y rejuvenecidos cada día, lo cual mortifica nuestra propia voluntad.101 El Señor, la Palabra, es nuestro rejuvenecimiento o refresco diario.102 Tenemos que ser rejuvenecidos por Cristo cada minuto de cada día. Cuando comemos, bebemos y respiramos a Cristo, la Palabra, no solo podemos habitar en Él, sino que somos transformados de bebés en Cristo a la plenitud de Cristo.103

Si tu voluntad es venir a Dios en Cristo y nacer de nuevo para que Dios pueda ser tu nuevo Padre y tú Su hijo; si deseas ser transformado por el desarrollo diario del poder de Dios en ti, también como Su poder sobre el pecado, el diablo, el mundo y tu carne, entonces completamente entrégale tu vida humana a Cristo ahora mismo. Si lo haces, inmediatamente puedes recibir Su vida divina e inmortal ahora mismo. Dios nos dice, “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (2 Co. 6:2). No sabemos si viviremos otro día, otra hora, o aún otro minuto.104 Pídele a Cristo con Su Padre por el Espíritu que te convierta en Su querido hijo ahora mismo diciendo esta oración:

Oración

Mi Señor y mi DIOS, ten misericordia de mi alma pecadora.1 Yo creo que JESUCRISTO es el Hijo del DIOS viviente.2 Creo que Él murió en la cruz y derramó Su preciosa sangre para el perdón de todos mis anteriores pecados. 3 Creo que Dios resucitó a Jesús de entre los muertos por el poder del Espíritu Santo4y que Él está sentado a la diestra de DIOS en este momento, escuchando mi confesión de pecado y esta oración.5 Abro la puerta de mi corazón, y Te invito en mi corazón, Señor JESÚS. 6 Lava todos mis pecados sucios en la preciosa sangre que Tú derramaste por mí en la cruz del Calvario. 7 Tú no me rechazarás, Señor JESÚS; Tú perdonarás mis pecados y salvarás mi alma. Lo sé porque Tu Palabra, la Biblia, así lo dice. 8 Tu Palabra dice que Tú no rechazarás a nadie, y eso me incluye a mí.9 Por eso sé que Tú me has escuchado, sé que me has contestado, y sé que soy salvo.10 Y Te doy gracias, Señor JESÚS, por salvar mi alma, y Te mostraré mi agradecimiento haciendo como Tú mandas y no pecar más. 11

Usted acaba de completar el primer paso en una serie de cinco pasos que se requieren para recibir la salvación. Su segundo paso es negarse a sí mismo y aceptar la cruz cada día con el propósito de mortificarse, es decir, para darle muerte a su propia voluntad, a su ser autosuficiente, y al mundo con todos sus deseos. Todos estos tienen que ser bautizados en la muerte de Cristo. El tercer paso es su resurrección de la vida satánica de Adán a la vida libre de pecados de Cristo. El cuarto paso es su ascensión a una posición de autoridad para reinar por Dios en la tierra, y el quinto paso es reinar por Dios en la tierra hasta el fin con el propósito de traer el reino del Cielo a la tierra. Usted tiene que aprender la Palabra de Dios, luego someterse y hacer lo que la Palabra dice, para que la Iglesia y el mundo puedan ver pruebas de su sumisión a la Palabra de Dios, Su orden, y Su autoridad en usted y por usted.
Alabado sea el Señor. Que Dios lo recompense abundantemente.

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Tony Alamo Christian Ministries is a division of Music Square Church, Inc. © Propiedad literaria abril, 2001, Todo derecho reservado Pastor Mundial Tony Alamo ® Registrado abril, 2001


Notas del :

