LA COSA VERDADERA
EL TRATO VERDADERO

Por
Tony Alamo

Ningunas de las cosas que vemos, probamos, tocamos, sentimos ni de las cuales tomamos parte en este mundo actual son genuinas ni verdaderas. Son sólo simbólicas de Cristo, del Cielo, y de todos los tesoros en el Cielo.1 Las cosas verdaderas o Celestiales duran para siempre. Pero este mundo y todo lo que está en él está pronto por terminar; por lo tanto, este mundo no es el mundo verdadero.2 El mundo verdadero es el Cielo. Todo lo que podemos ver, tocar, y tomar parte de fue creado por Cristo.3 Cristo hizo que todo lo que podemos ver, tocar y tomar parte de en el mundo sea simbólico de Sí Mismo.4 Él es nuestra vida verdadera y eterna, nuestro alimento, nuestra agua, nuestra ropa, nuestra luz, y nuestro domicilio, nuestra casa eterna.5 Él solo es nuestro todo, nuestro “todo en todos.” (1 Co. 15:28).6

De nuevo, la tierra es simbólica de Cristo. El tercer día de la creación, Dios separó la tierra seca de las aguas.7 Antes de que esto sucediera, la tierra seca fue enterrada bajo las aguas.8 La tierra elevándose fuera de las aguas fue simbólica de Cristo resucitando de entre los muertos el tercer día después de Su crucifixión, la cual vemos en el Nuevo Testamento.9 La tierra es simbólica de Cristo, porque toda cosa viviente sale de Cristo,10 quién es “la Vida” de todo, incluyendo de nosotros mismos.11 Dios creó al hombre en Su propia imagen fuera del polvo de la tierra. Él le dio vida al hombre, y Él le dio Su autoridad al hombre.12 Cristo, la tierra, nos provee todo para mantener nuestra vida temporal hasta que muramos. Esto de nuevo incluye nuestro alimento, nuestra agua, el aire, la ropa, la luz del sol, que Cristo creó ambos para que podamos ver y para hacer que crezcan cosas en la tierra para nuestra sustentancia, y nuestros cuerpos, que alojan nuestras vidas temporales, nuestros espíritus.13

La ciudad y el templo, que fueron edificados en la tierra de Canaán, son símbolos de la plenitud de Cristo. Ellos representan Su cuerpo, la iglesia.14 De nuevo, Cristo es nuestro todo. Puesto que salimos de Adán y Eva, nuestro padre y nuestra madre de tierra, somos terrenales.15 Si nuestro deseo es tener vida eterna, tenemos que entrar al reino espiritual a través de la crucifixión y resurrección de Cristo mientras estamos en esta tierra.16 Luego, mientras estamos aún en la tierra, nosotros, con Cristo en nosotros, tenemos que empezar a edificar la ciudad y el templo eterno del Cielo en el cual vivir eternamente. La ciudad y el templo en el Cielo son Cristo, la plenitud de Cristo, y la plenitud de Dios. Nosotros, el Cuerpo y la iglesia de Cristo, salimos del cuerpo crucificado y resucitado de Cristo.17 Eva fue sacada del cuerpo de Adán.18 Nosotros que somos la novia de Cristo somos sacados del cuerpo de Cristo. Nosotros, juntos con Cristo, somos la novia de Cristo, la Nueva Jerusalén, la ciudad Celestial de Dios.19 Él ya no está solo con nosotros, como lo fue con Sus discípulos cuando Él estaba en el mundo. Él con Su Padre por el Espíritu está viviendo ahora dentro de nosotros, haciéndonos uno con Él. Juntos somos la ciudad Celestial y el templo allí.20

HABLEMOS DE JESÚS

De nuevo, en este mundo, la tierra de Canaán es símbolo de Cristo, quién es todo. La ciudad y el templo que fueron construidos en la tierra de Canaán son símbolos de la plenitud de Cristo, que es Su cuerpo, la iglesia. Vamos a hablar de Jesús, del cual y sobre el cual la plenitud de Cristo, la iglesia, es edificada. Esto de ninguna manera es solo Cristo y una iglesia. Es Jesús, quién es nuestro todo, la plenitud de Cristo, que es Su cuerpo, y la iglesia también. Lo que quiero decir es que Dios jamás hubiera podido obrar hacia la salvación de almas perdidas sin un cuerpo humano físico en cual vivir y obrar.21

Cristo siempre permitió que Dios obrara ambos en y a través de Él.22 Vemos en la Biblia que la obra de Dios, la cual fue cumplida a través de Cristo, no fue cumplida solo con Cristo sentado en una iglesia, cantando himnos, palmeteando y levantando Sus manos hacia el Cielo, y dando testimonios. Dios usó el cuerpo físico de Cristo para obrar Sus poderosas obras, casi siempre fuera de las sinagogas.23 Cristo casi nunca estaba adentro de las sinagogas o los templos hechos por hombre. Así que, si hemos tomado nuestra cruz y estamos siguiendo a Cristo, lo cual significa dejar que Dios haga Su obra a través de Cristo ambos en y a través de nosotros, como Cristo dijo que tenemos que hacer, entonces Dios en Cristo está haciendo Su obra divina en aquellos de nosotros que somos la plenitud de Su cuerpo, la iglesia.24

Si nos sentamos en una iglesia uno, dos o hasta siete días de la semana, pero no hacemos nada excepto escuchar mensajes, cantar himnos, dar testimonios, quizás echar unas monedas en la ofrenda, o solo leer y orar, no estamos haciendo la clase de obra que Dios hace en cuerpos humanos. No sólo tenemos que ser una iglesia, tenemos que ser la plenitud del cuerpo de Cristo para que Dios en Cristo pueda usar nuestros cuerpos como Él usó el cuerpo humano físico de Jesús.25 Si nosotros somos la plenitud del cuerpo espiritual, Celestial de Cristo en la tierra, entonces Dios en Cristo está haciendo todo en nuestros cuerpos físicos hoy día que Él hizo en el cuerpo físico de Cristo dos mil años atrás.26 La Biblia llama a aquellos de nosotros en quienes Dios en Cristo está obrando completamente aquí en la tierra “la plenitud de Cristo” (Ef. 4:13) y la “plenitud de Dios” (Ef. 3:19). Dios ha puesto todo bajo los pies de Cristo. Él hizo que Cristo fuese la “cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es Su cuerpo, la plenitud de Aquel [Cristo] que todo lo llena en todo” (Ef. 1:22-23).

El Apóstol Pablo por el Espíritu le dice a cada discípulo que hemos de “conocer el amor de Cristo” (Ef. 3:19). “Este es el amor a Dios, que guardemos Sus mandamientos” (1 Juan 5:3), “QUE [PODAMOS ESTAR] LLENOS DE TODA LA PLENITUD DE DIOS” (Ef. 3:19).27 Por esto es que Jesús dijo, “Vosotros sois Mis amigos, si hacéis [COMPLETAMENTE] lo que Yo os mando” (Juan 15:14).28 Jesús también dijo, “El que no es conmigo, contra Mí es” (Mt. 12:30). Esto quiere decir que están completamente contra Jesús.

NINGUNA PRETENSIÓN

Cristo, quien es nuestra cabeza, necesita nuestros cuerpos en los cuales obrar.29 Nosotros, quienes somos Su cuerpo, los cuerpos en los cuales Él obra, necesitamos a Cristo nuestra cabeza para decirnos lo que Él quiere que hagamos.30 También lo necesitamos porque Él es nuestra vida.31 No podemos pretender ser Cristianos y esperar entrar al Cielo. Verdaderamente tenemos que ser la plenitud de Cristo, y Él verdaderamente tiene que ser la plenitud en nosotros, si hemos de entrar al Cielo.

Sin Cristo, estamos muertos espiritual-mente.32 Pablo por el Espíritu nos dice cómo es que estamos muertos sin Cristo. “Y Él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire [Satanás], el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por Su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia [que es el poder de Dios, Su Espíritu vivificador, que nos resucita de nuestra muerte espiritual a la vida eterna] sois salvos) y juntamente con Él nos resucitó, y asimismo nos hizo SENTAR EN LOS LUGARES CELESTIALES con Cristo Jesús” (Ef. 2:1-6).

Jesús dijo, “Separados de Mí nada podéis hacer” (Juan 15:5) y nos dijo que en Él “somos más que vencedores” (Ro. 8:37). Es decir, nosotros, que somos la plenitud del cuerpo de Cristo, no podemos hacer nada sin Cristo, nuestra cabeza, y Cristo, nuestra cabeza, no puede hacer nada acerca de la salvación de la almas sin Su cuerpo.33 Una vez más, nosotros que somos los miembros del cuerpo de Cristo somos ambos la plenitud del cuerpo de Cristo y la plenitud de Dios.34 Si nuestras cabezas son separadas de nuestros cuerpos, nuestros cuerpos no pueden hacer nada, y si nuestros cuerpos son separados de nuestras cabezas, nuestras cabezas no pueden hacer nada.35 La Biblia nos enseña que esto es verdad en referencia a Cristo, nuestra cabeza, y en referencia a nosotros, que somos Su cuerpo, la iglesia. “Porque como el cuerpo sin espíritu [de Dios] está muerto, así también la fe sin obras [de Cristo hechas ambos en y a través de nosotros] está muerta” (Stg. 2:26). Dios lo hizo de esta manera. Dios creó al hombre en Su imagen en el cual vivir para poder representarse a Sí Mismo al mundo con Su vida, poder, autoridad, y habilidad.36 Para hacer esto, Dios nos necesita, y nosotros lo necesitamos a Él. Si no, Él jamás podría lograr Su propósito.37 Su propósito es vivir en el hombre, el cual Él creó en Su propia imagen, para representarse a Sí Mismo con Su autoridad.38 Todos los que se rehusan a permitir que Dios logre Su propósito en ellos no son ovejas, sino cabros,39 y no son trigo, sino paja.40 Ellos no pasarán la eternidad en el Cielo, sino en el lago de fuego.41

Nosotros, con Cristo, somos la ciudad y el templo edificados sobre la tierra verdadera, el Cielo, Cristo. Todo, que estará eternamente en el Cielo o que será parte del Cielo, no sólo tiene que salir del cuerpo resucitado de Cristo, sino que tiene que ser edificado sobre Cristo la Palabra, la tierra eterna, que otra vez es el Cielo. Cristo, nuestro todo, es “corporalmente toda la plenitud de la Deidad [ambos viviendo y obrando en nuestros cuerpos]” (Col. 2:9). Si Él no está viviendo y obrando en nuestros cuerpos, entonces nada se está haciendo para Dios aquí en la tierra. La ciudad y el templo eterno no pueden salir de ninguna persona sino de Cristo ni ser construido sobre ninguna persona sino Cristo. “Sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por Él este hombre está en vuestra presencia sano. Este Jesús es la Piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” sólo en el nombre de Cristo (Hch. 4:10-12).

Somos el templo de Dios en la tierra, y Él es nuestro templo eterno en el Cielo en donde viviremos para siempre.42 Mientras estamos edificando la ciudad y el templo en el Cielo durante nuestras vidas en la tierra, estamos edificando con Cristo nuestra ciudad eterna y nuestro templo eterno, nuestra morada permanente, eterna con Cristo. Cristo, “En quien todo el edificio [de la ciudad y del templo], bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu” (Ef. 2:21-22). Nunca podemos pensar que es solo Cristo y la iglesia. Tenemos que darnos cuenta que Cristo es todo. La plenitud de Cristo es nuestro todo, y la plenitud de Cristo también es aquellos de nosotros que somos los miembros obreros de Su cuerpo, Su iglesia.43 Nosotros somos los últimos miembros de Su cuerpo, los que estamos edificando la porción final del Reino del Cielo, la ciudad en el Cielo, y el templo en la ciudad. Al predicar la verdad del evangelio por el Espíritu Santo, estamos trayendo los últimos miembros del cuerpo de Cristo, que son de nuevo la ciudad y el templo en el Cielo, la plenitud de Cristo, el cuerpo de Cristo, la iglesia de Cristo, la plenitud del Cielo, y la plenitud de Dios.44

El centro del Antiguo Testamento no sólo es la tierra de Canaán o Israel, también es la ciudad de Jerusalén y el templo dentro de esa ciudad.45 Nosotros, que somos el cuerpo o el templo de Cristo, de nuevo somos la plenitud verdadera de Cristo.46 Nosotros, con Cristo como nuestra cabeza, somos la ciudad, la Nueva Jerusalén, al igual que el templo en la Nueva Jerusalén, ambos cuales están en el Cielo.47 “Porque en Él [Cristo] habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad [en Él, la plenitud de Cristo, somos ambos la ciudad y el templo en el Cielo, y]...estáis completos” (Col. 2:9-10). “Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé Espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él [Cristo]” (Ef. 1:17).

El Señor le dio a Su iglesia, el cuerpo de Cristo, que incluye apóstoles, profetas, evangelistas, “pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe, y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la PLENITUD DE CRISTO; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en Aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo [de Cristo, aquellos de nosotros que estamos con Él, Su ciudad, y, Su templo], bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente [el Espíritu Santo], según la actividad propia de cada miembro [la iglesia, la ciudad, y el templo], recibe su crecimiento para ir edificándose en amor [que es guardar los mandamientos de Dios48]” (Ef. 4:11-16).

EL MUNDO VERDADERO

Dios vino al mundo como hombre cuyo nombre era Jesús. Su venida no era un símbolo del Antiguo Testamento. Este era el verdadero sacrificio de Dios, la cosa verdadera, el trato verdadero de Dios.49 Él es la Tierra Prometida eterna, el Reino del Cielo, el mundo verdadero.50 Una vez más, en el Antiguo Testamento, la tierra de Canaán era simbólica de Cristo o el Reino del Cielo.51 La ciudad y el templo, que los judíos edificaron ambos fuera de la tierra y sobre la tierra en Israel, fueron simbólicos de la ciudad y del templo verdadero en el Cielo. Éstos ambos son edificados del Cristo verdadero, y de la tierra verdadera, el Cielo. Cuando invitamos al Señor Jesucristo en nuestros corazones, el verdadero Reino del Cielo entra en nuestros corazones, nuestros espíritus. “El reino de Dios está entre vosotros” (Lc. 17:21). Por Su Espíritu, nos convertimos en estas cosas espirituales que traen vida en todos Sus discípulos ambos entonces y ahora.52

El tercer día de la creación, Dios comenzó a preparar todas las cosas para la vida del hombre fuera de la tierra, el terreno.53 Después de la caída del hombre, todo todavía tenía vida. Sin embargo, la vida que tenían no era la vida verdadera, puesto que todo de la tierra es temporal y tiene que morir eventualmente.54 Las cosas del Cielo son eternas. Nunca mueren; sino que viven para siempre jamás.55 Todo en la tierra es temporal “como la flor de la hierba [que pasa rápidamente]. Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia” (Stg. 1:10-11).56 Nuestras cortas vidas son como neblina. “¿Qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece” (Stg. 4:14). Está escrito que somos como sombras. “Siendo nuestros días sobre la tierra como sombra” (Job 8:9). Cada persona aparece en este mundo por un breve tiempo, luego va a su “morada eterna,” su hogar eterno, que será el Cielo o el Infierno (Ecl. 12:5).57

Dónde viviremos eternamente depende de cuya vida dejamos vivir en nosotros en este mundo y en quién vivimos mientras estamos en este mundo. Si nosotros, la plenitud de Cristo, la ciudad y el templo con Cristo en el Cielo, continuamos viviendo en Cristo mientras estamos aquí en la tierra y si dejamos que Cristo viva y crezca en nosotros como Su templo mientras estamos aquí en la tierra, estaremos en el Cielo mientras estamos en la tierra, y nunca moriremos. Continuaremos viviendo en el Cielo para siempre.58 Jesús dijo, “Todo aquel que vive y cree EN MÍ [es decir, vive con Cristo en lugares Celestiales mientras que Él vive en nosotros en la tierra], no morirá” (Juan 11:26). Si nos descuidamos, olvidándonos de vivir en Cristo en lugares Celestiales mientras estamos viviendo en la tierra, y olvidándonos de dejar que Cristo viva en nosotros, Sus templos, mientras estamos aquí en la tierra, quizás no nos daremos cuenta, pero estaremos dejando que Satanás viva su vida en nosotros.59 Nuestra recompensa horrible por esto será pasar nuestra eternidad en el lago de fuego, que comienza el momento de nuestra muerte.60

Jesús dijo que hay solamente “dos señores.”61 Jesús dijo que tenemos que aborrecer al uno y amar al otro (Mt. 6:24). Si deseamos pasar la eternidad en el Cielo, tenemos que amar al Señor con todo nuestro ser viviendo en Él en lugares Celestiales, y no podemos amar a Satanás en absoluto.62 Jesús lo dijo. Tenemos que amar al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón, y con toda nuestra alma, y con toda nuestra mente, y con todas nuestras fuerzas, y no podemos tener ningún amor o afecto en absoluto por Satanás (Mr. 12:30). Nuestro vivir en lugares Celestiales con Cristo y permitir que Cristo viva en nosotros le demuestra al mundo que somos la plenitud de Cristo y que Cristo es nuestra plenitud.63 También le demuestra al mundo que Él quien vive en nosotros odia a Satanás, al igual que demostrándole al mundo que odiamos a Satanás así como Dios lo odia.64 Amós 5:15 dice, “Aborreced el mal, y amad el bien.”65 Odiar a Satanás significa nunca hacer lo que Satanás nos tienta hacer.66 Esto solamente es posible cuando Cristo se convierte en nuestra plenitud en la tierra y nosotros nos convertimos en Su plenitud en el Cielo.

NO ALIMENTO NI BEBIDA

Dios no liberó a los hijos de Israel de Egipto simplemente para que pudieran pasar cuarenta años vagando alrededor del desierto comiendo maná sin levadura del Cielo y bebiendo agua de la roca. Dios los liberó de Egipto para que pudieran ambos entrar y experimentar la tierra prometida, que era simbólica de Cristo, y para que pudieran ser simbólicos de la plenitud del cuerpo de Cristo, Su iglesia, edificando la ciudad y el templo, que son también simbólicos de la ciudad Celestial, la Nueva Jerusalén, y el templo en el Cielo. El resultado de todos estos símbolos es el Cielo nuevo, la tierra nueva, y la Nueva Jerusalén, que es la ciudad nueva y el templo.67 Jesús dijo, “He aquí, Yo hago nuevas todas las cosas” (Ap. 21:5). El entrar de los judíos a la tierra prometida en el Antiguo Testamento simboliza lo que ahora sabemos que es estar sentados con Cristo en lugares Celestiales por el Espíritu en el mundo verdadero, lo cual significa la ciudad y el templo verdadero en el Reino del Cielo.68 Una vez más, la ciudad y el templo del Nuevo Testamento son simbólicos de la iglesia, el cuerpo de Cristo, que es la plenitud de Cristo.69

En el libro de Josué en el Antiguo Testamento, los judíos eran de edificar la ciudad y el templo en la tierra prometida, así como nosotros, por el Espíritu de Cristo en nosotros, tenemos que edificar nuestro hogar eterno, la ciudad y el templo en el Cielo, que se componen de cada creyente en Cristo, mientras estamos aquí en la tierra.70 Esta es la plenitud del Cielo. A menos que los judíos en los días de Josué entraran la tierra prometida, edificaran la ciudad, y más adelante en los días de Salomón, edificaran el templo en la ciudad, jamás hubieran podido experimentar o gozar la plenitud de las cosas que Dios tenía planeado para ellos en esos días. Si no hubieran seguido la voluntad de Dios, no hubieran tenido el placer de ser la plenitud de la tierra prometida. Nosotros que ahora somos salvos vivimos en lugares Celestiales con Cristo, nuestro templo, mientras que Él vive en nosotros en la tierra.71

Los judíos y los Cristianos pueden decir juntos, “Nosotros fuimos librados del cautiverio de Satanás para poder vivir en nuestra tierra siendo la plenitud de Cristo.” Los judíos fueron liberados para edificar la ciudad simbólica y el templo simbólico en la tierra. Y aquellos de nosotros que somos israelitas espirituales fuimos liberados del cautiverio del pecado, de Satanás, el mundo, y nuestra carne para vivir eternamente en el Espíritu con Cristo ambos aquí en la tierra y en lugares Celestiales. Podemos tener nuestra propia morada eterna únicamente por edificarla en el Cielo mientras estamos aquí en la tierra.72

¿Cómo podría cualquier estudiante pensativo y racional de la Biblia pensar que Dios salvó a los judíos, o salvó a aquellos de nosotros hoy que pertenecemos a Cristo, sólo para vagar por el desierto, haciendo lo que nos parezca,73 comiendo galletas, y bebiendo agua en vez de tener a Cristo como nuestra plenitud en la tierra; y haciendo Su voluntad, nos convertimos con Cristo la plenitud de Dios en el Cielo?74 No es suficiente aprender de Cristo. Tenemos que conocerlo completamente siendo Su plenitud, y Él tiene que conocernos siendo nuestra plenitud.75 Nosotros tenemos que experimentarlo a Él, y Él tiene que experimentarnos a nosotros. Si lo hacemos, Él nunca nos dirá en el Día del Juicio, “Nunca os conocí; apartaos de Mí, hacedores de maldad” (Mt. 7:23).