1 Jn. 17:2-3, 20:31, Ro. 5:17-21, 6:3-13, 22-23, 8:2, 10, Gá. 2:20, 3:26-27, Col.3:1-10, 2 Ti.1:10, 1 Jn. 5:20 vuelva

2 Jn. 1:12-13, 3:3-7, 1 P. 1:23, 1 Jn. 3:9 vuelva

3 Lc. 16:15, Ro. 3:9-18, 23, 5:12, 6:20-21, 23, 7:5, 8:6-8, 13, 1 Co. 6:9-10, Gá. 5:17, 19-21, Ef. 2:11-12 vuelva

4 Ef. 5:26-27, Fil. 2:14-15, 1 Ts. 5:23, 2 P. 3:14, Ap. 21:6-8, 27, 22:14-15 vuelva

5 Jn. 4:24, Ro. 8:1-17, 1 Co.12:12-14, 2 Co. 1:21-22, Gá. 4:3-7, Ef. 2:13-22 vuelva

6 Jn. 1:13, 3:3-7, 6:53-57, Ro. 8:14-17, 2 Co. 5:17 vuelva

7 Mt.18:3, 13:24-30, 37-46, Jn. 3:1-7, 18:36, He. 12:28, Ap. 12:10 vuelva

8 Mt. 16:24-25, Mr. 16:16, Ro. 6:3-13, 7:4-6, 8:10-11, 1 Co. 15:22, Gá. 3:27, Ef. 2:1-6, Fil. 3:10-11, Col. 2:10-15, 2 Ti. 2:11, 1 P. 3:18, 21 vuelva

9 Mt. 13:23, 18:3, Jn. 1:4, 12-13, 3:3-8, 4:10, 13-14, 5:24-26, Ro. 6:4-11, 8:1-3, 6, 9-11, 13-17, 1 P. 1:3-5 vuelva

10 Ro. 5:14, 7:25, 8:3-8, 1 Co. 15:22, 45-50, Ef. 4:22, Col. 2:13 vuelva

11 Jn. 10:9-10, Ro. 7:4-6, 8:10-11, 12:5, 1 Co. 12:12-14, 2 Co. 5:17-19, Ef. 2:10, 13-22, 4:22-24, 2 Ti. 2:21, Tit. 2:14 vuelva

12 Jn. 3:3-7, 5:24, Gá. 4:4-5, Ef. 2:18-22, Col. 1:12-14 vuelva

13 Jn. 1:12-13, 3:5, Ro. 6:3-6, 8:13-16, 1 Co. 1:30, 6:11, Ef. 2:1, 5-6, 2 Ts. 2:13, 1 P. 1:22-23 vuelva

14 Mt. 18:11, 20:28, Jn. 1:1-4, 7, 14, Gá. 4:3-5 vuelva

15 Jn. 1:10. 14, 3:13, 31, 6:33, 38, 51, 8:23 vuelva

16 Is. 7:14-15, 9:6, 11:10, Mt. 21:9, Lc. 2:11-12, Jn. 1:14, Ro. 1:3, 8:3, He. 2:9, 14, 1 Jn. 4:2-3, 9 vuelva

17 Is. 7:14-15, 9:6, 11:10, Mt. 21:9, Lc. 2:11-12, Jn. 1:14, Ro. 1:3, 8:3, He. 2:9, 14, 1 Jn. 4:2-3, 9 vuelva

18 Mt. 26:41, Ro. 6:6-16, 7:15-25, 8:1-13, 2 Co. 4:16, 1 Ts. 5:23 vuelva

19 Jn. 15:18-19, 17:14-16 vuelva

20 Jn. 1:14, 4:34, 5:30, 6:38-40, 9:4-5, 14:10-12, Gá. 4:4-5, Fil. 2:5-11, He. 5:8-9 vuelva

21 Is. 11:5, 53:9, Mt. 27:3-4, Jn. 7:18, 1 Co. 1:24, 2 Co. 5:21, Col. 1:19 vuelva

22 Is. cap. 53, Mt. 26:28, Jn. 1:29, 10:11, 1 Co. 15:3, 2 Co. 5:21, 1 P. 2:21-22, 24, 3:18, 1 Jn. 2:2 vuelva

23 Mt. 5:48, Jn. 17:23, Ef. 5:26-27, 1 P. 1:15-16, 18-20, Ap. 22:11 vuelva

24 Ro. 3:23, 5:12, Ef. 2:1-3, Col. 2:13-15 vuelva

25 Mt. 26:41, Jn. 6:63, 14:6, 15:5, Gá. 2:20 vuelva

26 1 Co. 10:13, 2 Co. 12:9-10 vuelva

27 Lv. 20:26, 1 P. 1:15 vuelva

28 Mt. 5:48, Jn. 17:21-23, Hch. 10:22, Ro. 8:1, 37, 12:1-2, 1 Co. 2:5-6, 2 Co. 13:11, Ef. 4:11-15, 5:25-27, Fil. 3:7-16, Col. 4:12, 1 Ti. 6:14, 2 Ti. 3:14-17, He. 2:9-11, 12:22-24, 1 Jn. 2:13-14, Ap. 3:5, 21:2-3, 27, 22:11-12 vuelva