Leemos periódicos, libros, y otra literatura, pero no experimentamos las cosas que leemos. Podemos saber de Dios leyendo la Biblia, pero no podemos conocerlo verdaderamente hasta que Él viva y obre en nosotros en la tierra y hasta que estemos viviendo con Él veinticuatro horas al día, trescientos sesenta y cinco días al año, en lugares Celestiales mientras estamos en la tierra.76 Todo Celestial es Cristo.77 Todo lo que es Cristo tiene que estar completamente en nosotros, y nosotros tenemos que estar completamente en Él.78

DIOS PROPORCIONA TODO
PARA EL HOMBRE

El hombre fue creado para ser el representante de Dios en la tierra. Fue dado la imagen de Dios, la semejanza de Dios, y la autoridad de Dios.79 Adán falló por hacer lo que le parecía. Desde entonces, de una forma u otra, así hicieron los demás menos Cristo.80 Es decir, por Cristo, la imagen, la semejanza, y la autoridad de Dios han sido manifestadas en la tierra. Esto es porque Jesús no hizo lo que le pareció.81 “Lo que le pareció” fue hacer la voluntad de Su Padre.82 Cristo sigue siendo simbólico de la tierra y de todo lo que Él ha producido de ella para nosotros. Una vez más, nuestra existencia en la tierra es simbólica de Cristo siendo nuestro todo, porque la tierra, que está llena de vida, produce todas las cosas que necesitamos para sostener nuestras vidas físicas.83

Cada día debe ser un día de dar gracias a Dios por las cosas que Él nos proporciona todos los días, ambos aquí en la tierra y en el Cielo por la eternidad. Cristo es nuestra vida física, y Cristo también es nuestra vida eterna, espiritual. Es decir, Él es vida eterna para aquellos de nosotros que somos Su plenitud.84 El Señor quiere que nos demos cuenta que estamos totalmente dependientes de Él.85 Él dice, “Separados de Mí [sin Mi plenitud en ti y tú viviendo completamente en Mí] nada podéis hacer” (Juan 15:5). Dios creó la tierra para que vivamos en ella para siempre, y Dios nos creó para vivir en la tierra por siempre.86 Sin embargo, debido al pecado de Adán, no podemos. Tenemos que ser regenerados espiritualmente por la resurrección de Cristo si queremos vivir para siempre.87 Sin embargo, Su deseo es que estemos agradecidos por todo lo que Él nos ha proporcionado aquí en la tierra.88 Al mismo tiempo, tenemos que recordarnos que ningunas de las cosas que Dios ha preparado para el hombre en la tierra son verdaderas. Son temporarias.89 Aquellos de nosotros que somos vencedores somos uno con Cristo, la ciudad de la Nueva Jerusalén, que es cuadrada en el Cielo, donde Cristo el Cordero de Dios también es la luz.90

En el Antiguo Testamento, el centro de la mente de Dios era la tierra de Israel, la ciudad, y el templo.91 Si estamos en el Espíritu de Dios, sabemos la Palabra de Dios, y sabemos que el mismo centro de la mente de Dios está centrado en la tierra eterna, el Cielo. Nosotros, la plenitud de Cristo, y Cristo la plenitud de nosotros, somos la ciudad y el templo en la tierra eterna, el Cielo. Somos la plenitud de esa tierra, que otra vez es Cristo, que es el centro de la mente de Dios.92 Me da gran confianza saber que la mente de Dios está centrada en aquellos de nosotros que somos la plenitud de Cristo, la plenitud del Cielo. Sabemos que la mente de Dios está centrada en nosotros. Es porque nosotros, que somos Cristianos, el cuerpo de Cristo, Su iglesia, tenemos nuestras mentes centradas en Él y en la obra que Él nos tiene haciendo aquí en la tierra, es decir, en edificar el Reino del Cielo, la ciudad, y el templo para que con Él moremos allí eternamente. Los malvados no están interesados en edificar el Reino del Cielo mientras viven aquí en la tierra. Sólo nosotros que somos Su iglesia y cuerpo, estamos interesados en estas cosas. Nadie excepto nosotros toma cuidado de edificar el Reino del Cielo, la ciudad en el Cielo, y el templo en la ciudad mientras está aquí en la tierra. Sólo nosotros que somos la plenitud del cuerpo de Cristo, Su iglesia, deseamos fuertemente tener lo mortal “absorbido por la vida [vida eterna]” (2 Co. 5:4). Esto significa tener nuestra mortalidad absorbida por Cristo, que es nuestra “Vida” y la vida de todo. Los malvados llorarán y gritarán para que Cristo los deje entrar al Cielo en el día de Juicio. Sin embargo, Cristo no permitirá que entren al Cielo, porque nunca se arrepintieron de su maldad, su pecaminosidad.93 Los malvados no quieren creer que Dios odia la maldad.94 Ellos predican absurdamente que Dios es todo amor porque los hace sentir mejor cuando hablan esta falacia. ¡Qué terrible será el Día del Juicio para ellos!95 Esta gente muy malvada y absurda debería de haber leído la Palabra de Dios, la Biblia, mientras estaba viva. En la Barra del Juicio de Dios abogarán con Dios, diciendo, “Danos otra oportunidad, Dios. Prometemos que leeremos Tu Palabra y haremos lo que digas.” Dios sabe que son mentirosos. Por lo tanto, Él no les dará una segunda oportunidad. La historia nos dice que nadie ha recibido una segunda oportunidad. Nadie ha regresado para procurar vivir una vida Santa otra vez. “Está establecido para los hombres que mueran UNA SOLA VEZ, y después de esto el juicio” (He. 9:27). Dios, amor, odio, e ira están sentados en el mismo asiento.96 “Todos Sus caminos [de Dios] son rectitud” (Dt. 32:4). Oramos que sean salvos, porque sabemos que lamentarán eternamente la decisión que hicieron de vivir malvadamente en este mundo.97

¿A QUIÉN LE IMPORTA?

Sí, no hay duda. Nosotros, que somos el cuerpo de Cristo, Su iglesia en la tierra, somos los únicos interesados en predicarle vida eterna a las almas de los perdidos. Aquellos de nosotros que estamos ocupados edificando estos lugares Celestiales con el Señor somos el verdadero poder o la verdadera autoridad de Dios en la tierra.98 El poder o la autoridad y la capacidad de Dios le pertenecen a Sus ministros, aquellos que por Cristo en ellos le ministran vida eterna, el Cielo, la ciudad eterna, y el templo eterno en el Cielo a las almas perdidas aquí en la tierra.99 Por esto, quiero decir que si tú eres Su plenitud, entonces eres un ministro del evangelio con Su poder y autoridad, que es Su capacidad de conducir Su cuerpo, Su iglesia. El Apóstol Pablo animó a la iglesia diciéndole, “¿No tenemos derecho de traer con nosotros una hermana por mujer como también los otros apóstoles, y los hermanos del Señor?” (1 Co. 9:5). Si Cristo es tu plenitud, si eres la plenitud de Cristo, y si Él está cumpliendo Su voluntad en ti, tú eres el poder, la autoridad y la capacidad de Dios en la tierra, según Romanos 13:1-7. También tienes que darte cuenta que la ciudad Celestial misma es la autoridad de Dios, no sólo a través del mundo entero, sino a través del universo completo.100

La ciudad Celestial misma, la cual somos, es el centro de la autoridad de Dios. Por ejemplo, Washington, D.C. y la gente en la Casa Blanca, el congreso, y el senado manejan su autoridad secular temporal sobre los Estados Unidos. Washington, D.C. es el centro de la autoridad secular de los E.E.U.U. Roma, con sus hombres colocados estratégicamente a través del mundo, maneja su autoridad diabólica, temporal, secular sobre el mundo. Roma es el centro del gobierno secular del mundo, la O.N.U. Ni Washington ni Roma son autoridades espirituales de Dios en el mundo. Ellos solo son autoridades seculares, que Dios pronto juzgará, luego destruirá, a menos que se arrepientan.101 Nosotros en Cristo, que somos la Nueva Jerusalén y el templo en él, somos la plenitud de Cristo y el Cielo.102 Somos la verdadera autoridad espiritual de Dios aquí en la tierra, la autoridad permanente y eterna de Dios por siempre sobre toda la creación de Dios, que es el Cielo y la tierra.103 Cristo es el centro de Su iglesia o cuerpo aquí en la tierra, así como en el Cielo. Somos Su morada u hogar, y Él en el Cielo es nuestra morada eterna.104

Cuando aquellos de nosotros que somos el pueblo de Dios gozamos de esta tierra, y por esto quiero decir disfrutar y deleitarnos en Cristo como nuestra vida, alimento, bebida, ropa, luz, y templo, entonces se nos dará de nuevo la autoridad, el poder, y la capacidad de tener dominio, la cual Adán perdió.105 Esto es porque Cristo, la autoridad de todas las cosas, está viviendo en nosotros por recibirlo como nuestra vida, nuestro alimento, nuestra bebida, nuestra ropa, nuestra luz, y nuestro templo eterno.106 La presencia de Dios está también en nosotros, permitiendo que Él haga las mismas obras en y a través de nosotros que Él Mismo hizo mientras moraba en la tierra.107 El Reino de Dios y la casa de Dios no sólo están aquí en la tierra, también están en los lugares Celestiales donde moramos con Cristo en el mundo verdadero, el Reino verdadero de Dios, que es nuestro hogar eterno.108

Si Cristo nos posea, y si lo poseemos a Él como nuestra morada en el Cielo, entonces tomará lugar la edificación de Su iglesia, que es el cuerpo de Cristo y la Nueva Jerusalén.109 De nuevo, así es que se produce la novia de Cristo.110 Dios vino al mundo como hombre, dándonos la autoridad, el poder, y la capacidad por Su resurrección y por nuestra resurrección en Él de disfrutar y deleitarnos en Cristo como el Reino del Cielo, la ciudad del Cielo, y el templo en el Cielo.111 Al mismo tiempo, Cristo vive en nosotros aquí en la tierra con Su autoridad, Su poder, y Su capacidad de hacer Su obra en nuestros cuerpos físicos, humanos y temporales.112 Él proporciona todas nuestras necesidades en ambos mundos.113 Nosotros estamos “completos en Él, que es la cabeza de todo principado y potestad. En Él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo” (Col. 2:10-11).114 Esto significa que somos completos por el Espíritu de Dios entrando o penetrando por nuestros corazones para que Él pueda vivir en nuestros espíritus y ser nuestra plenitud, y para que nosotros también podamos ser Su plenitud.

CONOCIENDO

La intención de Cristo no es en absoluto que sólo sepamos de Él, o que Él solo sepa de nosotros.115 Él ya sabe todo sobre nosotros, y Él lo sabía antes de que estuvieramos en el vientre de nuestras madres.116 Él sabe “lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho” (Is. 46:10). Su intención es que lo CONOZCAMOS completamente y que Él nos CONOZCA completamente. Esto es porque es Su sumo propósito que pasemos la eternidad con Él en el Cielo. Él nos ama, y no quiere que pasemos la eternidad en el Infierno.117 Él reprende y castiga a todos los que ama en esperanzas que se arrepientan (Ap. 3:19).

La gente manda sus propias almas al Infierno.118 “Vivo Yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva [por esto Él quiere decir vivir más tiempo en la tierra y vivir eternamente en el Cielo119]” (Ez. 33:11). Hay sólo un camino legal para entrar al Cielo y evitar el Infierno. Ese camino es “Su camino.”120 Hay más. Tenemos que ir por la tierra y sembrar la semilla de Dios, que es la Palabra de Dios, en los corazones humanos. Tenemos que hacer esto no predicando herejía, sino predicando el evangelio verdadero, la Palabra.121 Todo es Cristo.122 Nuestras palabras tienen que ser Cristo porque Cristo, la Palabra, es la semilla que trae vida.123 Esto quiere decir que nuestros labios, nuestra lengua, y nuestra boca tienen que estar crucificados con Cristo, así como el resto de nuestro cuerpo.124 Tenemos que ayudar a edificar el Reino verdadero, espiritual, permanente del Cielo mientras estamos aquí en la tierra predicando la Palabra. Tenemos que ayudar a edificar la ciudad verdadera, espiritual, permanente en el Reino del Cielo mientras estamos aquí en la tierra predicando la verdad del evangelio, la Palabra de Dios, por el Espíritu, y tenemos que ayudar a edificar el templo verdadero, espiritual, permanente en el Reino del Cielo mientras estamos aquí en la tierra predicando el evangelio verdadero, la Palabra de Dios, por el Espíritu.125

El verdadero Reino del Cielo, la ciudad, y el templo no son edificados con manos humanas. Son edificados por el Espíritu, que es la mano de Dios viviendo en aquellos de nosotros que somos Su ciudad, Su templo, y Su autoridad. Nada de Dios que es eterno se puede edificar por cualquier otro modo que por Su Espíritu.126 “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en Espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:24). Adorarlo quiere decir hacer todo lo que Él manda.127 Una vez más, nosotros lo hacemos ambos por Su Espíritu viviendo en nosotros y por nosotros viviendo en lugares Celestiales con Él.128 Tenemos que ser vivificados por el Espíritu que da vida. Es imposible hacer cualquier cosa por Dios sin que Él esté totalmente envuelto. Jesús dijo, “Separados de Mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).129 Una vez más, el Reino, la ciudad, y el templo verdadero, permanente que estamos edificando en el Cielo, mientras estamos en la tierra, son espirituales. Son edificados por Dios en Cristo que vive en y a través de nosotros al predicarle la Palabra de Dios, que es Espíritu y vida, a los pecadores en el mundo (Juan 6:63). El Espíritu o la unción de Dios es la mano actual de Dios, el poder de Dios, y la realidad de Dios.130 No se edifica por manos humanas ni con materiales terrenales. Es edificado por Dios en Cristo viviendo en y por nosotros, así como por la Palabra, que se habla por el Espíritu de Dios y a través de nosotros a cada uno que no es salvo. La Palabra también edifica a Cristo en aquellos de nosotros que somos salvos.131

Cada cosa verdadera en el universo es Jesús.132 Él es el Cielo verdadero, la ciudad verdadera, y el templo verdadero en el Cielo.133 Él es la vida verdadera, el alimento verdadero, el agua verdadera, la ropa verdadera, la luz verdadera, y la verdadera morada eterna para nosotros. Todas las cosas que fueron hechas por los judíos aquí en la tierra perteneciente al tabernáculo del Antiguo Testamento, que Moisés edificó en el desierto, al igual que todas las cosas hechas al templo por Salomón en la tierra de Canaán, fueron primeramente modeladas en el Cielo.134 “Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas Celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos” (He. 9:23).

Los sacrificios simbólicos en el Antiguo Testamento de toros, carneros, corderos, etc. eran solamente simbólicos de Cristo, el Cordero expiatorio, y todos los santos que son miembros de Su cuerpo, los que sacrificaron sus vidas anteriores de pecado con el fin de hacer Su voluntad.135 El mejor sacrificio fue Dios, que vino al mundo como hombre en el cuerpo humano físico de Cristo.136 Él dio Su vida para que podamos tener vida eterna si creemos que tenemos que hacer las cosas que Él nos manda para tener vida eterna.137 “Cree en el Señor Jesucristo [la Palabra de Dios, y demuéstralo haciendo todo lo que la Palabra dice], y serás salvo” (Hch. 16:31). “El que dice: Yo le conozco, y no guarda Sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él” (1 Juan 2:4). “Y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Ap. 21:8).

EXTRANJEROS Y PEREGRINOS

Somos solamente “extranjeros y peregrinos [mientras estamos en] la tierra. Porque [nosotros que decimos esto] claramente [damos] a entender [a todos, que buscamos] una patria [y esa patria no está en la tierra, sino en el Reino del Cielo].” La Biblia dice que si fuésemos atentos a este mundo, por voluntad libre, tendríamos una oportunidad de vivir una vida descuidada, de volver a nuestras viejas vidas, pecaminosas. Pero anhelamos “una mejor, esto es, Celestial [país].” Por eso “Dios no se avergüenza de llamarse [nuestro] Dios...porque [Dios] ha preparado [para nosotros] una ciudad” (He. 11:13-16). Nosotros, con Dios en Cristo viviendo en nosotros, somos los que estamos edificando o preparando la ciudad y el templo para nuestra habitación eterna.138 Jesús dijo, “Mi reino no es de este mundo” (Juan 18:36). Los verdaderos Cristianos nacidos de nuevo dicen la misma cosa. “Nuestro reino no es de este mundo.” Recuerde, si le pertenecemos a Dios, somos simplemente extranjeros o peregrinos pasando por este mundo condenado. Estamos en camino al Cielo, que es nuestro hogar verdadero, nuestra morada eterna.139

Cuando nuestros templos terrenales, que son nuestros cuerpos humanos, mueren, estamos ya en el Cielo, donde nunca morimos.140 Esto es porque mientras estábamos en la tierra con Cristo en nosotros, también vivíamos en lugares Celestiales con Él por el Espíritu.141 “Todo aquel que vive y cree EN , no morirá eternamente” (Juan 11:26). Cuando Jesús dice “en Mí,” Él quiere decir en Él en el Cielo, al mismo tiempo que Él está viviendo en ti en la tierra. Nunca moriremos, simplemente porque hemos hecho una práctica de vivir en el Cielo con Cristo mientras Él está en nosotros y está haciendo Su obra a través de nosotros en la tierra.142

VIDA VERDADERA

Nuestro cuerpo humano no es nuestro verdadero ser. Nuestro espíritu que vive en nuestro cuerpo humano es nuestro verdadero ser.143 Nuestra voluntad en nuestro verdadero ser hace que nuestro cuerpo humano haga lo que realmente queremos hacer. Si permitimos que la voluntad de Cristo haga lo que Él realmente quiere hacer en nuestro cuerpo humano, viviremos en Él en lugares Celestiales mientras estamos aquí en la tierra, y viviremos para siempre jamás con Él en el Cielo.144 Cristo es nuestro cuerpo eterno verdadero, nuestro templo verdadero o habitación eterna, porque Él y todos los que están en Él viven para siempre.145 Si no estamos morando en Cristo, nuestro templo eterno, en lugares Celestiales mientras estamos aquí en la tierra, no habrá ningún lugar para morar por la eternidad sino en el lago de fuego.146 No dejes que tu mente o cerebro carnal trate de razonar esta verdad de ti.147 Así es en realidad. Ésta es la verdad del evangelio, EL VERDADERO TRATO. Somos espíritus viviendo en cuerpos humanos. “Dios es Espíritu,” y si somos salvos, Su Espíritu está morando en nuestros espíritus dentro de nuestros cuerpos humanos (Juan 4:24).148 Cuando Su Espíritu se envuelve con nuestros espíritus y nuestros espíritus se envuelven con Su Espíritu, estamos sentados con Cristo en lugares Celestiales mientras estamos en la tierra, y nunca moriremos.149 Esto es igual que siendo arropado para la eternidad con Dios en Cristo mientras en la tierra.150 Si preparamos o nos vestimos para el Cielo mientras estamos viviendo en la tierra, nunca moriremos. Éste es el trato verdadero. Hemos preparado, con Cristo, una morada eterna en la cual podemos vivir para siempre jamás como la novia de Cristo, la novia de Dios.151

Nuestros cuerpos físicos o humanos mueren, pero, como Pablo dice, “Sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere [muere y se pudre], tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los Cielos. Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación Celestial; pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos. Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida [que es Cristo]” (2 Co. 5:1-4).152 Es un acuerdo mutuo de morada entre Dios y nosotros. Es decir, acordamos vivir en cada uno. Vivimos en Cristo, y Cristo vive en nosotros. Por usarnos los unos a los otros como casas eternas, nosotros que estamos en Cristo nunca morimos.153

Los judíos eran de sacrificar animales hasta que el sacrificio verdadero de Dios por nuestros pecados viniera al mundo. Después que Dios en Cristo vino al mundo como nuestro sacrificio, ahora tenemos que sacrificar diariamente nuestros cuerpos como sacrificios vivientes para Cristo.154 Tenemos que hacer esto, puesto que Él se sacrificó primero por nosotros.155 El Apóstol Pablo por el Espíritu dijo, “Presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto razonable” (Ro. 12:1).