29 Mt. 28:18, Jn. 1:12, 8:36, 15:4-5, Ro. 8:37, 1 Co. 1:25, 2:14, Gá. 4:3-5, Ef. 2:11-19, Fil. 4:13, Col. 1:29, Ap. 12:11 vuelva

30 Mt. 26:28, Ro. 3:23-26, 5:8-10, He. 9:14-15, 1 P. 1:18-19 vuelva

31 Gn. 2:16-17, 3:13-19, 1 Co. 15:22, Gá. 3:13 vuelva

32 Is. 33:14, Mt 3:12, 8:12, 10:28, 13:40-42, 18:8, 25: 41, 46, Mr. 9:43-44, Lc. 16:20-26, 1 Ts. 1:7-10, Ap. 14:10-11 vuelva

33 Mt. 10:22, Ro. 8:1-15, Gá. 3:13-14, 6:8, 1 Ts. 4:1-7, He. 12:14-15 34. vuelva

34 Mt. 24:13, Ro. 8:1, 31-34, 2 Co. 5:17-21, Ef. 2:12-22, Col. 2:13-15 vuelva

35 Lc. 9:23-24, Ro. 8:13, 1 Co. 9:27, 15:31, Gá. 2:20, Col. 3:3, 5 vuelva

36 Jn. 16:33, Ro. 6:6-14, 8:12-13, 37, Col. 2:9-10, 1 Jn. 2:13-14, 3:8-9, 4:4, 5:4-5, Ap. 2:26, 21:7 vuelva

37 Jn. 15:3-6, Ro. 12:2, Ef. 4:22-24, Col. 3:9-10, Col vuelva

38 Tit. 3:5-7. 2:13-15 39. Ro. 6:5-8 vuelva

39 Ro. 6:5-8 vuelva

40 Ro. 8:8-16, 2 Co. 6:14-18, Gá. 5:16-2 vuelva

41 2 Ti. 4:10 vuelva

42 2 Co. 5:7, Col. 3:1-4, He. 11:24-27, 1 Jn. 2:15-17, 5:4, Ap. 12:11 vuelva

43 Gn. 3:1-6 vuelva

44 Mr. 16:19, Lc. 22:69, Hch. 2:33, 5:30-31, 7:55-56, Ro. 8:34, Col. 3:1, He. 10:12, 12:2, 1 P. 3:21-22 vuelva

45 1 Co. 1:17-30 vuelva

46 Ro. 7:22-25, 8:14-17, Gá. 4:3-5, 5:1, Ef. 2:11-17, Col. 2:13-15, He. 2:9-10, 14-15 vuelva

47 Mt. 18:3, Jn. 3:3-7, 6:50-51, 57, Ro. 6:3-23, 7:6, 24-25, 8:6, 9, 13-14, Ef. 2:1-10, 4:21-24, Tit. 3:5-6, 1 P. 1:2-3, 22-23, 2 P. 1:3-4 vuelva

48 Jn. 2:24-25, 8:11, 31-32, 36, 12:25, 15:9-11, Hch. 20:22-24, Ro. 7:5, 8-11, 14-25, 8:1-15, 35-39, 11:22, 1 Co. 9:24-27, 15:31, 2 Co. 4:16, Gá. 5:16-18, 24, Fil. 3:7-16, 4:13, Col. 1:9-11, 21-23, 3:1-6, 4:2, Tit. 2:11-14, 1 P. 1:3-5, 4:1-3, 7, 2 P. 1:5-13 vuelva

49 Jn. 15:3-5, Ro. 6:6-13, 7:5-6, 2 Co. 5:17, Gá. 6:15, Ef. 2:1-6, 4:22-24, Col. 2:10-15, 3:9-10 vuelva

50 Mr. 16:19, Jn. 20:17, Hch. 1:9-11, 1 Co. 15:3-4, Ef. 4:8-10 vuelva

51 Ez. 36:27, Jn. 1:4, 14:23, 15:1-11, 16:13-14, 17:21-23, 26, 1 Co. 3:9, 6:19-20, 15:10, 2 Co. 5:17-21, Gá. 2:20, Ef. 2:18-20, 3:16-21, Col. 1:27-29, 1 Jn. 3:24, 2 Jn. 9 vuelva

52 Ez. 36:27, Jn. 1:4, 14:23, 15:1-11, 16:13-14, 17:21-23, 26, 1 Co. 3:9, 6:19-20, 15:10, 2 Co. 5:17-21, Gá. 2:20, Ef. 2:18-20, 3:16-21, Col. 1:27-29, 1 Jn. 3:24, 2 Jn. 9 vuelva

53 Jn. 1:12-13, Ro. 8:14-17, Gá. 4:4-7, Ef. 2:13-22, 1 Jn. 3:1-2 vuelva

54 Mt. 16:13, 16-17, 18:11, Jn. 1:12, 17-18, 29, 34, 3:16-17, 6:69, Ro. 8:14-17, Gá. 4:6-7, Ef. 5:23, 30, 1 Jn. 4:9, 13-16 vuelva

55 Ro. 8:13-17, 1 Co. 6:19-20, Gá. 2:20, Tit. 3:4-8 vuelva

56 Jn. 3:15-17, 5:24, 6:54-58, 68-69, 10:10-11, 27-28, 17:1-3, Ro. 2:7, 5:21, 6:22-23, 1 Ti. 1:16, 6:12, Tit. 1:2, 3:7, 1 Jn. 2:24-25, 5:11-13 vuelva

57 Mt. 24:13, Jn. 5:29, 6:39-40, 54, 11:25-26 vuelva

58 Sal. 36:9, Lc. 18:1, 21:36, Jn. 4:13-14, 14:20-21, 23, 15:4-5, 1 Ts. 5:17, Ap. 21:6-7, 22:17 vuelva

59 Jn. 3:15-16, 36, 6:35, 40, 63, 7:37-39, 11:25-26, 14:6-21, 26-27, 17:21-23, 26, Ro. 8:2, 10-11, 1 Co. 3:16, 6:19, 15:31, 2 Co. 3:6, 4:16, Gá. 6:8, Ef. 4:23-24, Fil. 3:8-11, Col. 3:10, 1 Jn. 5:12, Ap. 3:20 vuelva

60 Ez. 36:27, Jn. 14:15-20, 23, 26, 15:1-11, 17:21-23, 26, Ro. 8:1, 10-11, Ef. 3:16-21, He. 8:10, Ap. 3:20-21 vuelva

61 Mr. 16:15, Ro. 12:1-2, 1 Co. 3:16-17, 6:19-20, 2 Co. 5:17-21, 6:16-18, Gá. 2:20, Ef. 2:18-22, Col. 1:27-29, 2:9-10, 1 Jn. 3:6, 24, 4:4 vuelva

62 Mt. 21:9, Lc. 2:6-7, 11-12, Jn. 1:1-5, 14, 4:25-26, 6:51, 8:16, 14:6-11, Gá. 4:4-7, Fil. 2:6-11, 1 Ti. 2:5-6, 3:16, Tit. 2:11-14, He. 2:14-18, 1 Jn. 4:2-3, Pr 9 vuelva

63 8:22-31, Jn. 1:1-3, 3:13, 16-17, 19, 8:58, He. 7:3, 1 Jn. 5:6-7 vuelva

64 Is. 7:14, 9:6, Mt. 1:23 vuelva

65 Is. 7:14, 9:6, Mt. 1:18, 23, Lc. 11:27-28 vuelva

66 Hch. 13:23, Lc. 11:27-28, Fil. 2:5-8, He. 2:14-18 vuelva

67 Jn. 3:5-7, 17:2-3, 11, 21-23, Hch. 4:12, 1 Co. 3:16-17, 2 Co. 5:17-21, 6:16 vuelva

68 Ex. 34:14, Dt. 5:8-9, 6:14-15, 8:19, Mt. 4:10, Ap. 19:10 vuelva

69 Mt. 4:8-10, 10:37, 12:46-50, Lc. 11:27-28, Jn. 2:3-5 vuelva

70 Ex. 20:3-5, Dt. 5:7-10, Jue. 3:9, 15, 4:3, 23-24, 1 S. 7:3-6,10-13, 2 Cr. 7:14, Sal. 3:4, 18:6-17, 30:2, 66:19, 99:6-9, 106:44, 145:18, Jon. 2:1-2, 10, Mt. 4:8-10, 6:6, Lc. 11:1-2, Fil. 4:6, Ap. 8:3-4, 15:3-4 vuelva