Si los judíos querían continuar siendo la gente de Dios, tenían que adorar a Dios en el templo, así como nosotros tenemos que adorar en nuestro templo, que es Cristo, en lugares Celestiales si queremos continuar siendo Su plenitud y si queremos que Él continúe siendo nuestra plenitud.156 El centro de nuestra mente tiene que estar en Cristo, quien es nuestro templo Celestial en la Nueva Jerusalén.157

2 Corintios 1:20 dice que las promesas de Dios son nuestras, pero sólo con una condición. Tenemos que estar EN ÉL, y Él tiene que estar en nosotros. “Porque todas las promesas de Dios son EN ÉL sí, y EN ÉL Amén” (2 Co. 1:20). Dios sólo está obligado a entregar lo que Él promete si estamos viviendo en Él en lugares Celestiales y si Él está viviendo en nosotros mientras estamos aquí en la tierra.158 Esto es una gran piedra tropezadora para los que quieren ir al Cielo pero no quieren pagar el precio. Edificando el Reino del Cielo, la ciudad en el Cielo, y el templo en el Cielo mientras estamos aquí en la tierra es la obra constante del Espíritu Santo que vive en nosotros y de nuestra vida en Cristo como nuestro templo en el Cielo.159

Los talentos que Él nos da son dones espirituales, que significan poder, autoridad, o capacidad espiritual. Él nos da estos transmitiéndolos de Sí Mismo en nosotros. Si no estamos, con placer y deleite, gozando del poder, de la autoridad, y de la capacidad de Cristo consumiéndolo como nuestra vida espiritual, alimento, bebida, ropa, luz, y Cielo, así como gozar de la ciudad, la Nueva Jerusalén, y el templo, y si no nos deleita estar sentados con Él permanentemente en lugares Celestiales mientras estamos aquí en la tierra, no lo conoceremos a Él, Él no nos conocerá, ni jamás sabremos ni gozaremos de una eternidad en el Cielo.160 Estaremos vagando alrededor del desierto, comiendo galletas, y bebiendo agua, y sólo aprendiendo de Él. Una vez más, saber de Cristo no es suficiente.

Tenemos que experimentar la vida de la iglesia, la vida de la novia de Cristo. Nunca diga que eres un hijo de Dios a menos que Cristo esté viviendo en ti en la tierra y tú estés viviendo en Cristo en el Cielo. Solamente hay promesas malas de Dios para ti si no estás caminando en Dios, comiendo a Dios como tu alimento, bebiendo a Dios como tu agua, y respirando a Cristo como tu vida.161 Cuando la Palabra de Dios se predica, se publica, y se distribuye, ella deshace las obras de Satanás (1 Juan 3:8).162

Hay creyentes que nunca superan. Son destruidos. Sus nombres son borrados del libro de vida del Cordero.163 Sus nombres estaban una vez en el libro de la vida. ¿Cómo podría Dios borrar sus nombres fuera del libro de la vida si sus nombres no estaban ahí en primer lugar? Esta es una de las cientas de Escrituras que prueban la falacia de la doctrina de seguridad eterna. Esta doctrina es la doctrina diabólica que dice que podemos pecar y todavía entrar al Cielo.164 Hasta los ángeles de Dios no pudieron salirse con eso.165 Dios arrojó a “Satanás…[del Cielo] a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (Ap. 12:9).166

VIVIR ES CONDICIONAL

Hay una condición para entrar al Cielo y vivir allí. Esa condición es que tenemos que ser perfectos y santos.167 Esto puede suceder solamente si Cristo es nuestra plenitud y si nosotros somos Su plenitud.168 Pensar de otra manera es tener la mente de Satanás, la mente del Anticristo, la mente del que es anti-la Palabra de Dios.169 “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento” (Os. 4:6). Todas las promesas de Dios son condicionales.170 Sólo puedes recibir Sus promesas “si permanecéis en [Él en lugares Celestiales mientras en la tierra] y [Sus] palabras permanecen en vosotros [mientras estás en la tierra], pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7).171 Recuerda, este círculo de Él en nosotros y nosotros en Él jamás puede ser quebrantado.172 Recuerda también que la salvación y todo lo demás de Dios, tal como Sus promesas para nosotros, son condicionales. Dios jamás permitirá a nadie en el Reino del Cielo incondicionalmente.173 Cualquier persona que te diga que puedes entrar al Reino del Cielo incondicionalmente es un mentiroso y el diablo. Si Pedro le hubiera dicho esta mentira a Jesús, Jesús lo hubiera reprendido diciendo, “¡Quítate de delante de Mí, Satanás; Me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” (Mt. 16:23).

Nosotros en Cristo y Cristo en nosotros en la tierra despojamos “a los principados y a las potestades [haciendo una exhibición] públicamente, triunfando sobre ellos [por el poder de la plenitud del Espíritu de Dios viviendo y obrando en nosotros, que es Cristo]” (Col. 2:15, Reina-Valera, griego orig.). Cristo nos da esta potestad si vivimos una vida de abnegación.174 Por esto, quiero decir una vida de hacer lo que Cristo nos dice que hagamos, lo cual significa dejando que Dios se represente a Sí Mismo en y a través de nosotros con Su poder y autoridad más bien que continuar en nuestro estado de muerte, que es nuestra vida vieja, pecaminosa.175 Esto fue lo que Jesús quizo decir al declarar, “Niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lc. 9:23) y “vete, y no peques más” “para que no te venga alguna cosa peor” (Juan 8:11, 5:14).

A partir del tiempo que dijiste,“Sí, Señor,” el diablo ha estado rodeando la tierra para ver lo que él puede hacer para destruir tu tranquilidad y tu paz en la tierra, es decir, para pararte de deleitarte en la tierra placentera.176 El diablo no permitirá que posees esta tierra porque él sabe que sólo eres un extranjero y un peregrino que está pasando.177 Él está tratando de evitar que tengas vida eterna distrayendo tu mente de los placeres y los deleites de estar sentado con Cristo en la tierra prometida, así como de los placeres y los deleites de Cristo por el Espíritu viviendo en ti para edificar el Cielo, la ciudad en el Cielo, y el templo en el Cielo mientras estás aquí en la tierra.178

SEPARACIÓN

En el principio, el mundo, la tierra, estaba cubierto de agua.179 Esto fue debido a la transgresión de Satanás en el Cielo.180 Después que la tierra seca, simbólica de la resurrección de Cristo, fue resucitada del caos y de la oscuridad de las aguas profundas, Dios creó todo para el hombre, luego creó al hombre de la tierra en Su imagen.181 Después de un período de tiempo, el hombre comenzó a escuchar a Satanás, y el mundo entero se rebeló contra Dios.182 Así pues, como en el principio, Dios destruyó el mundo otra vez cubriéndolo con agua. Esto fue porque no recibieron Sus reprensiones y reprimendas anteriores. Por su rebelión, Él los mató.183 Sus almas fueron echadas al Infierno por su rebelión a la Palabra de Dios. Dios cubrió la tierra otra vez con agua, separando al hombre de la buena tierra, de la cual viene todo nuestro mantenimiento de vida.184

Noé y su familia fueron los únicos salvos porque construyeron el arca de seguridad, que también era un símbolo del Cielo, mientras estaban en la tierra.185 Si nosotros, por Cristo en nosotros, edificamos la ciudad y el templo en el Cielo mientras estamos en la tierra, y si vivimos allí mientras Cristo vive en nosotros en la tierra, nosotros, como Noé, habremos edificado nuestra arca de seguridad o nuestro hogar para morar por la eternidad. Cuando venga el fuego, nosotros, así como Noé, no seremos lastimados por él, al igual que él no fue lastimado por el diluvio.186 Si Noé hubiera esperado hasta que llegara la lluvia para construir el arca, hubiera sido demasiado tarde para él y su familia. Él sabía que tenía que comenzar a construirlo cuando Dios le dijo que lo hiciera.187 Si esperamos hasta que venga el fuego, será demasiado tarde para nosotros. Tenemos que edificar ahora.

Ésto es lo mismo que sucedió con las cinco vírgenes insensatas que dejaron que el aceite, simbólico del Espíritu de Dios, se le acabara de sus lámparas, sus cuerpos.188 Cuando vino el Novio, ellas querían pedir prestado del aceite de las cinco vírgenes sabias, pero era demasiado tarde para ellas, así como lo fue para toda la gente que se ahogaron en el diluvio.189 Las cinco vírgenes sabias eran sabias porque temieron a Dios y guardaron Sus mandamientos. Todas, las cinco sabias y las cinco absurdas, sabían qué hacer. Las cinco vírgenes absurdas pararon de edificar el Reino del Cielo, la ciudad, y el templo mientras estaban en la tierra. El aceite, que es simbólico del Espíritu de Dios, se les terminó a ellas.190 Ellas no vivían en el Cielo, y el Cielo no vivía más en ellas. Esto, otra vez, nos demuestra lo insensata que es la doctrina falsa de seguridad eterna. Cuando venga el Novio, o cuando venga el fuego, nadie dará su salvación por una persona desobediente que sabía hacer bien pero no lo hacía. Cuando estemos parados ante Dios en el Juicio, estaremos parados solos y desnudos.191

Si somos Cristianos, nosotros, como Cristo, tenemos dos naturalezas, la naturaleza humana y la naturaleza divina.192 Nuestra naturaleza humana es de la tierra, y nuestra naturaleza divina es del Cielo. La naturaleza divina entra en nosotros el día que nacemos de nuevo del Espíritu.193 Por el Espíritu de Dios viviendo en Cristo el hombre, y Cristo viviendo en el Padre en el Cielo, Dios, que vino al mundo en el hombre Cristo, podía hacer la obra de Dios en y a través del hombre Cristo como un patrón para seguir.194 Dios tiene que vivir en el hombre como Él vivió en Cristo, y tenemos que vivir en Cristo como Cristo vivió en Dios. Cristo y Dios son la misma persona.195 Si Cristo es de continuar haciendo Su obra en cualquier hombre, ese hombre también tiene que vivir con Dios en Cristo en lugares Celestiales.196 Es Cristo en nosotros que hace la obra.197 El Árbol de Vida es Cristo viviendo en nosotros, y es nuestro vivir en Él en lugares Celestiales. Dios vino a este mundo como un hombre para poder conducirnos al Árbol de Vida, que es la realidad de Dios en Cristo.198

PERFECCIÓN

Con Dios viviendo en nosotros, no sólo es posible no pecar más, es posible hacer todas las instrucciones que Dios nos dice que hagamos.199 Una de Sus instrucciones es “Sed... perfecto” (Mt. 5:48).200 Este mandamiento y todos los demás son imposibles guardar para los meros seres humanos.201 Dios nunca nos manda a hacer cosas que no podemos hacer. Él hace una manera para hacerlo. Sólo podemos ser santos y perfectos convirtiéndonos en Dios-hombres. Esto ocurre sólo cuando Él está viviendo en nosotros y cuando nosotros estamos viviendo en Él.202 Cuando Él está viviendo y obrando en nosotros en la tierra, somos uno con Él, así como Jesús era con el Padre. Esto es porque estamos sentados con Jesús, quien está sentado con el Padre en lugares Celestiales.203 Estaremos en Él, y Él estará en nosotros.204 Entonces somos “más que vencedores por medio de Aquel que nos amó” (Ro. 8:37).205

Los que dicen que nadie puede ser perfecto o santo no te están diciendo la verdad. Son anti-Cristo, falsos profetas, mentirosos.206 Para ellos decir tal cosa es blasfemia, porque están llamando a Dios mentiroso.207 Esta gente está diciendo que es imposible guardar estos mandamientos de Dios. Es igual como si estuvieran diciendo que la novia de Cristo es una novia pecaminosa, una que no está sin mancha ni arruga, o clara como cristal.208 Aquellos que dicen tales cosas son considerados por el Señor ser perros, serpientes, y escorpiones.209 Esto es porque están diciendo que el Cielo será un lugar de imperfección, un lugar lleno de pecado, así como este mundo impío.210 Dios los compara al diablo.211

Nadie puede entrar al Cielo a menos que sea perfecto, sin pecado. El Cielo es lugar de Dios de perfección.212 Cuando los miembros de Su cuerpo o iglesia se dan cuenta que son Su cuerpo, ellos se purgan con la Palabra, alistándose para ser Su novia, la Nueva Jerusalén.213 Cristo “se entregó a Sí Mismo por ella [Su cuerpo, Su iglesia], para santificarla, habiéndola purificado214 en el lavamiento del agua por la Palabra” (Ef. 5:25-26).

La gente que predica que no podemos ser perfectos podrán saber algunas cosas acerca de Él, pero realmente no lo conocen. Ellos no son Su plenitud, y Él no es la plenitud de ellos. Si lo conocieran, también conocerían el poder del lavamiento de Su Palabra.215 Estaría en ellos si lo conocieran, y no estarían predicando imperfección a sus congregaciones. Sino que, estarían predicando la perfección de Cristo, para que sus congregaciones puedan ser miembros del cuerpo de Cristo, y, por hacerlo, no tengan que pasar la eternidad en el lago de fuego.216

La iglesia, el cuerpo de Cristo, mientras esté en la tierra, tiene que limpiarse por la Palabra, haciéndose perfecta para que pueda ser la novia de Cristo, atender la Cena de las Bodas del Cordero, y vivir eternamente en el Cielo.217 “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los Cielos es perfecto” (Mt. 5:48).218 “Sed santos, porque Yo soy santo” (1 P. 1:16). Sin santidad, “nadie verá al Señor” (He. 12:14). Puesto que Cristo es perfecto, Él no tendrá una novia imperfecta.219 Cristo y Su novia son uno.220 Cristo se mantuvo sin pecado en la tierra, y Su novia sigue sin pecado en la tierra por vivir en Él en lugares Celestiales, y viviendo Él en ella mientras en la tierra. Él y Su novia seguirán sin pecado en el Cielo a través de la eternidad.221 Si tú quieres escuchar a los profetas falsos, lo estás haciendo por tu cuenta y riesgo. Estate seguro. Lee la Biblia por ti mismo.222

En el capítulo veintiuno del Apocalipsis, versículo dos, el Apóstol Juan, en una visión, vio la novia del Cordero, la novia de Cristo, que en hecho es “la santa ciudad, la Nueva Jerusalén, descender del Cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido” (Ap. 21:2). La novia de Cristo se prepara para su Marido mientras vive en la tierra para que Cristo pueda “presentársela [Su novia]...una iglesia gloriosa [ciudad, o templo en el cual Él viva], que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Ef. 5:27).223 Estar sin mancha ni arruga es simbólico de estar sin un pecado. Es decir, esto significa que la novia de Cristo es perfecta, santa, y sin pecado.224 Ella es la plenitud de Cristo en el Cielo, y Cristo es la plenitud de ella en la tierra.225

Había “una gran voz del Cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y Él morará con ellos; y ellos serán Su pueblo, y Dios Mismo estará con ellos como su Dios” (Ap. 21:3). Tenemos que ser perfectos para que esto sea cumplido.226 Tenemos que vivir en Cristo como nuestro tabernáculo en el Cielo mientras estamos viviendo en este mundo, y Él tiene que vivir en nosotros como Su tabernáculo en este mundo. Esto también se confirma por el versículo que dice, “Uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras [para ser vertidos en la tierra]” le dijo a Juan, “Yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero. Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del Cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal” (Ap. 21:9-11). Diáfana como el cristal significa la misma cosa que estando libre de pecado, sin mancha, sin defecto, y sin arruga. Por lo tanto, Dios la glorifica haciéndola una con Él como la ciudad donde el Cordero de Dios es la luz.227 Ella no pecó mientras estaba aquí en la tierra porque quería glorificar a Cristo, su Marido.228 Ella sabía que si pecaba, Cristo jamás sería su Marido. Por eso ella se quedó en su casa, que es Cristo en lugares Celestiales.229 Ella es la luz del mundo porque mientras está en la tierra, Cristo, “la luz del mundo,” está viviendo en ella que también es Su cuerpo, la iglesia (Juan 8:12).230

Pablo dijo, “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado” (1 Co. 2:2). En otras palabras, conocer a Cristo es todo lo que necesitamos, y permitir que Su vida crucificada esté en nosotros es cómo lo conocemos y cómo Él nos conoce.231

Con razón que el mundo está en la condición que está. Es porque la mayoría de la gente cree que no tiene que ser perfecta para entrar al Cielo, así que nunca se esfuerza hacia la perfección.232 Nunca recibe la reprensión de la Palabra del Señor. Ella nunca recibe la luz de la Palabra como su guía, ni se han fortificado permitiendo que Cristo viva en ellos y ellos viviendo en Cristo para mantenerse sin pecado.

La gente que predica verdades a medias y herejía, podrá tener “apariencia de piedad [un disimulo de piedad], pero [niegan] la eficacia de ella [Dios dijo]; a éstos evita...[Ellos] siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad” (2 Ti. 3:5, 7). Es decir siguen aprendiendo de Cristo, pero Él nunca vive en ellos en la tierra, y ellos nunca viven en Él en el Cielo. ¿Por qué tendría Dios una novia imperfecta ni santa, siendo Él perfecto? Él vino al mundo con el fin de tener una iglesia perfecta, un cuerpo perfecto, una novia perfecta, un Cielo perfecto, una ciudad perfecta, la Nueva Jerusalén, un templo perfecto y una eternidad perfecta.233 El Cristo verdadero, “el Reino de los Cielos se ha acercado [en Su iglesia aquí en la tierra]” (Mt. 3:2).

“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Col. 3:1-3).

ALISTÁNDOTE

La salvación y la preparación para el Cielo tiene que ocurrir en este mundo actual.234 Se nos da cierta cantidad de tiempo para esta preparación. Si Dios ve que no estás interesado en la preparación para el Cielo, Él puede sacarte la vida de tu cuerpo, juzgarla, luego lanzar tu alma al lago de fuego. Él dice que lo hará en un momento cuando menos lo esperes, “como ladrón en la noche” (2 P. 3:10).235

Cristo, la Palabra de Dios, la Biblia, que es el Árbol de Vida, es nuestra vida espiritual permanente y verdadera,236 alimento,237 bebida,238 luz,239 ropa,240 y morada eterna.241 Él es la tierra de Dios, la ciudad de Dios, y el templo de Dios.242 Cuando nuestro espíritu se une con el Espíritu del Señor, tenemos Su Espíritu mezclado en el nuestro, lo cual nos da vida eterna.

Job era un hombre perfecto y recto, temeroso de Dios, y apartado del mal (Job 1:8). Él dijo, “Guardé las palabras de Su boca [de Dios] más que mi comida” (Job 23:12). La razón que Job pudo mantener su camino firme en Dios durante todas sus pruebas fue porque él estimó a Dios la Palabra, su alimento verdadero y permanente, y vida eterna, más que estimó él el alimento transitorio, necesario para la vida de su cuerpo temporal, transitorio. Él sabía que su cuerpo fue hecho del polvo y fallecería pronto, así como nuestros cuerpos pronto fallecerán.

NUESTRO TODO

El Cristianismo no es una religión como el catolicismo, el budismo, el mohamedismo, o ningún otro “ismo.” Las religiones son peligrosas no sólo para sí mismas, sino para otra gente, tal como los musulmanes que entrenan a su gente a que se estrellen contra edificios. Son peligrosas para todos. Son anti-Cristo. Son contra-humanidad, y contra-su propia gente. Ellos les enseñan a su gente a morir por causas falsas. Les enseñan a adorar a los seres humanos, más bien que a Dios. Están enseñándoles cómo llegar al Infierno de prisa.243 Cristo es salvación, pero solamente para aquellos que creen en hacer lo que Él dice. 244 Por esto es que la Palabra de Dios nos dice que las religiones son del diablo,245 pero que “la salvación es de Jehová” (Jon. 2:9).