71 Gn. 1:1, 21, 27, 2:3, 5:1-2, Is.45:8, 12, 18, Mt. 4:8-9, Lc. 4:5-8, Ef. 3:9, Col. 1:16, 3:10, Ap. 3:14, 4:11,10:6 vuelva

72 Gn. cap. 1 y 2, Sal. 50:10-12, Is. 40:28, Jn. 1:1-3, Mr. 10:6, 13:19, Ef. 3:9, Col. 1:16-17, He. 1:2 vuelva

73 Gn. cap. 3, Jn. 8:44, Ro. 5:12 vuelva

74 Jn. 1:14, 17, 8:31-32, 12:31-32,14:6, Ro. 5:17, Gá. 4:3-7, Ef. 4:21-24, 5:13-14, Col. 1:13-15, 2:13-15, He. 2:14-17, Stg. 1:18, 1 Jn. 5:4-5, Ap. 21:6-7 vuelva

75 Jue. 13:15-16, Mt. 6:1-2, 5, 7-8, 19, 10:37-39, 19:29, Hch. 7:38-43, 10:25-26, Ro. 1:21-32 vuelva

76 Jue. 3:9, 15, 4:3, 23-24, 2 Cr. 7:14, Sal. 3:4, 18:6, 30:2, 66:19, 99:6-8, 106:44, 145:18, Jon. 2:1-2, 10, Mt. 6:6, Lc. 11:1-2, Fil. 4:6, Ap. 8:3-4 vuelva

77 Jue. 16:28-30, 1 S. 1:10-17, 19-20, 12:9-11, 1 R. 17:18-24, 18:36-38, 2 R. 13:3-5, 19:14-19, 32-35, 20:1-7, 11, 1 Cr. 4:10, 2 Cr. 13:14-18, 14:11-15, 15:12-15, Hch. 12:5-17, 27:35 vuelva

78 Jn. 1:9-12, 3:16-21, 8:12, 23, 12:46-47, 16:33, He. 11:13-16, 1 Jn. 2:15-17, 4:4-6 vuelva

79 Ro. 8:14-18, 1 Co. 9:24-27, He. 11:13-16, 13:14 vuelva

80 Mt. 20:28, Hch. 16:31, Ro. 3:24-26, 5:1, 10, 2 Co. 5:18-21, Gá. 1:4, Ef. 2:14-22, Col. 1:12-14, 1 Ti. 1:15, He. 2:14-15, Ap. 1:5 vuelva

81 Ex. 12:3-13, Jn. 12:32-36, Gá. 3:13-14, 1 P. 1:18-21, Ap. 5:9-12, 14:3-4 vuelva

82 Jn. 3:14, Col. 2:13-15 vuelva

83 Jn. 3:14, Ro. 5:1-2, 8-21, 6:10, Ef. 2:11-17, Col. 2:13-15 vuelva

84 Mt. 16:24-25, Ro. 6:2-14, 8:13, Gá. 2:20, 5:24, 6:14, Fil. 3:10-11, Col. 2:10-15, 3:1-3, 1 P. 2:22, 24 vuelva

85 Is. 33:14, Mt. 3:12, 8:12, 10:28, 13:40-42, 18:8, 25:41, 46, Mr. 9:43-44, Lc. 16:20-26, 1 Ts. 1:7-10, Ap. 14:10-11 vuelva

86 Job 3:17, Mt. 6:20, 13:43, Lc. 12:32, Jn. 14:2-3, 2 Co. 5:1, Col. 1:5, 12, He. 10:34, 11:10, 16, 12:28, 13:14, 1 P. 1:3-4, 2 P. 3:13, Ap. 7:9, 13-17, 21:1-5, 9-27, 22:1-5 vuelva

87 Dt. 4:35, 39, Is 9:6, 44:6, Mt. 1:23, Jn. 1:1-3, 10-14, 4:23-24, 10:30, 14:6-11, 13, 20, 23, 15:26, 17:21, 1 Co. 8:6, Col. 2:9-10, 1 Jn. 2:23, 5:7, 20 vuelva