El Antiguo y Nuevo Testamento son exactamente iguales.246 El Antiguo Testamento le dice al mundo exactamente lo que Cristo cumplió en el Nuevo Testamento.247 El Antiguo Testamento, la tierra, la ciudad, y el templo era todo una sombra de Cristo y Su plenitud, que es Su cuerpo, Su iglesia, en el Nuevo Testamento.248 Esto incluye su existencia en el Cielo por la eternidad.249

Después que Cristo murió, resucitó de entre los muertos, y ascendió al Cielo, Él se convirtió en un Espíritu dador de vida, que pudo vivificar a Sus discípulos a espíritus que dan vida.250 Con Dios en el poder de Cristo viviendo en ellos como un Espíritu dador de vida, ellos fueron y son, a través de Cristo, capaces de vivificar a otros a vida en Cristo. Nadie sino Cristo en Dios puede hacer estas cosas milagrosas.251

La salvación es del Señor. Las religiones son falsas. Son un acto, una farsa, un truco del diablo. Son útiles para el diablo, quien las usa para destruir las almas de la humanidad. Las religiones son exactamente lo contrario de Cristo. Si los judíos rechazan venir a Cristo, su Mesías, no son más que una religión falsa. Siempre gritarán, “¡Crucifícale, Crucifícale!” significando a Cristo y Su iglesia (Lc. 23:21). Las religiones les enseñan a su gente cómo llegar al Infierno rápido diciéndoles que adoren a gente o cosas más bien que a Dios en Cristo.252 Ellos enseñan asesinato, suicidio, y guerra. Son terroristas y mentirosos. Jesús dijo que son “[de su] padre el diablo” (Juan 8:44). Les enseñan a adorar y orarle a la madre de Cristo más bien que a Dios en Cristo. Enseñan que Maria es deidad, pero ella no es deidad.253 La Deidad es el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, que son Cristo.254 Cristo es la plenitud de Dios, y la Biblia dice que nosotros que somos Su iglesia y cuerpo somos la plenitud de Dios en Cristo.255

La religión es del diablo, y la salvación es del Señor. Por lo tanto, la religión no puede salvar tu alma. La religión sólo puede destruir tu alma si crees en ella en vez de en Cristo, quien es tu único Salvador, tu único Señor, el único “REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Ap. 19:16). Él es nuestro todo en la tierra y en el Cielo.256

La gente religiosa que disfruta de ceremonias religiosas, rituales, políticas, elogios de otros seres humanos, y cualesquiera otros tesoros temporales que adquieren por ser religiosa solamente hará que Dios se enoje más con ellos por su herejía cuando esté parada ante Él en Su Barra de Juicio.257 Dios dijo que el mundo entero será engañado en los últimos días (Ap.12:9).258 Ten eso en mente. Si tú eres religioso, eres uno de muchos millones de personas engañadas. Recuerda esto, también. En el tiempo del diluvio, todos fueron engañados por el diablo, con excepción de ocho personas.259 Piénsalo. Oh, y piensa en esto, también. La Palabra de Dios dice que todo el mundo adorará al diablo en los últimos días, y está haciendo eso mismo (Ap. 13:4, 8). Adorar cualquier cosa excepto a Dios en Cristo es adorar el diablo.260 Esto significa que están adorando ídolos, religiones, o a sí mismos más bien que a Dios en Cristo. Recuerda también que Jesús dijo, “Estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mt. 7:14).261

¿De qué te vale practicar religiones falsas en este mundo actual, o en realidad, poseer el mundo entero con toda su abundancia, cuando al fin tu alma está perdida?262 ¿De qué te vale tener un trabajo lucrativo y poderoso ganado por tu afiliación con estos individuos o por tu lealtad a Roma, si al fin, pierdes tu alma eterna?263 ¿De qué te vale ser fiel y leal al corrupto, malo, Satanás, o a cualquiera de su gente sólo para agarrarte de algo de poca monta de lo que crees ser de mérito en este mundo? Si tú rechazas hacer a Cristo tu todo, como Él quiere ser, entonces al fin perderás tu propia alma eterna, y pasarás la eternidad en el lago de fuego.264 ¡Qué absurdo te pensarás haber sido! Cuánto te odiarás a ti mismo eternamente por no aceptar a Cristo como tu todo mientras estabas aquí en la tierra. Cuánto te desdeñarás y maldecirás a ti mismo eternamente por ello cuando estés gritando a todo alto en el lago de fuego. No habrá ni una fracción de un momento de alivio de la miseria que tendrás allí para siempre jamás.265

La Palabra de Dios, Cristo, es la única verdad y la única esperanza de nuestra salvación.266 Las falsas religiones mezclan algunas verdades de la Biblia con mentiras que condenan el alma. Éste es un truco del diablo para engañar al mundo y hacer que sus doctrinas falsas le parezcan verdaderas, o por lo menos algo verdadero, al público en general, aquellos que no les importa si sus almas pasarán la eternidad en el Cielo o en el Infierno, aquellos que no creen en Dios, en Cristo, en el Cielo, o en el Infierno.267

¿UNA BUENA PERSONA?

La persona media del mundo cree que irá al Cielo si es “una buena persona,” si no lastima a nadie, o si contribuye dinero a alguna “causa digna,” lo cual Cristo no cree ser digno en absoluto. Estos buenos hechos suyos son como trapos asquerosos ante los ojos de Dios (Is. 64:6). Es agradable hacer buenos hechos, pero Cristo tiene que vivir y obrar en ti y a través de ti todo el tiempo para que puedas entrar al Cielo.268 Tampoco puedes cometer pecados si quieres ir al Cielo.269 Si eres un pecador, Dios no te considera ser una buena persona. Estás perdido, y necesitas ser salvo. Lo que tú piensas ser pecado y lo que Dios dice ser pecado, en realidad son dos cosas diferentes. Ya no puedes pensar más de la manera que piensas si quieres entrar al Cielo, y evitar el Infierno. Tienes que intercambiar tu pensamiento por el pensamiento de Cristo para entrar al Cielo.270 Este intercambio es un trueque. Intercambiamos nuestras mentes inferiores, pecaminosas por la mente superior, sin pecado de Cristo, o nunca entraremos al Cielo. Las falsificadas doctrinas falsas del diablo tienen cierto aspecto de lo bueno al público en general, que tampoco tienen una pista en cuanto a lo que dice la Biblia. Sus almas no les importan lo suficiente para buscar a Cristo por la Palabra y hacerlo su todo. El dinero falsificado parece verdadero, pero es una falsificación, irreal. La salvación o la religión falsificada le parece verdadera a mucha de la gente. Sin embargo, no es verdadera. Es una falsificación, sin valor.

La Biblia, la Palabra de Dios, es Dios.271 Cristo es la cosa verdadera, la realidad de todo que es Celestial y eterno. El Reino del Cielo, con todo sus tesoros y gloria, tiene que ser mucho más importante para ti que las cosas irreales, temporales, simbólicas de este mundo si planeas entrar al Cielo.272 Mientras Job vivía su vida en la tierra, él también se estaba poniendo el Cielo. Job no renunciaba el Cielo y la eternidad por cualquier cosa en esta tierra.273 Job dijo, aunque “Él me matare, en Él esperaré” (Job 13:15). Él confiaba en Dios, cuyas promesas son todas “sí.” Las promesas de Dios no son quizá, sino que son “sí” para todos los que guardan Sus mandamientos.274 Sus promesas también son “sí” para compensar al impío por hacer mal.275 Él le promete el lago de fuego al impío por toda la eternidad.276

Cristo es “corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col. 2:9). “Todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:3). Dios nos hizo en Su imagen para Él poder ambos vivir y obrar en nosotros, representándose a Sí Mismo a través de nosotros, viviendo en nosotros con Su autoridad en este mundo. El propósito de Dios es representarse al mundo viviendo en el hombre.277 Esto sólo puede suceder si el hombre participa en Él como su alimento dador de vida. Esto puede suceder sólo si participamos en todas las riquezas que Cristo es para nuestra vida eterna, es decir, si permitimos que Él transmita en nosotros todo lo que Él es, comiéndolo a Él, la Palabra, el Árbol de Vida.278 Si tu deseo es vivir por siempre en el Cielo, tienes que mostrar tu deseo comiendo de todo lo que Dios es en este mundo presente.279

Los elementos dadores de vida de este mundo son solamente simbólicos de Cristo.280 Las negativas de esta tierra no son simbólicas de Cristo. Una vez más, Dios dijo que va haber “un Cielo nuevo y una tierra nueva” (Ap. 21:1). Antes de que suceda esto, Él va a quemar el primero.281 Esto hará Él para purgar el Cielo y la tierra de cualquier corrupción de pecado, Satanás, el mundo. Nadie que descree a Dios vivirá en el nuevo Reino del Cielo o vivirá en la tierra nueva.282 De nuevo, Dios en Jesús declaró de Su trono en el Cielo, “He aquí, Yo hago nuevas todas las cosas” (Ap. 21:5). En este Cielo nuevo y esta tierra nueva, habrá sólo justicia. El Apóstol Pedro por el Espíritu dijo, “Nosotros esperamos, según Sus promesas [del Señor], cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por Él [Cristo] SIN MANCHA e IRREPRENSIBLES [sin pecado], en paz” (2 P. 3:13-14). Hubo oscuridad en el Cielo y hay oscuridad en este mundo, pero en el nuevo Cielo y en la tierra nueva no habrá oscuridad en absoluto.283 Una vez más, el Señor dice, “He aquí, Yo hago nuevas TODAS las cosas” (Ap. 21:5). A todos se les da un cuerpo nuevo.284

No habrán adoradores de ídolos, al igual que no habrán ningunos agentes malos del gobierno ni los medios de noticias que procuran persuadir a los Cristianos a que toleren o sean parte de tales blasfemias satánicas, seculares y religiosas.285 Los Cristianos que se han consagrados de tal maldad en este mundo serán bendecidos con separación total de tal maldad en el nuevo mundo Celestial, verdadero.286

HAY UNA PUERTA QUE ABRIR

Si queremos ser la plenitud de Cristo, y si queremos que Cristo sea nuestra plenitud, tenemos que abrirnos para que Él entre en nosotros.287 Podemos ser la plenitud de todo esto una vez que Cristo esté en nosotros como nuestro Salvador y Mediador, y una vez que estemos en Cristo, como nuestro hogar eterno.288 Nosotros tenemos que abrir las puertas de nuestros corazones. Jesús dijo, “He aquí, Yo estoy a la puerta, y llamo; si alguno oye Mi voz y abre la puerta entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Ap. 3:20). Cristo es “la Puerta” (Juan 10:9). Él es la Puerta a Dios, el único Mediador que nos conecta con Dios.289 Las puertas de nuestros corazones son las únicas puertas que tenemos que abrir para que el Padre en Cristo entre en nosotros.290

Él ya no vive fuera de Sus discípulos. Él vive en ellos, y Sus discípulos viven en Él.291 Como el Espíritu dador de vida, Él vive en Sus discípulos, para que podamos vivir en Él en el templo en el Cielo. No podemos hacer ninguna obra santa sin que Él viva y obre en y a través de nosotros en este mundo.292 Esta es la piedra con la cual la gente tropieza. Esta es la razón que en la Biblia Jesús es llamado la “Piedra de Tropiezo y Roca de Caída” (Ro. 9:33).293 Él, “la Principal Piedra del Ángulo” de la iglesia, es realmente la Roca de Caída a los que tropiezan. Tropiezan porque no quieren vivir en Él y no quieren que Él viva en ellos mientras están en la tierra (Ef. 2:20). Tropezando sobre la manera correcta de entrar al Cielo, tropiezan al Infierno, el lago de fuego.294 Cristo y Su único camino a la vida eterna son piedras de tropiezo para ellos. Ellos “[aman] este mundo” más bien que el “siglo venidero” (2 Ti. 4:10, Mr. 10:30, He. 6:5), aunque Dios ordena, “No améis al mundo” (1 Juan 2:15), sino “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón... alma... mente y... fuerzas” (Mr. 12:30). Nunca se entregan a sí mismos, sus cuerpos, para ser templos en los cuales Dios viva y haga Su obra en la tierra, y nunca rinden su tiempo para vivir en Cristo en lugares Celestiales. Para ellos esto sería muerte, más bien que vida como lo es en realidad.295 No hay ninguna lucha entre ellos y Satanás porque Satanás ya los tiene donde los quiere.296 Se enredan con los asuntos de este mundo, que pronto se va a quemar. La Biblia dice, “Ninguno que milita [contra Satanás] se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a Aquel [Dios] que lo tomó por soldado [Cristiano]” (2 Ti. 2:4).

Cuando Cristo está viviendo en nosotros, y cuando nosotros estamos viviendo en Él, Él se convierte en “una fuente de agua que salte [en nosotros] para vida eterna” (Juan 4:14), el “río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios [y en aquellos de nosotros que somos Cristianos, así como a través de nosotros a otros. Ellos beneficiarán grandemente de esto por siempre cuando verdaderamente se interesen y acepten esta agua para la vida de sus almas]” (Ap. 22:1). Todas estas cosas son simbólicas de Cristo, que es también el Espíritu Santo, el Espíritu dador de vida, y la Resurrección.297

Jesús dijo, “Yo soy la Resurrección y la Vida” (Juan 11:25). Él le da vida a todos los que lo buscan para que Él sea su plenitud, los que quieren ser Su plenitud, aquellos cuyo deseo es pasar la eternidad en el Cielo, el lugar más hermoso, más maravilloso, y perfecto del universo, un lugar donde todo es perfecto, incluyendo cada persona, un lugar donde siempre seguiremos siendo jóvenes, y un lugar donde nunca moriremos, nunca sufriremos, nunca estaremos enfermos ni cojos.298 Aun si nos falta brazos, piernas, ojos, o nuestra audición, aunque hemos perdido nuestros dientes, nuestro pelo, un dedo, o cualquier cosa de nuestros cuerpos físicos en este mundo, seremos totalmente perfectos y enteros en el mundo verdadero, que es el Reino del Cielo.299 Allí no hay Satanás, ningún hombre, mujer, o niño satánico, ningún ladrón, tal como los recaudadores irrazonables, ninguna prisión o cárcel, ningún arrastre de químicas rociándonos con químicas o guerra bacteriológica, que me dicen está sucediendo hoy, ninguna tortura, ningún asesino, ningún adúltero, ningún fornicario, ningún mentiroso, ningún acusador falso, ninguna injusticia, ningún otro pervertido como los homosexuales o las lesbianas, y ningún pecado en absoluto.300 Allí solamente hay paz, alegría, y éxtasis completo por la eternidad. “Enjugará Dios toda lágrima [de nuestros] ojos... y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Ap. 21:4). La gente será unida con sus amados que han muerto antes de ellos. No habrán más tragedias, accidentes, ni pobreza. No habrá trabajo. El Reino de Dios es un reino glorioso que jamás terminará.301 Es chispeante y brillante, lleno de inocencia, un lugar donde todos confían en todos porque han sido probados, puestos a pruebas, y se han encontrado ser dignos de confianza.302

La temperatura en el Cielo es siempre perfecta, y nunca hay necesidad de medicina. Una vez que estemos en el Cielo, es imposible aun para Dios echarnos fuera del Cielo, porque Sus promesas son verdaderas.303 Dios sabe quiénes somos.304 Él sabe que somos dignos de estar allí porque les fuimos fiel a Él.305 Él está en nosotros, y nosotros estamos en Él.306 La atmósfera del Cielo y las aromas del Cielo son tan hermosas y perfectas. Todo allí es más allá de la imaginación o capacidad de alguien para explicar. “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman [y guardan Sus mandamientos]” (1 Co. 2:9). Ningún idioma humano es adecuado para describirlo. ¡Oh, qué absurdos seríamos vivir para cualquier cosa tan temporal como este mundo!307 ¡Qué absurdo es para cualquier persona que aun piense en este mundo, donde la gente tiene que ajustarse a las condiciones defectuosas y peligrosas de un día al otro. Si no somos salvos, después de morir no hay nada que esperar excepto la muerte eterna en el lago de fuego.308 Estando en el lago de fuego es inconcebiblemente peor que estar en este mundo actual.309 Sin embargo, hay todo que esperar en el Cielo con toda la gloria y las riquezas ahí.310 Los que se nieguen de todas las cosas impías de este mundo recibirán trillones de veces más placer en el Reino de Dios, que es nuestro Reino con Cristo.

TESOROS

El maná que vino sobre la tierra desde el Cielo y alimentó la nación entera de Israel por cuarenta años era simbólico de Cristo, que es el Pan de Vida, la Palabra de Dios. 311 Los zapatos y la ropa que la gente de Israel usó por cuarenta años nunca se gastaron.312 Esto también es simbólico de Cristo no sólo siendo nuestra ropa, sino nuestro sostén, para todo aquí en la tierra y para todo en el Cielo por la eternidad. Cristo proporciona mucho más para nosotros en el mundo venidero, el mundo verdadero, que es el Cielo. Jesús nos dijo “haceos tesoros en el Cielo [mientras estamos aquí en la tierra], donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mt. 6:20-21). Nuestros tesoros en el Cielo son eternos.313 Cristo en nosotros es nuestra justicia.314 La tierra de Canaán, con todas sus riquezas temporales, es simbólica del Cielo, con todas sus vastas riquezas eternas. Éstos nos pertenecen a nosotros con Dios en Cristo.315

El Reino del Cielo está entrando en este mundo más y más cada día.316 Aumenta cada día, ambos cuando los pecadores abren sus corazones para dejar que Cristo entre y cuando comienzan a vivir en Cristo como su templo.317 Cuando Cristo comienza a vivir en ellos como su vida, Cielo, ciudad, y templo, y ellos comienzan a vivir en Él como la plenitud de Cristo, pueden reclinar sus cabezas en Su pecho y pedírle qué deberían de hacer diariamente para edificar el Reino, la ciudad, y el templo mientras están aquí en la tierra.318 Pueden preguntarle qué camino Él quiere que tomen, de qué pastos verdes de Su Palabra Él quiere que se alimenten, y de cuales aguas de Su Palabra Él quiere que beban. Él les dirá a cuales gente Él quiere que se dispensen mientras están viviendo en la tierra.319

Cada vez que una nueva alma viene a Cristo por recibir a Cristo la Palabra, que es Espíritu y Vida, en sus espíritus, el verdadero Reino del Cielo, entra en ese templo, esa alma, ese espíritu.320 Esto aumenta el Reino del Cielo de Dios aquí en la tierra cada día.321 Es de ésta manera que el cuarto reino de la bestia mencionado en el libro de Daniel, capítulo dos, versículo treinta y cuatro, será quebrantado en pedazos por Cristo la Piedra, por Él vivir en Sus discípulos y predicar de Sus Palabras a través de ellos a los que no son salvos en este mundo.322 Nosotros somos miembros de la Piedra que “desmenuzó” [el cuarto reino] que fue escrito en el libro de Daniel (Dn. 2:34).323 Cada conversión trae más del Reino del Cielo aquí en la tierra. Ésta es la respuesta a la oración que Cristo le enseña a todos Sus discípulos que oren. “Hágase Tu voluntad, como en el Cielo, así también en la tierra” (Mt. 6:10).

Somos sembradores de Su semilla, que es Cristo, la Palabra de Dios.324 Jesús dijo, “La semilla es la Palabra de Dios” (Lc. 8:11). Pablo declaró, la “simiente...es Cristo” (Gá. 3:16). La Biblia dice que el universo completo “no [puede] contener [a Cristo, que es Dios]” (1 R. 8:27).325

Siempre tenemos que caminar en la luz de Cristo y en todas las demás cosas que Él es. La razón es porque tenemos que convertirnos en todo lo que Cristo es en este mundo si queremos ser uno con Él, aquí en la tierra y en el Cielo.326 Mientras comemos y bebemos de Cristo, transmitimos todo lo que Él es en nosotros. Cristo es, “el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno” (1 Juan 5:7). Algunos ministros dicen que nadie ha visto a Dios. Decenas de miles de gente lo vieron en persona mientras Él estaba aquí en la tierra por treinta y tres años y medio, y muchos de nosotros lo hemos visto en visiones.327

Toda cosa y cada persona, incluyéndome a mí, hemos sido creado por Dios de la buena tierra, el polvo.328 Cada casa, cada edificio, y toda cosa en cada casa y cada edificio son hechas del polvo. El oro, la plata, y el platino salen del polvo. Los diamantes, los rubís, y las demás piedras preciosas vienen del polvo de la tierra. Una vez más, todo en este mundo simbólico y temporal sale del símbolo de Cristo, la tierra. Todo es temporal. Nada es verdadero excepto el Señor. Pero todo es simbólico del Señor. El universo le habla estas cosas a cada persona.

“¿Quién subirá [a la ciudad de Dios, la Nueva Jerusalén]? ¿Y quién estará en [el Señor, el] lugar santo [que es la eternidad en el Cielo]?” El Salmista David contesta la pregunta en la forma de una promesa: “El limpio de manos [ésos que no hacen ningún mal teniendo el poder y la vida de Dios en Cristo ambos viviendo y obrando en ellos] y [los] puro de corazón [los que por caminar en el Espíritu están viviendo una vida libre de pecado, una vida intachable, sin defecto, y sin arruga329]; [los] que no [han] elevado su[s] alma[s] a cosas vanas [las cosas de la vida propia, o las cosas de este mundo],” ni han jurado por lo que es falso (Sal. 24:3-4, Reina-Valera, griego orig.).

Dios nos advierte que la mente humana es débil y olvidadiza porque está hecha del polvo.330 Por lo tanto, necesitamos ponernos la mente espiritual de Cristo. Esto nos permitirá participar en todas las cosas espirituales de Dios con todos nuestros corazones, nuestras almas, mentes, y fuerza cada día.331 Si tú piensas que lo que Dios pide de ti es demasiado mucho, déjame decirte lo que Pedro le dijo a Jesús. Él dijo, “¿A quién iremos? Tú tienes palabras [las instrucciones] de vida eterna” (Juan 6:68). Haz todo lo que Él diga, y tendrás vida. No hagas TODO lo que Él te mande, y no tendrás vida eterna solo muerte eterna en el lago de fuego.332 No hay ningún otro lugar que podamos ir sino a Cristo para vida eterna.333 Él sólo es nuestra Vida.334 Él es nuestra vida espiritual, alimento, agua, ropa, luz, y morada eterna.335 De nuevo, Él es nuestro todo. No hay más en quien participar sino Cristo si quieres tener vida eterna.

NINGUNAS INTERPRETACIONES PRIVADAS, POR FAVOR

Si tú, como muchos otros, encuentras duro interpretar la Palabra de Dios, déjame decirte de nuevo lo que Pedro dijo por el Espíritu Santo. Solamente hay una interpretación correcta de la Biblia. Solo tiene un significado, y ese significado es que Dios en Jesús es el único “Camino, y la [única] Verdad, y la [única] Vida.” Es imposible que alguien venga a Dios sino por el Espíritu (Juan 14:6). La Palabra de Dios es simple. Pedro por el Espíritu Santo dijo, “ninguna profecía...es de interpretación privada” (2 P. 1:20). Es decir, no somos permitidos interpretar la Biblia como queremos que sea para nosotros mismos o para otros porque eso sería herejía, pecado blasfemoso.336 El autor de la Biblia es Dios Mismo, el Espíritu Santo. 337 Pedro continúa, “porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por [Dios] el Espíritu Santo” (2 P. 1:21). Si creemos la Biblia como está escrita, y la recibimos como nuestra vida, nuestro alimento, nuestra agua, ropa, luz y nuestro tabernáculo, necesarios y eternos, entonces jamás caeremos de la vida poderosa de Dios.338 Estas instrucciones se dan por todas partes en la Biblia. “Procura con diligencia [la Palabra de Dios] presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la Palabra de verdad” (2 Ti. 2:15). Si tú interpretas la Palabra de Dios como te guste en vez de la manera que es, estarás avergonzado y aterrorizado en el Día de Juicio.339 Si aprendes la Palabra de Dios y no haces lo que dice, entonces no estás viviendo en el Cielo con Cristo, y Cristo no está viviendo en ti.340 Una vez más, aprendiendo la Palabra de Dios jamás será suficiente para entrar al Reino del Cielo. “Sed hacedores de la Palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Stg. 1:22).

Dios puede tener una obra gigantesca para muchos de ustedes que están leyendo esta literatura. A menos que comiences a participar en Cristo en la tierra y en el Cielo para el poder, la autoridad, y la capacidad de Dios para que Él pueda hacer Su obra en ti, las cosas de Dios nunca serán tuyas, y nunca sabrás lo que hubiera podido ser para ti en este mundo o en el Cielo.

Cristo es nuestra justicia.341 Si tú comienzas a arroparte con el Cielo mientras dejas que Cristo obre en ti aquí en la tierra, estarás bien preparado para atender la Cena de las Bodas del Cordero y vivir por siempre en el Cielo.342 La Biblia habla de un hombre que, mientras estaba en la tierra, no comenzó a arroparse a sí mismo con justicia para la eternidad. Él procuró participar en la Cena de las Bodas del Cordero, pero no estaba arropado para la ocasión. “Y entró el rey [el Novio, Cristo] para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mt. 22:11-13).

Dios me mostró que si yo o cualquier otra persona deseamos vivir en el Cielo eternamente tendríamos que dejar todo lo que estamos haciendo en este mundo, que está a punto de fallecer, y comenzar a vivir en Cristo.343 Tenemos que dejar que Cristo totalmente viva Su vida en nosotros.344 Nosotros somos la perla de gran precio de Dios. Esto es porque Él pagó el precio más grande del universo por nosotros dando Su Hijo Unigénito para que muriera en nuestro lugar.345 También tenemos que ver a Cristo como nuestra perla de gran precio y demostrarlo entregándole a Él nuestras vidas para Su propósito.346 Nosotros tenemos que renunciar todo lo que tenemos y todo lo que estamos haciendo para poseer nuestra perla de gran precio, Cristo.347 Jesús dijo, “El Reino de los Cielos [que es de estar en nosotros] es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró” (Mt. 13:45-46). Antes de este versículo, Jesús comparó el Reino del Cielo a una propiedad inmobiliaria, un campo, una tierra simbólica al Cielo, un lugar donde tenemos que guardar nuestros tesoros.348 Así que cuando encontramos esta tierra preciosa con todos los tesoros Celestiales escondidos en ella, tenemos que vender todo lo que tenemos para poseerla, y gozar de ella.349 Tenemos que comenzar a hacer esto mientras estamos aquí en la tierra. Tenemos que aceptar el Cielo, comenzar a poseerlo, y comenzar a vivir en él mientras estamos aquí en la tierra si queremos vivir allí eternamente. La promesa de Dios, que recibiremos en cambio por renunciar todo aquí en la tierra para ser la plenitud de Cristo y para que Él sea nuestra plenitud en el Cielo, es que tendremos la continuación de vida eterna por la eternidad.350 Como Jesús dijo en estas dos parábolas, tú tienes que renunciar el pecado, Satanás, el mundo, y tu vida propia, y convertirte en la plenitud de Cristo con Él en lugares Celestiales. Ésto también es la ciudad y el templo en el Cielo.351 Lo escojerás ahora o lo lamentarás por la eternidad.352 Entonces el Reino del Cielo está en ti,353 “y gozoso por ello [vas y vendes] todo lo que tiene[s], y compra[s] aquel campo [que de nuevo, significa renunciar todo tanto para ser la plenitud del Cielo en Cristo, y hacer que Cristo sea la plenitud del Cielo en ti mientras estás aquí en la tierra]” (Mt. 13:44). El Reino del Cielo tiene que ser así de precioso para nosotros mientras estamos todavía en este mundo si vamos a vender todo que tengamos para poseerlo. El renunciar este mundo para el Cielo es la única manera que podemos entrar al Cielo.354 Vender todo lo que tenemos aquí en la tierra no es nada en comparación a la vida eterna en el Cielo con todas las riquezas de Dios en él. Es igual que renunciar el pecado, renunciar a Satanás, y renunciar el mundo con todas sus lujurias. Esto incluye nuestra vida anterior pecaminosa y nuestra carne.355 El Apóstol Pablo declaró, “Estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Fil. 3:8). Retener cualquier cosa para nosotros mismos o nuestras cosas significaría que seríamos como Ananías y Safira en el capítulo cinco del libro de los Hechos quienes retuvieron algo de lo que dieron. Esto se considera mintiéndole al Espíritu Santo. Las vidas de Ananías y de Safira fueron terminadas inmediatamente. “Y levantándose los jóvenes, lo[s] envolvieron, y sacándolo[s], [los] sepultaron” (Hch. 5:6, 10).356

Cuando Cristo nos hace seña para que vayamos y lo sigamos a Él, Él actualmente nos está haciendo seña para salir y morir al pecado, Satanás, el mundo, y nuestras vidas anteriores, es decir, negarnos a sí mismos, tomar nuestras estacas o cruces, y seguirlo a Él (Mt. 19:21).357 Jesús dijo, “El que Me ama, Mi Palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Juan 14:23). En otras palabras, si vivimos en Él en el Cielo, Él vivirá en nosotros en la tierra. Si tú amas al Señor, entonces, como Él dijo, harás todo lo que Él te ordena hacer.358 No hay ninguna manera que podríamos entrar al Cielo haciendo cualquier cosa inferior. A menos que vivamos en la plenitud de Cristo, y a menos que Cristo viva con Su plenitud en nosotros, estamos rompiendo el primer mandamiento, que es “Amarás al Señor tu Dios con TODO tu corazón, y con TODA tu alma, y con TODA tu mente y con TODAS tus fuerzas” (Mr. 12:30). La Palabra de Dios dice si quebrantamos una ley, hemos quebrantado todas. “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Stg. 2:10). Eso quiere decir que tenemos que dejar todo en este mundo temporal y condenado para poder empezar a vivir en lugares Celestiales con Cristo mientras el Cielo está viviendo en nosotros en la tierra.359 Entonces el Cielo, el mundo verdadero, puede vivir en nosotros mientras vivimos en este mundo. Esto es igual que caminar tras “la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús” (Ro. 8:2). “Pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Ro. 8:1).

Otra vez, todo lo que tenemos en este mundo no es verdadero, ni perdurable, ni durable, ni es para siempre. Es sólo temporal. Es solamente simbólico de Cristo y de las demás cosas verdaderas en el Cielo. “Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu [Dios en Cristo en ti] hacéis morir las obras de la carne, viviréis” (Ro. 8:13).360 Tenemos que llevar el instrumento de nuestra propia muerte. Este instrumento es la abnegación, que quiere decir obediencia a Dios.361

Una vez más, este mundo no es el mundo verdadero. El Cielo es verdadero.362 Alístate para el Día de Juicio. Prepárate para el mundo verdadero, el Cielo. “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el Cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mt. 6:19-21). 𠇎l que halla su vida, la perderá: y el que pierde su vida por causa de Mí, la hallará” (Mt. 10:39). Esto quiere decir que viva en Cristo para que Él pueda vivir en ti. Permite que Él con Su padre por el Espíritu entre en ti ahora para que puedas comenzar a ser parte del Reino del Cielo, de la ciudad en el Reino del Cielo, y del templo en el Reino del Cielo este mismo minuto. Sigue este patrón de salvación,363 que fue hecho para ti en el Cielo. Comienza ahora diciéndole esta oración a Dios en Cristo:

Oración

Mi Señor y mi Dios, ten misericordia de mi alma pecadora.1 Yo creo que Jesucristo es el Hijo del Dios Viviente.2 Creo que Él murió en la cruz y derramó Su preciosa sangre por el perdón de todos mis pecados. 3 Creo que Dios resucitó a Jesús de entre los muertos por el poder del Espíritu Santo4 y que Él está sentado a la mano derecha de Dios en este momento, escuchando mi confesión de pecado y esta oración. 5 Abro la puerta de mi corazón, y Te invito en mi corazón Señor Jesús. 6 Lava todos mis pecados sucios en la preciosa sangre que Tú derramaste por mí en la cruz del Calvario. 7 Tú no me rechazarás, Señor Jesús; Tú perdonarás mis pecados y salvarás mi alma. Lo sé porque Tu Palabra, así lo dice. 8 Tu Palabra dice que Tú no rechazarás a nadie, y eso me incluye a mí.9 Por eso, sé que me has escuchado, sé que me has contestado, y sé que soy salvo.Por eso, sé que me has escuchado, sé que me has contestado, y sé que soy salvo.10 Y Te doy gracias, Señor Jesús, por salvar mi alma, y Te mostraré mi agradecimiento haciendo como Tú mandas y no pecar más. 11

Usted acaba de completar el primer paso en una serie de cinco pasos que se requieren para recibir la salvación. Su segundo paso es negarse a sí mismo y aceptar la cruz cada día con el propósito de mortificarse, es decir, para darle muerte a su propia voluntad, a su ser autosuficiente, y al mundo con todos sus deseos. Todos estos tienen que ser bautizados en la muerte de Cristo. El tercer paso es su resurrección de la vida satánica de Adán a la vida libre de pecados de Cristo. El cuarto paso es su ascensión a una posición de autoridad para reinar por Dios en la tierra, y el quinto paso es reinar por Dios en la tierra hasta el fin con el propósito de traer el reino del Cielo a la tierra. Usted tiene que aprender la Palabra de Dios, luego someterse y hacer lo que la Palabra dice, para que la Iglesia y el mundo puedan ver pruebas de su sumisión a la Palabra de Dios, Su orden, y Su autoridad en usted y por usted.
Alabado sea el Señor. Que Dios lo recompense abundantemente.

Pastor Mundial Tony Alamo


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ESTA LITERATURA LLEVA EL VERDADERO PLAN DE SALVACIÓN (Hch. 4:12). NO LA TIRE, PÁSELA A OTRO.

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© Propiedad literaria octubre/noviembre, 2002
Todo derecho reservado Pastor Mundial Tony Alamo ® Registrado octubre/noviembre, 2002


Notas del "LA COSA VERDADERA EL TRATO VERDADERO":vuelva arriba

1 Gn. 2:17, 17:11, 13, Ex. 12:3-28, 17:6, 24:8, Sal. Cap. 1, 15:1, 78:13-16, Mt. 25:31-46, 26:27-28, 27:50-51, Jn. 6:27, 31-35, 48-51, 1 Co. 5:7-8, 10:3-4, 13:12, Ef. 5:25-32, He. 8:1-10 vuelva

2 Sal. 102:25-27, Is. 24:19-20, 51:6, Mt. 24:3-13, 23-29, 44-51, 2 P. 3:7-13, Ap. 20:11, 21:1 vuelva

3 Jn. 1:1-3, 10, 1 Co. 8:6, Ef. 2:10, 3:9, Col. 1:12-17, He. 1:2-3, 8-10 vuelva

4 Gn. 1:26-28, 2:7, 15, 5:1, 9:2, 6, Sal. 8:6-8, 1 Co. 11:7, Col. 3:10, He. 2:7-8 vuelva

5 2 S. 7:11-13, 1 R. Caps. 5-6, Sal. 23:1, Mt. 4:16, 7:7-11, 9:15, 26:26-28, Mr. 2:19, Lc. 1:79, 2:32, Jn. 1:3-4, 3:16, 35-36, 4:10, 14, 24, 6:35, 53-58, 63, 7:37-39, 8:12, 10:27-30, 11:25-26, 14:6, 10-11, 15-17, 15:4-7, 17:2, 20:22, Ro. 8:37, 1 Co. 3:21-23, 8:6, Ef. 1:18-23, 3:17-19, 5:23, Col. 1:16-27, 2:9-13, 3:11, Stg. 1:5, Ap. 3:5, 18, 21:2, 6, 23 vuelva

6 Gn. 2:7, 9, Dt. 8:3, 30:20, 32:39, Job 27:3, 34:14-15, Sal. 104:30, 139:3-10, Pr. 8:1-3, 22-31, Is. 42:5, 44:6, 48:12-13, Jer. 23:23-24, Jn. 11:25, 14:6-11, 17:11, 21-23, Hch. 17:23-28, 1 Co. 1:24, 2:10, 15:28, Ef. 1:19-23, 3:14-21, Col. 2:9-10, Ap. 1:8-11 vuelva

7 Gn. 1:1-2, 9-10 vuelva

8 Gn. 1:9-10 vuelva

9 Mt. 16:21, 17:23, Lc. 9:22, Hch. 2:23-24, 4:10, 13:33-37, Ro. 1:3-4, 1 Co. 15:3-4 vuelva

10 Gn. 1:9-17, 29-30, 2:7, 9, 3:19, 23, Sal. 104:14, Ecl. 3:20, He. 6:7 vuelva

11 Gn. 2:7, Dt. 8:3,30:20, 32:39, 1 S. 2:6, Job 27:3, Mt. 27:52, Jn. 1:3, 10, 3:16, 5:24-26, 6:27, 33-35, 40, 47, 10:10, 11:25-26, 14:6, 17:2-3, 20:31, 1 Co. 8:6, Col. 1:16-17, He. 1:2-3, 1 Jn. 5:11-13 vuelva

12 Gn. 1:25-28, 2:7, 15, 19-20, Job 27:3, Sal. 39:4-6, 11, 104:30, Hch. 17:25-28 vuelva

13 Gn. 1:9-17, 2:7, 9, Dt. 8:3-4, 15-16, 10:18, Jer. 31:35, Job 38:41, 40:20-23, Sal. 28:9, 104:10-15, 136:25, 146:7, 147:7-9, 148:3-10, Mt. 5:45, 6:25-34, Hch. 17:25-28 vuelva

14 Ro. 12:5-8, 1 Co. 10:16, 26, Ef. 1:10, 22-23, 2:19-22, 4:1-7, 11-16, Col. 1:18-19, 2:9-10, 1 P. 2:5, Ap. 3:12, 21:3 vuelva

15 Gn.1:26-28, 2:7, 3:19-20, 23, 18:27, Job 4:19, 10:9-11, 34:15, Sal. 103:14-16, Ecl. 3:20, 12:7, Is. 40:6-8, 1 Co. 15:46-49 vuelva

16 Mt. 10:38, 16:24, Jn. 11:25, Ro. 6:2-14, 7:4-6, 8:10-11, 1 Co. 15:22, Gá. 2:20, 5:24, 6:14, Ef. 2:1-6, Fil. 3:10-11, Col. 2:10-15, 3:1-4, 1 P. 2:22-24 vuelva

17 Jn. 12:24, 2 Co. 8:11-18, 13:4, Ef. 1:18-23, Col. 1:17-23, 2:9-13, 1 P. 1:3-5 vuelva

18 Gn. 1:21 vuelva

19 1 Co. 3:9, Ef. 2:19-22, 1 P. 2:4-5, Ap. 3:12, 21:2, 9-27 vuelva

20 Jn. 14:15-20, 23, 26, 17:21-23, 26, 1 Co. 6:19-20, Gá. 2:20, Ef. 3:16-21, Col. 1:27-29, 2 Ti. 1:14, 1 Jn. 4:4, Ap. 3:12, 21:2, 9-27 vuelva

21 Jn. 15:1-8, 1 Co. 12:28, 15:10, Ef. 1:22-23, 2:21-22, 1 P. 2:5 vuelva

22 Mt. 12:18, 28, Lc. 4:1, Jn. 4:34, 5:19, 30, 8:28-29, 10:37-38, 14:10-12, Hch. 10:38vuelva

23 Mt. 8:2-4, 14-17, 14:22-32, 15:22-28, Mr. 2:1-12, 8:1-9, 22-26, Lc. 7:11-16, 8:26-39, Jn. 4:46-53, 5:2-9, 11:38-40 vuelva

24 Jn. 15:2-8, 14, Ro. 2:13, 1 Co. 3:6-9, Ef. 2:10, Fil. 2:13, Col. 1:10, Tit. 2:14 vuelva

25 Ef. 1:10-12, 22-23, 3:16-21, Col. 2:9-10 vuelva

26 Mr. 16:15, Jn. 14:12, Hch. 1:8, 9:1-16, 2 Co. 6:16, Gá. 2:20, 6:17, Ef. 1:10-12, 22-23, 3:16-21, Col. 3:15-16, 1 Jn. 4:12-13, Ap. 3:20 vuelva

27 Mt. 10:1, 7-8, Mr. 16:17-19, Lc. 10:19-20, Ef. 4:11-13, Col. 1:18-20 vuelva

28 Mt. 7:13-23, Mr. 3:35, Lc. 11:27-28, Jn. 14:15, 23, 15:10, Stg. 2:10-11, 1 Jn. 2:3-5, 3:22, 24, Ap. 21:8 vuelva

29 Mr. 16:15, Lc. 19:13, 24:49, Jn. 14:12, Hch. 1:8, 9:1-16, Gá. 1:15-16, 6:17, Ef. 1:22-23, 5:23, Col. 1:18, Jud. 1 vuelva

30 Ef. 5:23, Col. 1:18-19, 2:19, Stg. 2:26 vuelva

31 Jn. 3:16, 4:14, 6:33, 35, 63, 68, 10:27-28, 11:25-26, 14:6, Hch. 3:15, 17:25, 28, 1 Co. 15:45, Ef. 2:1, Col. 3:4, 1 Jn. 5:11-12, Ap. 2:7, 10, 21:6 vuelva

32 Jn. 6:63, 14:6, 15:5, Ro. 4:17, 5:8-9, 7:14-25, 8:1-14, 37, 1 Co. 2:14, 6:13, 18-20, 2 Co. 3:5, Gá. 2:20, Ef. 2:1, 4-5, 11-22, Stg. 2:26 vuelva

33 Is. 52:7, Mr. 16:15, Hch. 1:8, Ro. 10:14-15, 1 Co. 1:18-21, 15:10, 2 Co. 4:6-7, 5:18-20, Tit. 1:9 vuelva

34 Mr. 16:17-18, 20, Lc. 10:19, Jn. 14:12-17, 15:7-8, 16, 16:13-15, 17:11, 21-26, 1 Co. 2:11-16, 6:15-17, 12:27, Gá. 3:27-28, Ef. 1:19-23, 2:20-22, 3:19-20, 4:4-6, Col. 1:19, He. 2:11 vuelva