88 Ex. 33:20, Jn. 3:3,12:24, 1 Co. 15:42-44, 47-54, Ef. 4:22-24, He. 12:14, 1 P. 1:22-23 vuelva

89 Mt. 16:24, Jn. 10:1, 12:23-24, 14:6, 15:5, Hch. 4:12, Ro. 6:2-13, 8:10-11, 1 Co. 15:22, Gá. 2:20, 5:24, Ef. 2:1-6, Fil. 3:10-11, Col. 2:10-15, 3:1-3, He. 5:8-9 vuelva

90 1 Co. 15:42-57 vuelva

91 Ef. 2:11-22 vuelva

92 2 Co. 4:16, Ef. 4:13-16, 22-24, Col. 3:9-11 vuelva

93 Jn. 4:10, 14, 6:48-58, 15:1-7, 1 Co. 10:3-4, 12:13, 2 Co. 5:17, Gá. 5:16, 25, Ef. 5:18-20 vuelva

94 Is. 26:3, Mr. 12:29-31, Lc. 10:25-28, Jn. 6:68, 10:27-28, 17:3 vuelva

95 Mt. 6:19-24, 10:37-39, 16:24-26, Lc. 18:1, Jn. 12:25-26, Ro. 13:14, Col. 3:1-4, 4:2, 1 Ts. 5:17-18, 1 Ti. 4:13-16, 2 Ti. 2:16 vuelva

96 Mt. 13:22, Gá. 5:16-17, 1 Jn. 2:15-17 vuelva

97 Mt. 5:14-16, Lc. 12:11-12, Jn. 6:63, 10:3-4, 27, 16:13-15 vuelva

98 Jn. 6:68, Hch. 17:24-28, 1 Co. 8:6 vuelva

99 1 Co.3:8-9, 2 Co. 5:18-20, 6:1 vuelva

100 Ez. 36:27, Jn. 15:7, 14, Hch. 1:8, Ro. 8:1, 9-11, 1 Co. 3:16-17, 6:19-20, 2 Co. 6:16-18, Gá. 2:19-20, Ef. 2:10, 18-22, Fil. 2:13, Col. 1:27-29, 2 Ti. 3:14-17, He. 8:10, 1 Jn. 2:3-5, 3:24 vuelva

101 Ro. 8:13, 13:14, Gá. 2:20, 5:16-17, 24, 2 Co. 4:16, Tit. 2:12, 1 P. 4:1-2 vuelva

102 Jos. 1:8, Sal. 19:7-11, Lc. 8:11, 15, Jn. 6:63, 15:3, 17:17, Hch. 20:32, Ef. 5:25-27 vuelva

103 Jn. 4:13-14, 6:53-58, 14:15-16, 23, 15:4-5, 7, 20:22, Ef. 3:17-19, 4:10-15, Col. 2:6-7, 9-10 vuelva

104 Mt. 24:42-44, 25:13, Lc. 12:16-21, 1 Ts. 5:2, 6, Stg. 1:10-11, 4:13-14, 1 P. 1:24, Ap. 16:15 vuelva

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Notas de la Oración:

1. Sal 51:5, Ro. 3:10-12, 23 vuelva

2. Mt. 26:63-64, 27:54, Lc. 1:30-33, Jn. 9:35-37, Ro. 1:3-4 vuelva

3. Hch. 4:12, 20:28, Ro. 3:25, 1 Jn. 1:7, Ap. 5:9 vuelva

4. Sal. 16:9-10, Mt. 28:5-7, Mr. 16:9, Jn. 2:19, 21, 10:17-18, 11:25, Hch. 2:24, 3:15, Ro. 8:11, 1 Co. 15:3-6 vuelva

5. Lc. 22:69, Hch. 2:25-36, He. 10:12-13 vuelva

6. Ro. 8:11, 1 Co. 3:16, Ap. 3:20 vuelva

7. Ef. 2:13-22, He. 9:22, 13:12, 20-21, 1 Jn. 1:7, Ap. 1:5, 7:14 Ef. 2:13-22, He. 9:22, 13:12, 20-21, 1 Jn. 1:7, Ap. 1:5, 7:14 vuelva

8. Mt. 26:28, Hch. 2:21, 4:12, Ef. 1:7, Col. 1:14 vuelva

9. Ro. 10:13, Stg. 4:2-3 vuelva

10. He. 11:6 vuelva

11. Jn. 8:11, 1 Co. 15:10, Ap. 7:14, 22:14 vuelva