35 Ef. 5:23, Col. 1:18-19, 2:19, Stg. 2:26 vuelva

36 Gn. 1:26-28, Mr. 16:17-18, 20, Jn. 14:12, 17 37 1 S. 15:22, Mr. 16:17-19, Lc. 10:19-20, Jn. 14:10-21, 15:1-14, 17:10-11, 21-24 vuelva

37 1 S. 15:22, Mr. 16:17-19, Lc. 10:19-20, Jn. 14:10-21, 15:1-14, 17:10-11, 21-24 vuelva

38 Ez. 36:27, Jn. 14:10-20, 15:1-14, 17:10-11, 21-24, 1 Co. 3:16-17, 6:19-20, Gá. 2:20, Ef. 3:16-21, He. 8:10, 1 Jn. 3:6, 24 vuelva

39 Mt. 25:31-46 vuelva

40 Mt. 3:12, Lc. 3:17 vuelva

41 Mr. 16:15-16, Ap. 19:20-21, 20:15, 21:8 vuelva

42 1 Co. 3:16-17, 6:19-20, 2 Co. 6:16-18, Ef. 2:19-22, Ap. 3:12, 21:3 vuelva

43 Jn. 1:16, Ef. 1:10, 22-23, 3:16-19, 4:13, 15-16, Col. 1:19-22, 2:9-10 vuelva

44 Mr. 16:15-16, Lc. 9:1-2, 24:47, Ro. 10:13-15, 1 Co. 1:17-18, 21-24, 2 Co. 6:1, Ef. 1:22-23, 4:11-16, Col. 2:9-10 vuelva

45 Ex. Cap. 12, 19:4-6, 23:14-17, 34:18, 23-24, Lv. 23:4-8, 23-25, 29-31, Nú. 9:1-14, 29:1-6, Dt. 14:2, 16:1-16, 26:17-19,1 R. 8:4-6, 10-13, 29-30, 43-50, 9:1-3, 2 Cr. 35:16-19, Lc. 2:41-42, 22:15, Jn. 2:13, 23, 4:45, 5:1, 7:10, 10:22-23, Hch. 2:5 vuelva

46 Ro. 7:4, 12:1, 5-8, 1 Co. 6:15-17,10:16, 26-28, 12:4-30, Ef. 1:3-6, 10-12, 19-23, 2:4-7, 11-22, 3:6-11, 19, 4:1-7, 11-16, Col. 1:18-19, 24, 2:9, He. 12:22-23 vuelva

47 Ef. 1:22-23, 4:11-16, 5:25-27, 29-30, Col. 2:9-10, Ap. 3:12, 21:2-3, 7, 9-27 vuelva

48 Jn. 14:15, 21, 23, 15:10, 14, 1 Jn. 5:2-3 vuelva

49 Jn. 1:1, 14, 29, 6:51, Gá. 1:3-4, Ef. 1:7, 5:2, Tit. 2:14, He. 9:12-15, 25-26, 10:4-12, 18-20, 12:24, 1 P. 1:18-20, 1 Jn. 1:7, 3:5, Ap. 1:5, 5:9, 13:8 vuelva

50 Mt. 12:6, Jn. 5:24-26, 6:27, 33-35, 40, 47, 11:25-26, 14:1-3, 6, 15:4-5, Hch. 17:24-28, 1 Co. 1:24, Gá. 3:28, Fil. 3:8, Col. 2:6-10, 17, 1 P. 2:1-5, 1 Jn. 1:1-4 vuelva

51 Ex. 3:7-10, 17, 33:1, Lv. 20:24, Dt. 26:8-9 vuelva

52 Jn. 4:14, 6:63, 7:38, 2 Co. 3:6, Gá. 5:25, 6:8, 1 Jn. 3:24, 4:13 vuelva

53 Gn. 1:11-13 vuelva

54 1 Cr. 29:15, Job 7:6-10, 9:25, 10:20-21, 13:12, Sal. 22:9, 89:47-48, 90:5, 9-10, 102:11, 103:14-16, 144:4, Ecl. 6:12, Is. 2:22, 40:6-7, 51:12, 64:6, Stg. 1:10-11, 4:14 vuelva

55 Sal. 145:13, Dn. 4:34, Lc. 18:30, Ro. 6:22, 2 P. 1:11, Ap. 7:14-17, 21:1-4, 9-27 veulva

56 1 P. 1:24 vuelva

57 Pr. 14:32, Mt. 3:10, 12, 7:13-14, 13:24-30, 37-43, Cap. 25, Lc. 16:19-31, Jn. 5:28-29, Ro. 6:16, 19-23, 2 Ts. 1:3-10, He. 9:27, Ap. 20:11-15, 21:7-8 vuelva

58 Ez. 36:27, Jn. 6:53, 11:26, 12:23-26, 15:1-11, Ro. 8:1-2, 10-17, 26-30, 1 Co. 3:9, 16-17, 6:17-20, 2 Co. 6:16-18, Gá. 2:20, 3:26-29, 4:6, Ef. 2:18-22, 3:16-21, Col. 1:27-29, 2:9-10, 3:3-4, 1 Jn. 2:6, 24, 28, 3:6, 24, 4:13, Ap. 3:20, 21:3-4 vuelva

59 Mt. 6:24, 10:38-39, 12:33-35, Cap. 25, Lc. 11:21-26, Jn. 14:23-24, Ro. 8:1-13, Ef. 2:2-3, 2 Ts. 2:10-12, 1 Jn. 2:15-17 vuelva

60 Sal. 9:17, Mt. 7:21-23, 22:11-13, Cap. 25, Lc. 13:24-28, 2 P. 2:9, Ap. 20:12-15, 21:8 vuelva

61 Lc. 16:13, 1 Co. 10:20-21, 2 Co. 6:14-16 vuelva

62 Sal. 97:10, Am. 3:3, Mt. 6:24, Mr. 12:30, Ro. 8:7-9, 12:9, 1 Co. 5:6-8, 10:21, 2 Co. 6:14-18, Stg. 4:4, 1 Jn. 1:5-6, Ap. 3:15-16 vuelva

63 Mt. 6:24, 10:37-39, 12:30, 16:24-26, 19:29, Lc. 14:26-27, 33, 18:28-30, Ro. 8:12-13, 12:1-2, 1 Co. 1:17-18, 9:26-27, 15:31, Gá. 2:20, 6:14-17, Stg. 4:4, 1 Jn. 2:15-17 vuelva

64 Sal. 26:5, 31:6, 45:7, 97:10, 101:3, 119:104, 128, 163, 139:21-22, Pr. 6:16-19, 8:13, Am. 5:15, Mt. 6:22-24, Lc. 16:13, Ro. 6:4-13, 8:1, 12:1-2, Ap. 2:6, 15, Job vuelva

65 1:1 de 17:16, 8, 2:3, Sal. 5:5, 45:7, 97:10, 101:3, 119:104, 128, 163, 139:21-22, 1 P. 3:11 vuelva

66 Mt. 4:1-11, Jn. 10:4-5, Ef. 4:27, 6:10-12, Stg. 4:7, 1 P. 5:8-9, 1 Jn. 2:13, 5:18 vuelva

67 Ex. Caps. 7-14, Dt. 1:3-8, 20-22, 3:1-18, 4:1-9, 6:1-3, 12:24, 27:1-3, Jos. 23:3-6, 24:3-18, Neh. 9:7-15, 19-25, Sal. 105:24-38, Hch. 7:1-38, 44-47, He. 11:8-34, 39-40, Ap. 21:1-2, 9-27 vuelva

68 Ex. 25:40, Mt. 12:6, 28, Lc. 17:20-21, Jn. 6:27, 33-35, 40, 14:1-3, Hch. 17:24-28, Ro. 8:1, 37-39, 1 Co. 6:15-17, 2 Co. 5:1-2, 16-21, Gá. 3:25-29, Ef. 2:4-7, 16-22, Fil. 3:8-11, Col. 2:6-10, He. 8:3-5, 11:8-16, 1 P. 2:1-5, 9-10, 1 Jn. 1-2, Ap. 5:9-10, 21:2-3, 7, 9-27 vuelva

69 Ex. Caps. 7-14, Dt. 1:3-8, 20-21, 3:1-18, 4:1-9, 6:1-3, 27:1-3, Jos. 22:4-5, 23:3-6, 24:3-18, Neh. 9:7-15, 19-25, Sal. 105:24-38, Hch. 7:1-38, 44-47, 1 Co. 6:17, Col. 2:17, He. 11:8-34, 39-40 vuelva

70 Ex. 25:40, Mt. 6:10, Lc. 17:20-21, Ef. 2:20-22, 1 P. 2:5, Ap. 3:12, 21:3, 10-27 vuelva

71 Ex. 25:40, Mt. 12:6, 28, Lc. 17:20-21, Jn. 5:24-26, 6:27, 33-35, 40, 11:25-26, 14:1-3, Hch. 7:37-38, 48-49, 17:24-28, Ro. 8:1, 37-39, 1 Co. 6:15-17, 2 Co. 5:1-2, 16-21, Gá. 3:25-29, Ef. 1:3, 2:4-7, 16-22, Fil. 3:8-11, Col. 2:6-10, He. 3:4, 8:3-5, 9:7-12, 11:8-16, 1 P. 2:1-5, 9-10, 1 Jn. 1-2, Ap. 1:6, 5:9-10, 20:4, 21:2-3, 7, 9-27, 22:14 vuelva

72 Mt. 6:10, Lc. 17:20-21, He. 2:14-15, 1 P. 2:5, Ap. 3:12, 21:3, 10-27 vuelva

73 Mt. 7:24-27, Lc. 6:46-49 vuelva

74 Mt. 4:4, Jn. 4:13-14, 6:33-35, 48-58, Jn. 1:16, 1 Co. 10:26, 28, Ef. 1:10-12, 22-23, 3:19, Col. 1:19, 2:9 vuelva

75 1 Co. 3:9, 16-17, 6:19-20, 15:10, 2 Co. 6:16-18, Gá. 2:20, 6:17, Ef. 3:20, Fil. 2:13, 1 Jn. 4:13, 5:11-12, Ap. 3:20 vuelva

76 Mt. 4:4, 6:33, 7:24-27, 26:26, Lc. 22:29-30, Jn. 1:4, 4:7-14, 6:32-35, 40, 48-59, 63, 7:37-39, 8:12, 10:9, 14:6, 23-24, 15:3, 5-10, Ro. 8:37-39, 1 Co. 6:20, Fil. 3:8-11, 2 Ti. 3:15-17, Tit. 1:16, Ap. 21:6, 22:1-2 vuelva

77 Ap. 21:22-23, 22:5 vuelva

78 Jn. 1:16, Ef. 1:17, 22-23, 2:20-22, 3:16-19, 4:11-16, Fil. 2:5, Col. 1:19-22, 2:9-10 vuelva

79 Gn. 1:26-28, 2:15, 5:1, 9:2, 6, 1 Co. 11:7, Col. 1:10, 3:10, He. 2:7-8 vuelva

80 Gn. 2:16-17, 3:1-6, 8:21, Job 15:14-16, 25:4-6, Sal. 14:2-3, 94:11, Is. 43:27, 53:6, 64:6-7, Jer. 17:9, Mt. 15:18-20, Ro. 3:23, 5:14 vuelva

81 Jn. 14:18-21, Ro. 5:14-21, 6:1-14, 8:1-4, 9-11, 14-18, 29-31, 2 Co. 5:17-21, Gá. 4:4-7, Fil. 4:13, Col. 2:9-15, Tit. 3:4-7, He. 2:14-18, 13:20-21, 1 P. 1:3-5, 5:10, 1 Jn. 3:2, 5-9, 5:18-20 vuelva

82 Mt. 26:39, Jn. 4:34, 5:19-23, 30, 6:38-40, 8:28-29, 9:4-5, 12:49-50, 14:10-13, Fil. 2:5-11 vuelva

83 Gn. 1:9-13, 2:7, 9, 3:19, 23, Lv. 25:18-20, 26:3-5, Dt. 28:1-5, 11-12, 15-19, 33, 38-40, Sal. 90:1-2, Mt. 13:3-9, 18-23, 44, Col. 3:11 vuelva

84 Gn. 2:7, Dt. 32:39, Job 27:3, 34:14-15, Ecl. 12:7, Mt. 19:29, 25:46, Jn. 3:16, 4:14, 5:24-25, 6:52-58, 68, 11:25, Hch. 17:25-28, 2 Ti. 1:10, 1 Jn. 2:25, 5:11-13, 20, Ap. 1:18 vuelva

85 Sal. 51:5-7, Mt. 26:41, Jn. 6:63, 14:6, 15:5, Ro. 3:10-18, 5:6-9, 14, 7:14-25, 8:1-14, 37, 2 Co. 3:5, Fil. 2:12-13 vuelva

86 Gn. 1:9-19 vuelva

87 Mt. 18:3, Jn. 3:3, 5-6, Ro. 6:3-14, Gá. 2:20, Ef. 2:1, 5-6, Col. 2:10-13, 1 P. 1:3-4, 23 vuelva

88 Gn. 1:9-13, 26-29, 2:4, 7-9, 15-17, Lv. 26:3-13, Dt. 6:10-13, 8:1-9, 15-16, 11:7-15, 28:1-14, Sal. 36:7-9, 150:6, Ecl. 9:9, Is. 12:2-3, 42:5, Mt. 6:25-33, Jn. 20:22, Hch. 17:24-27, Fil. 2:14 vuelva

89 Sal. 30:8, Pr. 18:21, 23:2, 30:8, Ecl. 5:9, Mt. 6:31, 16:24, 22:37, Mr. 12:30, Fil. 4:5, 1 Jn. 2:15-16 vuelva

90 Ap. 21:10-16, 23-27, 22:5 vuelva

91 Ex. Cap. 12, 19:4-6, 23:14-17, 34:18, 23-24, Lv. 23:4-8, 23-25, 29-31, Nú. 9:1-14, 29:1-6, Dt. 14:2, 16:1-16, 26:17-19,1 R. 8:4-6, 10-13, 29-30, 43-50, 9:1-3, 2 Cr. 35:16-19, Lc. 2:41-42, 22:15, Jn. 2:13, 23, 4:45, 5:1, 7:10, 10:22-23, Hch. 2:5 vuelva

92 Jn. 1:16, Ro. 8:9-11, 1 Co. 3:16-17, 6:19, 9:13, 2 Co. 6:16, Ef. 2:18-22, Col. 2:9, Tit. 2:12-14, 1 P. 2:9-10, Ap. 3:20-21, 11:2, 21:22 vuelva

93 Mt. 7:21-23, 8:12, 13:41-42, 49-50, 22:11-14, 24:50-51, 25:29-46, Lc. 16:19-31, Ap. 21:27, 22:14-15 vuelva

94 Ex. 22:24, Nú. 11:33, Dt. 11:16-17, Nah. 1:2-6, Jn. 3:36, Ro. 1:18, Ef. 5:6, Col. 3:5-6, He. 11:7, Ap. 21:8 vuelva

95 Mt. 3:12, 7:21-23, 13:30, 40, 16:27, 22:9-14, Cap. 25 vuelva

96 Sal. 5:5, Lam. 4:11, Ez. 43:8, Am. 5:21, Mic. 5:15, Hab. 3:12, Sof. 2:2-3, Mal. 2:16, Ro. 5:8, 9:13, 2 Co. 5:11, Ef. 5:25, 1 Jn. 3:16, 4:7-12 vuelva

97 2 S. 22:6, Sal. 116:3, Mt. 3:12, 7:13, 8:12, 13:24-30, 47-50, 24:50-51, 25:29-30, 41-46, Lc. 13:25-28, 16:19-31, 1 Ts. 1:7-10, He. 10:26-29, Ap. 14:1-11, 19:20, 20:11-15 vuelva

98 Ro. 13:1-7 vuelva

99 1 Co. 3:5-11, Ef. 2:19-22 vuelva

100 Ap. 19:7-9, 21:2-3, 7, 9-27, 1 Cr. 29:11-12, 2 Cr. 20:6-7, Mt. 10:7-8, 16:19, 24:29-31, 28:18-20, Lc. 10:17-20, Jn. 17:21-23, 26, Hch. 7:49-50, Ro. 8:37, 1 Co. 3:16-17, Ef. 1:19-23, 2:4-7, 2:18-22, Fil. 4:13, Col. 1:15-19, 2:9, 17, 1 Ti. 6:15-16, 2 Ti. 1:14, Ap. 5:1-11, 11:15, 20:6, 22:5, 14 vuelva

101 Dn. 2:29, 31-45, 7:17-27, 2 Ts. 2:3-10, Ap. 14:8-11, 16:1-14, 17-21, 18:1-10, 15-19, 19:1-3, 17-21, 20:8-10 vuelva

102 Hch. 20:28, Ro. 12:4-5, 1 Co. 3:9, 16-17, 6:13-20, 12:12-14, 27, 2 Co. 6:16-18, Ef. 2:18-22 vuelva

103 Mt. 19:28, Lc. 22:29-30, Jn. 7:24, 17:21-26, Ro. 8:14-18, 13:1-7, 1 Co. 2:15-16, 6:1-3, Gá. 4:4-7, Ef. 2:4-6, He. 2:11, Ap. 3:21 vuelva

104 Sal. 118:22, Is. 28:16, Mt. 21:42, Hch. 4:10-12, 1 Co. 3:9-11, Ef. 2:13-22 vuelva

105 Gn. 3:6-7, 17-19, Mt. 10:1, Mr. 6:7, Lc. 10:19-20, Ro. 13:1-7, Tit. 2:15 vuelva

106 Dt. 8:2-3, Sal. 36:7-9, 46:4-5, Is. 12:2-3, 32:1-3, Ez. 47:1-12, Mt. 4:4, 5:6, 26:26-28, Lc. 22:29-30, Jn. 4:4-14, 6:32-35, 40-41, 48-58, 63, 7:37-39, 10:9, 20:22, 1 P. 2:2, Ap 3:20, 21:6, 22:1-2, 17 vuelva

107 Mt. 10:1, 7-8, Mr. 16:15, 17-18, 20, Lc. 10:19, Jn. 14:4, 12-17, 16:33, Hch. 1:8, 5:12, 15-16, 32, 16:16-18, 19:10-12, Ro. 8:37, Ef. 1:17-23, 3:16-21, Fil. 4:13, Col. 1:10-11, 2:9-10, 2 Ti. 1:7, 1 Jn. 2:14, 4:4 vuelva

108 Lc. 9:23, 17:21, Jn. 4:23-24, 17:20-23, Ro. 9:5, 1 Co. 6:17, 8:6, 15:10, Gá. 2:20, 5:24-25, Fil. 3:3 vuelva

109 Jn. 17:20-23, Ro. 7:4, 8:1-2, 12:1, 5-8, 1 Co. 1:30, 6:15-17, 12:4-28, 2 Co. 2:14-17, 5:17, Gá. 3:28-29, Ef. 1:3-6, 19-23, 2:4-7, 11-22, 3:6-11, 4:1-7, 11-16, Col. 1:18, 24, He. 12:22-23 vuelva

110 2 Co. 11:2, Ef. 5:23-32, Ap. 19:7-9, 21:2-3, 7, 9-27, 22:14 vuelva

111 Gn. 1:26, 28, 9:2, Mr. 16:15, 17-18, 20, Lc. 10:19-20, 24:49, Jn. 14:12-14, Hch. 1:8, Ro. 4:24-25, 8:11, 37, 13:1-7, 1 Co. 15:20-22, Ef. 1:18-23, 3:20, Col. 2:10, 2 Ti. 1:6-7, 1 Jn. 4:4, 13 vuelva

112 Ro. 13:1-7, 1 Co. 3:9, 16-17, 15:10, 57-58, 2 Co. 4:7, 5:17-21, Gá. 2:20, Ef. 1:19-23, Fil. 4:13, Col. 1:27-29, 1 Jn. 4:4, 13, 5:4, 11-12 vuelva

113 Gn. 2:16, Mt. 5:45, Ro. 8:37, 2 Co. 9:8-11, 12:9, 2 Ti. 1:7, 2 P. 1:3 vuelva

114 Ro. 6:6, 8:12-13, 13:14, Gá. 2:20, 5:24, 1 P. 4:1-2 vuelva

115 Mt. 5:20, 7:21-23, Lc. 13:24-28, Jn. 16:13-16, Tit. 1:16, 1 Jn. 2:2-6, 24, Ap. 3:20 vuelva

116 1 S. 2:3, Job 11:11, Sal. 94:9-11, 139:1-4, 12, 15-16, Pr. 5:21, 15:3, 11, 16:2, Is. 29:15-16, 37:28, Jer. 23:24, 32:19, Ez. 11:5, Mt. 6:8, 10:29-30, Lc. 16:15 vuelva

117 Mt. 18:11-14, Lc. 12:32, Jn. 3:16-17, 14:2-3, 21, 17:10, Ro. 5:8, Ef. 2:4-5, 2 Ts. 2:16-17, Tit. 3:4-5, 2 P. 3:9, 1 Jn. 4:9-10, Jud. 21 vuelva

118 Mr. 16:16, He. 3:7-13, 10:26-31, Stg. 1:13-15, 21, 4:17 vuelva

119 1 R. 3:14, Pr. 3:1-4, Jn. 10:10-11, Ro. 6:4-5, 8, 11, 13, 22-23, Ef. 6:1-3 vuelva

120 Mt. 7:13-14, Jn. 6:44, 10:1, 4-5, 7-14, 14:6, 1 Ti. 2:5 vuelva

121 Mt. 9:11-13, 10:7-8, 11:5-6, 13:37-38, 28:18-20, Lc. 8:11, 24:46-48, Jn. 15:5, 8, Hch. 2:38-41, 10:39-44, 26:15-18, Ro. 7:4, 10:13-15, 1 Co. 1:17-28, 2:1-5, 9:16-17, Ef. 2:8-10, 3:2-10, Col. 1:25-29 vuelva

122 Jn. 4:14, 6:32-37, 47-51, 63, 7:37-39, 20:22, 2 Co. 4:6, Ef. 2:19-22, 6:10-17, Col. 2:9-10, 3:11, 1 Jn. 1:5 vuelva

123 Sal. 119:9, Is. 55:10-11, Mt. 13:18-23, Jn. 5:24, 39, 17:17, 20:31, Ro. 10:17, 2 Ti. 3:14-17, Stg. 1:18, 21-25, 1 P. 1:23-25, 2 P. 1:19 vuelva

124 Sal. 34:13, Pr. 10:19, 13:3, Mt. 12:36-37, Ef. 4:29, Stg. 1:26, 3:1-12, 1 P. 3:10 vuelva

125 Mt. 25:14, Mr. 4:8, 20, Jn. 15:7, Ro. 15:19, 2 Co. 5:17-20 vuelva

126 Zac. 4:6, Mt. 12:28, Ro. 1:9 vuelva

127 1 S. 15:22-23, Jn. 4:21-24, 15:14 vuelva

128 1 Co. 7:40, 1 Jn. 3:24 vuelva

129 Jn. 6:63, 11:25-26, Ro. 8:11 vuelva

130 Mt. 12:28, Jn. 14:2-3, 1 Co. 3:6-16, 12:4, 2 Co. 5:1-4, Ef. 2:18-22, He. 9:11, 1 P. 2:5-10, 1 Jn. 3:24, Ap. 3:12 vuelva

131 Mr. 16:15-20, Hch. 8:4-8, 25, 10:36-44, Ro. 10:8-11, 1 Co. 1:17-21, 2:4-5, 2 Co. 3:6, Tit. 1:1-3, He. Cap. 8, 1 P. 1:22-25 vuelva

132 Lc. 2:32, Jn. 1:1-4, 4:5-14, 6:32-35, 40-41, 48-59, 63, 8:12, 10:30, 11:25-26, 14:6, Ef. 1:18-23, Col. 1:19-23, 2:9-10, 17, Ap. 21:22-23 vuelva

133 Jn. 14:2-3, 17:22-24, He. 11:10, 16, Ap. 21:23 vuelva

134 Ex. 25:9, 27-40, Nú. 8:1-4, Jos. 22:25-28, 1 Cr. 28:11-12, 18-19, Col. 2:16-18, 1 Ti. 1:16, He. 8:5 vuelva

135 Sal. 27:6, 54:6, Ro. 12:1-2, He. 7:26-28, 9:23-26, Cap. 10, 13:15-16, 1 P. 2:5, 9 vuelva

136 Lc. 2:11-12, Jn. 1:1, 14, Gá. 4:4, Fil. 2:6-8, Col. 1:19-23, 1 Ti. 2:5-6, 3:16, He. 2:14, 12:24 vuelva

137 Jn. 6:40, 10:10-11, 20:31, Hch. 4:12, Gá. 4:4-7, Fil. 2:6-11, 1 Ti. 2:5-6, Tit. 2:14, He. 12:24 vuelva

138 Jn. 15:4-5, 16:7-11, 1 Co. 3:9, 15:10, 57-58, Fil. 4:13, Col. 1:27-29, He. 4:1, 9-11, 13:5-6 vuelva

139 He. 11:13-16, 1 P. 1:17-21, 2:11 vuelva

140 Jn. 11:25-26, Ap. 21:3-4, 7, 7:13-17 vuelva

141 Zac. 4:6, Mt. 12:28, Mr. 16:17-20, Lc. 17:21, Jn. 4:23-24, 17:20-23, Ro. 9:5, 1 Co. 3:9-17, Gá. 3:28, Ef. 1:13-14, 2:4-6, 18-22, Fil. 3:3, Col. 2:6, 1 P. 2:5, Ap. 7:15 vuelva

142 Mt. 16:24-26, Mr. 8:34-38, Lc. 9:23-26, Jn. 1:12-14, 5:21, 6:63, 10:38, 17:20-23, 20:22, Ro. 6:5-11, 8:1, 1 Co. 8:6, 11:23-26, 15:10, 45-57, Gá. 2:20, 5:24, Ef. 2:4-6 vuelva

143 1 Co. 15:50-53, Fil. 3:20-21, Ro. 7:24, 8:10, Nú. 16:22, 27:16, Ecl. 3:19-21, Jer. 32:27, Mt. 3:12, Jn. 3:3, 5-6, Ro. 1:9, 6:6, 12, 7:6, 8:1, 4, 9, 13-16, 23, 26-27, 1 Co. 2:11, 14, 3:16, 5:5, 6:17, Ef. 5:30, 1 Ts. 5:23, Stg. 2:26, Ap. 20:11-15 vuelva

144 Ecl. 12:5-7, 1 Co. 6:19-20, 9:24-27, 15:20-28, 47-54, 2 Co. 5:1-4, Ef. 4:4, 10-16, Fil. 3:20-21, 1 P. 1:3-12, 22-25, 2 P. 1:13-15, 1 Jn. 3:2 vuelva

145 Ro. 6:4-11, 8:10-11, Ef. 2:1-6, 3:14-19, Col. 2:9-15, 3:1-4, 1 Ts. 4:14-18, Ap. 1:18 vuelva

146 Sal. 9:17, Pr. 15:24, Is. 5:14-16, Lc. 12:5, 20, 2 Ts. 1:7-11, 2 P. 2:4-9, Jud. 6, Ap. 14:10, 21:8 vuelva

147 Mt. 24:24, 26:41, Mr. 4:14-15, Lc. 8:18, 21:8, 36, Jn. 8:44, 2 Co. 4:3-4, 10:4-5, 11:13-15, Ef. 6:11-12, 2 Ts. 2:2-4, 2 Ti. 3:13, Stg. 4:7, 1 P. 5:8, 2 Jn. 7, Ap. 12:9 vuelva

148 Is. 57:15, Ro. 8:9-11, Ef. 3:16-19, 1 Jn. 4:13-15 vuelva

149 Jn. 17:18-23, 1 Co. 6:17, Ef. 1:4-11 vuelva

150 Is. 61:10, Mt. 22:11-14, Ro. 13:14, 2 Co. 5:1-4, Gá. 3:27, Ef. 4:24, 6:10-18, Fil. 3:9, He. 11:9, Ap. 3:18, 7:13-17, 19:7-9 vuelva

151 Ef. 5:25-30, Ap. 21:2-4, 9-11 vuelva

152 Lc. 18:29-30, 20:35-36, Jn. 3:14-16, 5:24-25, 29, 6:40, 47, 11:25-26, 12:25, 14:16 vuelva

153 Jn. 3:15-16, 6:53-58, 10:27-30, 12:25, 17:2-3, Ro. 2:7, 6:23, 8:11, 2 Co. 5:1 vuelva

154 Ex. 29:36, 38-46, Lv. Caps. 1-3, Nú. Caps. 28-29, Esd. 3:1-5, Ez. 45:1-15, He. 9:12-15, 19-26, 10:1-10, 12:18-29 vuelva

155 Ro. 12:1-7, 1 Co. 5:7-8, Ef. 5:2, He. 9:24-28, 10:8-20 vuelva

156 Ex. 12:14-20, 29:36, 38-46, Lv. 17:8-9, Nú. Caps. 28-29, Jn. 1:29, 36, Ro. 8:10-11, He. 9:12-15, 10:1-10, Ap. 11:1 vuelva

157 Is. 26:3, Mt. 6:33, 1 Co. 2:16, Fil. 2:1-5, 4:6-9, Col. 3:1-2, 1 P. 1:13-16 vuelva

158 Mt. 10:22, Jn. 15:1-7, Col. 1:22-23, He. 3:14, 6:11, 10:36, Ap. 2:10 vuelva

159 Mt. 6:10, 10:7-8, 12:28, 13:23, 24:14, 28:18-20, Mr. 1:14-15, 16:15-20, Lc. 8:1, 4-8, 11-15, 10:1-3, 9-11, 17, 17:20-21, Hch. 1:8-11, Ro. 7:4, 10:13-15, 1 Co. 1:17-18, 21, 9:16-17, 15:58, Ef. 2:8-10, 3:2-11, Col. 1:25-29, 2 Ti. 4:2, He. 6:9-12, 1 P. 2:4-6 vuelva

160 Sal. 9:17, Pr. 1:22-32, Mt. 7:21-23, 25:28-30, Ro. 1:18-32 vuelva

161 Pr. 1:20-32, Ro. 8:9, 1 Co. 3:17, 2 Co. 7:10, Fil. 3:18-19, 2 Ti. 2:12, 1 P. 3:12 vuelva

162 Mt. 4:10-11, 8:16, 12:28, Jn. 12:31, Ef. 2:2-6, Col. 1:13, He. 2:14 vuelva

163 Ap. 3:5, 16, 20:12, 15, 22:19 vuelva

164 Mt. 5:13, Mr. 4:13-19, Jn. 15:6, 1 Co. 10:1-12, 1 Ti. 5:15, 2 Ti. 2:10-13, He. 3:12-19, 4:1-6, 2 P. 1:5-10, 2:20-22, 2 Jn. 9, Ap. 2:4-5, 3:2-3, 21:8 vuelva

165 Job 4:18, Is. 14:12-17, Mt. 25:41, 2 P. 2:4, Jud. 6, Ap. 12:9 vuelva

166 Is. 14:9-17, Jud. 6, Ap. 12:3-4, 9-10, 12 vuelva

167 Mt. 5:48, 19:21, 2 Co. 13:11, Ef. 4:13-16, 5:5, Fil. 3:15, 2 Ti. 3:17, He. 5:9, 12:22-23, 13:20-21, Stg. 1:4, 1 P. 1:4, 2 P. 1:10-11, 3:13, Ap. 2:7, 3:21 vuelva

168 Zac. 4:6, Mt. 10:19-20, 12:28, Lc. 17:21, Jn. 14:10, 17:20-23, 1 Co. 3:16-17, 6:19, 8:6, Ef. 2:4-6 vuelva

169 Jn. 6:66, 2 Co. 11:13-15, 1 Jn. 2:18-19, 22, 4:3, 2 Jn. 7, Ap. 17:13 vuelva

170 Ex. 15:26, Lv. 26:40-42, Dt. 4:29-31, 5:29, 30:1-10, Jos. 1:8, 1 Cr. 28:9, Job 22:23-27, Mal. 3:10-11, Mt. 7:7-8, 24:13, Jn. 10:9, He. 3:6 vuelva

171 Mt. 7:20, 21:21, Mr. 11:22-24, Lc. 17:6 vuelva

172 Mt. 16:24-26, Mr. 8:34-38, Lc. 9:23, Jn. 1:11-12, 5:21-24, 17:20-26, Ro. 6:5-11, 8;12, 1 Co. 8:6, 12:12-28, 15:47, Gá. 3:28-29, Ef. 1:22-23, 2:4-6, 19-22, 3:9-12, 15-19, 1 Jn. 4:17 vuelva

173 Gá. 5:19-21, Ef. 5:5-6, Col. 3:5-6, Ap. 22:14-15 vuelva

174 Mt. 10:37-39, 13:44-46, 16:24-26, 19:21, Lc. 9:23-25, 14:26-27, 18:28-30, Jn. 12:24-26, Ro. 8:1-14, 35-37, 12:1, 1 Co. 9:26-27, Gá. 5:24, Col. 3:3-4 vuelva

175 Jn. 5:21, 17:20-23, Ro. 6:5-11, 23, 8:2-6, 9:5, 1 Co. 3:16-17, 6:19, 8:6, Gá. 2:20, 5:24 vuelva

176 Gn. Cap. 3, Job 1:7-12, Mt. 12:43, 13:19, 37-42, Lc. 11:21-26, Jn. 8:44, 12:31, 2 Co. 4:3-4, Ef. 2:2, 6:12, 1 P. 5:8-9, Ap. 12:9 vuelva

177 Ef. 1:17-23, Col. 1:12, 3:23-24, He. 9:15, 11:8-10, 1 P. 1:3-5, 11 vuelva

178 Mt. 24:24, Lc. 8:18, 21:8, 36, Jn. 8:44, 2 Co. 4:3-4, Ef. 6:11-12, 2 Ts. 2:2-4, 2 Ti. 3:13, 1 P. 5:8, 2 Jn. 7, Ap. 12:9 vuelva

179 Gn. 1:2 vuelva

180 Is. 14:12-14, Lc. 10:18, Ap. 12:4 vuelva

181 Gn. Cap. 1, 2:7 vuelva

182 Gn. 6:1-5, 11-12 vuelva

183 Gn. 6:3, 6-7, 13, 7:10-24, Job 22:15-17, Mt. 24:37-39, 1 P. 3:20, 2 P. 2:5 vuelva

184 Gn. 6:1-7, 12-14, 17, 7:4, 10-12, 17-24, 2 P. 2:5 vuelva

185 Gn. Caps. 6-8, He. 11:7, 1 P. 3:20, 2 P. 2:5 vuelva

186 Sal. 102:25-26, Is. 24:19-20, 51:6, Mt. 24:3, 14, He. 1:10-12, 2 P. 3:10-12, Ap. 20:11, 21:1 vuelva

187 Gn. 6:13-22, 7:1-5 vuelva

188 Mt. 5:14-16, 25:1-13 vuelva

189 Gn. 7:13-24, Mt. 24:37-39 vuelva

190 Mt. 25:1-13 vuelva

191 Job 1:21, Ecl. 5:15 vuelva

192 Is. 7:14-15, 9:6-7, 53:3, Mt. 8:20, 24-32, 9:2-8, 18-35, 11:19, 12:18, 28, 13:54-56, 14:14-33, 15:30-31, 26:36-39, 42, 27:50-54, Lc. 1:26-35, 41-45, 2:11-12, 4:1, 22:42-44, Jn. 1:1-3, 14, 18, 3:34, 5:19, 26, 10:30, 37-38, 11:41-44, 14:1, 6-11, 13, 20, Hch. 10:38, Ro. 1:3-4, 8:3, Gá. 4:4-5, Fil. 2:6-8, 2 Ti. 2:8, He. 2:9-10, 14-18, 10:5 vuelva

193 Ez. 36:25-26, Mt. 18:3-4, Jn. 3:3-6, Ro. 6:3-14, Ef. 2:1, 5-6, Col. 2:10-15, 1 P. 1:3-5, 23, 2 P. 1:2-5 vuelva

194 Mt. 11:29, Jn. 1:1, 14, 10:4, 13:13-14, 34, 17:18, 21-22, Ro. 13:14, Ef. 5:2, Fil. 2:5-8, Col. 3:10, 13, 1 Ts. 1:6, He. 12:2-4, 1 P. 1:15, 2:21-24, 3:17-18, 1 Jn. 2:6, 3:1-3, 16, 4:17, Ap. 3:21 vuelva

195 Gn. 1:1-2, 26, Neh. 9:6, Is. 9:6, Mic. 5:2, Mt. 1:23, Jn. 1:1-3, 10-14, 10:30, 37-38, 14:6-11, 13, 20, 23, He. 1:2-3, 1 Jn. 5:7 vuelva

196 Sal. 15:1-2, 23:6, 27:4-5, 61:4, 84:4, 92:13, Is. 2:2-3, Jn. 14:20, 15:5, Ro. 8:1, Col. 3:3, 1 Ts. 5:9-10, 1 Jn. 2:6, 28, 3:6, 24, 4:13 vuelva

197 Jn. 14:10-21, 23-26, 15:3-11, 16:7-8, 13-14, 17:21-23, 26, Ro. 8:1-14, Gá. 2:20, Col. 1:28-29, 1 Jn. 3:24, 4:13 vuelva

198 Gn. 2:9, 3:22, 24, Ro. 7:24-25, 8:1-17, 1 Co. 15:21-22, 44-50, 2 Co. 5:14-21, Ef. Cap. 2, Col. 1:12-14, 18-23, 27-29, He. 2:9-10, 14-18, 2 P. 1:3-4 vuelva

199 Mt. 5:48, Jn. 14:18-20, Ro. 6:4-14, 8:1-14, Gá. 5:16, Ef. 6:10-18, Fil. 1:6, 9-11, 2:12-13, 15, 4:13, Col. 2:9-15, He. 2:18, 13:20-21, 1 P. 1:3-9, 5:10, 1 Jn. 3:5-9, 5:18-20 vuelva

200 Dt. 18:13,1 R. 8:61, Sal. 119:1-3, Mt. 7:24-25, Ro. 6:4-14, 2 Co. 13:11, Gá. 5:16, Ef. 4:11-13, 6:10-11, 13-18, Fil. 1:6, 9-11, 2:12-13, 15, 3:12-15, 4:13, Col. 1:21-22, 28, 2:9-15, 2 Ti. 3:16-17, He. 2:18, 13:21, Stg. 1:4, 1 P. 1:3-5, 5:10, 1 Jn. 3:5-10, 5:18-20 vuelva

201 Sal. 51:5-7, Ecl. 9:3, Mt. 26:41, Jn. 6:63, 14:6, 15:5, Ro. 3:10-18, 5:6-9, 14, 7:14-25, 8:1-14, 37, 1 Co. 2:14, 2 Co. 3:5, Fil. 2:12-13, 1 Jn. 3:4-6, 9 vuelva

202 Mt. 26:41, Jn. 6:63, 14:6, 18-20, 15:5-10, 17:11, 21-26, Ro. 5:6-9, 7:14-25, 8:37, 1 Co. 2:12-14, 2 Co, 3:5, Fil. 2:12-13, 4:13, 1 Jn. 2:24-28, 5:18-20 vuelva

203 Jn. 5:2 , 10:8-9, 17:11, 21-26, Hch. 2:18, Ro. 6:3-5, 8, 11, 22-23, 8:9, 14-17, 1 Co. 6:17, 2 Co. 5:17-21, Ef. 2:1, 5-6, 1 P. 2:9, 2 P. 1:3-4, 1 Jn. 5:4-5, 11-12 vuelva

204 Jn. 14:18-20, 15:4, 17:11, 21-26, 1 Co. 6:17, Gá. 3:25-28, 1 Jn. 5:18-20 vuelva

205 Jl. 2:1-11, 3:9-10, 16, Jn. 16:33, Hch. 1:8, Ro. 12:21, Ef. 1:17-23, 3:16-21, Col. 1:10-11, 29, 2:9-10, 2 Ti. 1:7, 1 Jn. 2:14, 5:4-5, Ap. 3:5 vuelva

206 Gn. 6:8-9, Nú. 23:21, Dt. 18:13, 1 R. 8:61, 11:4, 15:14, Job 1:1, Sal. 119:1-3, Mt. 5:48, Lc. 1:6, 2 Co. 13:11, Ef. 4:11-13, Fil. 2:15, 3:12-15, Col. 1:21-22, 28, 2 Ti. 3:16-17, He. 13:20-21, Stg. 1:4, 1 Jn. 3:6-10 vuelva

207 Mt. 5:48, Ro. 3:4, 1 P. 1:15-16, 2 P. 1:21, Ap. 22:11 vuelva

208 Ef. 5:27, 1 Ti. 6:14, 2 P. 3:14, Ap. Cap. 21 vuelva

209 Mt. 7:6, 23:33, Lc. 10:19, Fil. 3:2, Ap. 22:15 vuelva

210 Is. 13:9-11, Ap. 22:14-15 vuelva

211 Jud. 12-13 vuelva

212 Sal. 24:3-5, Is. 35:8, 1 Co. 6:9-10, He 12:14, 2 P. 3:13, Ap. 2:7, 3:21, 21:4, 26-27 vuelva

213 Jn. 17:17, Ro. 6:22, Ef. 4:11-13, 5:25-27, 1 Ts. 3:13, 2 Ti. 2:21, He. 4:11, Ap. 3:12, 7:14, 19:7-8, 21:2 vuelva

214 Dt. 8:3, Jn. 13:7-10, 15:3, Ef. 6:17, Col. 3:16, 1 Ts. 2:13, 2 Ti. 2:15, 3:15-17, Tit. 3:5-7, He. 10:22, Stg. 1:21, 1 P. 1:23, Ap. 1:5 vuelva

215 Dt. 11:18-21, Sal. 51:2, 7, 119:9, Jn. 15:3-8, Ef. 5:25-27 vuelva

216 Dt. 5:32, 8:1, 11:18-21, Jos. 23:6, 1 R. 8:61, 1 Cr. 28:9, Sal. 37:31, 37, 101:2, 119:1-3, 6, Pr. 2:21, Mt. 5:48, 19:21, Lc. 6:40, Jn. 15:3, 17:17, Ro. 8:1, 4-17, 12:1-2, 1 Co. 3:16-17, 6:11, 17-20, 2 Co. 7:1, 13:9, 11, Gá. 5:16, 24-25, Ef. 1:4-6, 2:18-22, Fil. 1:10, 2:15, 3:12-15, Col. 1:19-22, 2:9, 11, 3:12-15, 4:12, 1 Ts. 3:10, 13, 4:7, 5:23, 2 Ti. 2:11, 21, 3:16-17, He. 2:11, 6:1, 9:14, 10:10, 14, 12:14, 23, 13:12, 20-21, Stg. 1:4, 25, 3:2, 1 P. 1:13-16, 2:9-10, 5:10, 2 P. 3:10-14, 1 Jn. 2:5, 3:9-10, 4:12, 5:18, Jud. 24, Ap. 7:14, 21:2-4, 7-27, 22:1-15 vuelva

217 Jn. 15:3, Ap. 14:1-5, 19:9, 22:17-19 vuelva

218 Gn. 17:1, Dt. 18:13, 1 R. 8:61, Mt. 5:48, Lc. 6:40, Jn. 4:24,14:10-11, 2 Co. 7:1, 13:11, Fil. 1:10, Col. 2:9-11 vuelva

219 Am. 3:3, Jn. 4:24, 2 Co. 6:14-18 Am. 3:3, Jn. 4:24, 2 Co. 6:14-18 vuelva

220 Sof. 3:9, Jn. 10:16, 15:5-9, 17:26, Ro. 12:4-5, 1 Co. 12:12-27, Ef. 4:25, 5:30 vuela

221 Dt. 32:4, 2 S. 22:31, Mt. 5:48, 27:3-4, Lc. 23:41, Jn. 7:18, Hch. 3:14, 13:28, Ro. 12:2, 2 Co. 5:21, Ef. 5:25-27, Fil. 2:7-11, He. 1:9, 4:15, 7:26-28, 9:14, Stg. 1:17, 1 P. 1:18-21, 2:21-22, 1 Jn. 3:5, Ap. 3:7, 21:2-27, 22:1-6, 14, 17 vuelva

222 Jn. 5:24, 20:31, Ro. 10:17, 15:4, 2 Ti. 2:15, 3:15-17 vuelva

223 Ap. 19:7-8, 21:27 vuelva

224 Mt. 5:48, 7:24-25, Ro. 6:4-14, 2 Co. 13:11, Ef. 4:11-13, 6:10-18, Ap. 21:2, 9-11 vuelva

225 Jn. 1:16, Ef. 3:19, 4:13-16, 1 Co. 10:26-28, Ef. 1:10-12, 22-23, 3:19, Col. 1:19, 2:9 vuelva

226 Am. 3:3, Mt. 5:48, 2 Co. 6:14-18, 13:11, Ef. 5:25-27, He. 12:14, 13:20-21, Stg. 1:4, 1 P. 1:16, 1 Jn. 3:6-10 vuelva

227 Ap. Cap. 21, 22:1-6, 17 vuelva

228 2 Co. 11:2, Ef. 5:23-32, Fil. 2:15, Col. 3:1-6, Ap. 3:12, 19:7-9, 22:1-7, 17 vuelva

229 2 Co. 11:2 vuelva

230 Mt. 5:14, 16, Jn. 1:8-9, 9:5, 12:46, Ef. 5:23-32, Fil. 2:15, Ap. 3:12, 19:7-9, Cap. 21, 22:5, 17 vuelva

231 Mt. 16:24, Ro. 6:2-14, 7:4-6, 8:10-11, Gá. 2:20, 5:24, 6:14, Ef. 2:1-6, Fil. 3:10-11, Col. 2:10-15, 3:1-3, 1 P. 2:24 vuelva

232 Dt. 18:13,1 R. 8:61, Mt. 5:48, Lc. 13:23-24, 2 Co. 13:9, Ef. 4:11-13, Fil. 3:14-15, Col. 1:29, He. 6:1, 1 P. 1:15-16 vuelva

233 Mt. 17:6-23, Ro. 7:4-6, 8:28-30, 12:1-5, 1 Co. 6:15-17, 10:16-17, 2 Co. 11:2, Gá. 4:3-8, Ef. 3:6, 4:11-16, 5:23-32, Col. 1:18-23, Ap. 3:12, 19:7-9 vuelva

234 Mt. 7:21-23, 10:22, Cap. 25, Lc. 8:12-15, Jn. 3:5-6, 10:9, Hch. 2:21, 4:12 vuelva

235 Mt. 24:36-44, 48-51, Mr. 13:32-37, 1 Ts. 5:2-3 vuelva

236 Jn. 1:4, 6:63, 14:6, Ro. 5:21, 6:4-11, 23, 1 Co. 15:45 vuelva

237 Jn. 6:27, 32-35, 47-58, Ap. 2:17 vuelva

238 Is. 55:1-2, Jn. 4:14, 7:37-39, Ap. 21:6 vuelva

239 Mt. 4:16, Lc. 2:32, Jn. 1:1-12, 3:19-21, 5:35, 8:12, 12:35-36, 46, Ro. 13:12, 2 Co. 4:6, Ef. 5:13, Stg. 1:17, 1 P. 2:9, 1 Jn. 1:5, 7, 2:8-10, Ap. 21:23-25, 22:5 vuelva

240 Lc. 15:21-24, Ro. 13:14, 2 Co. 5:1-4, Gá. 3:27, Ef. 4:24, 6:10-18, Ap. 3:5, 18, 7:9, 19:8, 14 vuelva

241 Mt. 7:24-27, Jn. 6:56, 14:20-23, 15:5-10, 17:11, 21-26, Ro. 8:37-39, 1 Co. 6:15-17, 2 Co. 5:17-21, Gá. 3:25-29, Ef. 1:3-11, 2:4-7, 19-22, Fil. 3:8-11 vuelva

242 Mt. 6:19-21, 1 Co. 2:9, 2 P. 3:10, Ap. 21:2-3, 7, 9-27 vuelva

243 Ex. 20:3-6, 23, Lv. 19:4, Dt. 4:15-20, 12:31, 16:22, 30:17-18, Sal. 79:6, Mt. 23:2-10, 13-33, Jn. 15:6, Ro. 1:18-32, Fil. 3:18-19, 2 Ti. 3:1-5, 13, Tit. 1:16, 2 P. 2:1-2 17-19, Ap. 21:8 vuelva

244 Mal. 4:2, Mt. 7:21-23, 11:28-30, 21:28-32, Mr. 16:15-16, Jn. 1:12-13, 3:15-17, 5:39-40, 7:37-38, 15:4-5, Hch. 16:27-31, Ro. 1:16, 9:33, 10:9-11, Stg. 1:22-24 vuelva

245 1 R. 18:16-46, 2 R. 16:2-4, 17:7-23, Mt. 24:4-5, 11, 23-27, Mr. 12:32, Jn. 10:1-5, 7-11, Hch. 17:22-28, Gá. 1:8-9 vuelva

246 Ex. 34:23, Dt. 29:29, 1 Cr. 16:15, Is. 34:16, 40:8, Mt. 5:17-18, Mr. 13:31, Lc. 16:17, Jn. 2:13, 23, 4:45, 5:1, 7:8-10, 10:22-23, Hch. 2:1, 5, 2 Ti. 3:16, He. 13:8, 2 P. 1:20-21 vuelva

247 Gn. 3:15, 12:3, 49:10, Sal. 118:22, Is. 11:1-5, 10, 42:1-4, 59:16-18, 20, Jer. 23:5-6, Dn. 9:24-26, Hag. 2:7, Zac. 3:8, 9:9, 13:1, Mal. 3:1-3 vuelva

248 Ex. 3:17, 33:1, Lv. 20:24, Dt. 26:8-9, 1 Co. 10:26, Ef. 1:10, 22-23, Col. 2:10, 1 P. 2:5, Ap. 3:12, 21:3 vuelva

249 Gn. 1:1-2, 9-13, Ex. 3:7-10, 17, Lv. 20:24, Dt. 26:8-9,1 R. 8:22-53, Mt. 16:21, Ef. 1:10, 22-23, 1 P. 2:5, Ap. 3:11-12, 21:3 vuelva

250 Jn. 5:21, 6:63, 14:15-18, 14:26, 16:5-7, Ro. 1:16, 8:11, 1 Co. 15:45-47, 2 Co. 5:18-21, Ef. 2:1-6, Col. 2:13-15 vuelva

251 Ex. 15:11, Is. 45:21-22, Jer. 32:17, 27, Dn. 4:35, 6:27, Os. 13:4, Ef. 3:20-21, 1 Jn. 5:11 vuelva

252 Ex. 34:17, Dt. 13:1-4, 27:15, 32:15-26, 27:15, Ex. 34:17, Sal. 97:7, Is. 5:20, 42:17, Mt. 7:15, 15:7-9, 13-14, Mr. 12:38, 1 Co. 6:9-10, Ap. 21:8 vuelva

253 Mt. 12:46-50, Lc. 11:27-28, Jn. 2:2 vuelva

254 1 S. 2:2, Is. 45:5-6, 21-22, Jn. 1:1, 14, 10:30, 14:15-18, 1 Jn. 5:7 vuelva

255 Jn. 1:16, Ef. 1:22-23, 3:19, 4:11-13, Col. 2:9-10 vuelva

256 2 S. 7:11-13, Sal. 23:1, Mt. 4:16, 7:7-11, 26:26-28, Mr. 2:19, Lc. 1:79, Jn. 1:3-4, 3:16, 35-36, 4:10, 14, 24, 6:35, 53-58, 63, 8:12, Ro. 8:37, 1 Co. 3:21-23, 8:6, Ap. 3:5, 21:2, 6-7, 9-24 vuelva

257 Is. 1:2-6, 20, Am. 5:21-27, Gá. 1:8-9, Ap. 22:18-19 vuelva

258 Mt. 7:13-23, 24:23-25, Lc. 13:23-28, Jn. 8:44, 2 Co. 4:3-4, 11:14-15, 2 Ts. 2:3-12, 1 P. 5:8, Ap. 13:8, 13-18 vuelva

259 Gn. 6:1-8, 7:5-24, 1 P. 3:20, 2 P. 2:5 vuelva

260 Ez. 14:3, Mt. 10:37-39, 12:20, 22:36-38, Lc. 14:26-27, 33, 18:28-30, Jn. 14:15, 21, 15:10, Ef. 5:3-7, Stg. 2:10, 1 Jn. 5:3 vuelva

261 Mt. 20:16, 22:14, 2 P. 2:1-2 vuelva

262 Job 21:12-15, Sal. 49:6-20, Pr. 14:12, Ecl. 2:1-11, Mt. 10:37-39, 16:21-26, Mr. 16:16, Lc. 12:16-21, 16:19-31, 21:34-36, Stg 2:15-17 vuelva

263 1 Jn. 4:4, Ap. 13:3-8, 11-18, 14:6-11, 16:1-2, 19:19-21 vuelva

264 Mt. 7:21-23, 13:40-42, 49-50, 22:2-7, Cap. 25, Mr. 12:30, Lc. 12:35-40, Ro. 8:6-8, Gá. 6:8, Fil. 3:18-19, Col. 3:2-3, Ap. 3:15-16, 20:12-15 vuelva

265 Mt. 3:12, 8:12, 13:41-42, 49-50, 25:24-30, Mr. 9:43-48, Lc. 16:19-31, Ap. 14:9-11, 20:10 vuelva

266 Mt. 7:13-14, Lc. 8:12, Jn. 6:40, 48-51, 53-56, 68, 8:31-32, 11:25-26, 14:6, 17:17, Hch. 4:10-12, 16:31, 1 Jn. 5:6 vuelva

267 2 Co. 11:13-15 vuelva

268 Mt. 5:20, 7:21, 19:16-24, 25:14-30, Jn. 3:5-6, Ro. 8:1 vuelva

269 1 Ti. 6:14, 2 P. 3:13-14, 1 Jn. 3:3, 8-9 vuelva

270 Ro. 12:1-2, 1 Co. 2:16, 2 Co. 5:17, 1 P. 4:1-2 vuelva

271 Dt. 4:35, 39, Neh. 9:6, Is. 9:6, 44:6, Mt. 1:23, Jn. 1:1, 1 Jn. 5:7, 20, Ap. 1:8 vuelva

272 Is. 40:8, 64:4, Mt. 6:19-21, Lc. 9:23-25, Ro. 8:16-18, 1 Co. 2:9, 2 P. 3:10, Ap. 8:7-12, 11:6, 16:3-4, 8-10, 18-21, 18:8-19, Cap. 21 vuelva

273 Job 1:8-22, 2:3-10, 42:10-17 vuelva

274 Job 42:10, Jn. 15:16, 1 Jn. 3:22, 5:14-15 vuelva

275 Job 4:8-9, 10:14-21, 18:5, 11-15, Sal. 2:1-5, 9, 11-12, 9:5, Pr. 1:24-33, 19:16, Is. 65:12-15 vuelva

276 Mt. 25:41-46, Ap. 14:9-11, 20:12-15 277 2 Co. 5:17-21, Ef. 3:16-19, Col. 1:27-29, 2 Ti. 1:14 vuelva

277 2 Co. 5:17-21, Ef. 3:16-19, Col. 1:27-29, 2 Ti. 1:14 vuelva

278 Ro. 13:12-14, 1 Co. 2:16, Gá. 3:26-29, Fil. 2:5, Col. 2:9-13, 1 P. 4:1-2 vuelva

279 Mt. 7:13-14, Lc. 9:23-26, 13:24, Fil. 3:13-16 vuelva

280 Gn. 2:9, 16, 22:8, 41:46-49, 57, Ex. 16:14-18, 17:6, Nú. 20:8,1 R. 17:1-16, Sal. 104:14-15, Mt. 6:25-34, Lc. 22:19-20, Jn. 4:14, 6:31-35, 7:37-39, Ap. 22:1-2 vuelva

281 2 P. 3:10-13 vuelva

282 Mr. 16:16, Ap. 21:8 vuelva

283 1 Co. 2:9, Ef. 5:8, Ap. 21:23-27, 22:5 vuelva

284 1 Co. 15:50-54, Ap. 21:4-5 vuelva

285 1 Co. 6:9-10, 10:14, Gá. 5:19-21, Ef. 5:3-5, 1 Jn. 5:21, Ap. 2:20-23, 21:8, 22:14-15 vuelva

286 Mt. 3:12, 25:31-46, Lc. 3:17, 16:25-26, Tit. 2:14, 1 P. 2:9-10, Ap. 7:13-17, Cap. 21 vuelva

287 Mt. 10:19-20, Lc. 9:23, Jn. 4:23-24, 5:21, 6:53-57, 63, 17:20-23, Ro. 1:9, 1 Co. 3:16-17, 6:19, 8:6, Gá. 2:20, 3:28, 5:24-25, Ap. 3:20 vuelva

288 Lc. 10:19, Hch. 4:12, 16:31, Ro. 3:24-26, 5:9-11, 8:1-2, 10:9-13, 1 Co. 1:30, 15:22-28, 2 Co. 5:17-19, Ef. 2:5-10, 18-22, 1 Ti. 2:3-6 vuelva

289 Jn. 10:9, 14:6, Hch. 4:12, Ro. 5:10-11, 2 Co. 5:18-20, Ef. 2:13-18, 1 Ti. 2:5, He. 8:6, 9:14-15, 12:22-24 vuelva

290 Jn. 10:2, Hch. 14:27, Ap. 3:20 vuelva

291 Ez. 36:27, Jn. 15:1-11, 16:7-14, 2 Co. 5:17-21, Ef. 2:16-22, 2 Ti. 1:14 vuelva

292 Lc. 12:11-12, Jn. 15:5, 2 Co. 6:16-18, Gá. 2:20 vuelva

293 Is. 8:13-14, Ro. 9:33, 1 P. 2:6-8 vuelva

294 Mt. 13:3-9, 18-23, Ro. 9:32-33, 2 Co. 11:3, 2 Ti. 4:10, 1 P. 2:6-8 vuelva

295 Job 21:12-15, Sal. 49:6-20, Pr. 14:12, Mt. 10:37-39, Mr. 4:18-19, Lc. 18:28-30, Ro. Cap. 8, 1 Co. 7:31, Gá.5:16-17, 24, 6:8, Fil. 3:18-19, Col. 3:2, 5-17, 23-25, Stg. 4:4, 1 Jn. 2:15-17 vuelva

296 Sal. 50:3-4, Dn. 7:9-10, 2 Ts. 1:7-8, 2 Ti. 2:4, 2 P. 3:3-7, 10-12, Ap. 6:15-17 vuelva

297 Ez. 47:2-9, Jn. 4:14, 24, 6:53-58, 7:37-39, 1 Co. 11:23-26, 12:13, Ap. 22:1-2 vuelva

298 1 Co. 2:9, Ap. 7:13-17, 21:1-4 vuelva

299 1 Co. 2:9, Ap. 7:9, 13-17, 21:1-5, 9-11, 18-19, 21-27, 22:1-5 vuelva

300 Mt. 6:20, 1 P. 1:4, 2 P. 3:13, Ap. 21:3-7, 22-26, 22:14-15 vuelva

301 1 Ts. 4:17, He. 11:10, 16, Ap. 2:7, 3:21, 7:9, 13-17, 21:1-5, 9-11, 18-19, 21-27, 22:1-5 vuelva

302 Ap. 7:13-17, 14:1-5, 21:1-7 vuelva

303 2 Co. 5:1, 1 Ts. 4:17, 1 Jn. 2:25, Ap. 7:9-17, 21:1-7, 22-25, 22:3-4 vuelva

304 1 S. 2:3, 16:7, 2 S. 7:20,1 R. 8:39, 1 Cr. 28:9, 29:17, 2 Cr. 16:9, Job 23:10, 24:1, 23 vuelva

305 Mt. 24:13, Ro. 2:7, 1 Ti. 6:12, Ap. 2:10 vuelva

306 Mt. 7:21, Cap. 25, 2 Ti. 4:6-8, Ap. 12:10-11 vuelva

307 Mt. 16:26-27, Lc. 12:16-20, 2 P. 3:10-12 vuelva

308 Dt. 32:22, Sal. 9:17, Pr. 5:3-5, 15:11, 27:20, Is. 5:12-14, Am. 9:10, Hch. 5:1-10, Ro. 1:18-32, Ap. 21:8 vuelva

309 Mt. 8:12, Lc. 16:19-31, Ap. 14:9-11, 21:8 vuelva

310 Ap. 7:13-17, 21:1-7, 10-27 vuelva

311 Jn. 1:1, 6:31-35, Ap. 19:13 vuelva

312 Dt. 8:4, 29:5, Neh. 9:21 vuelva

313 Mt. 6:20-21, 19:21, Lc. 12:33-34, Jn. 3:15, Ro. 2:7, 6:23, 2 Co. 5:1 vuelva

314 Gn. 2:25, 3:7, 2 Cr. 6:41, Job 29:14, Sal. 93:1, 104:1, 132:9, Is. 59:17, 61:10, Mt. 22:11-14, 25:31-46, Lc. 15:22, Ro. 13:14, 2 Co. 5:1-4, Gá. 3:11, 24, 27, Ef. 4:24, 6:10-17, Fil. 3:9, 1 P. 5:5, Ap. 3:5, 18, 7:9, 19:8, 14 vuelva

315 Dt. 6:3, 27:3, Jos. 23:5, 24:13, Neh. 9:23-25, Ro. 8:14-17, Gá. 3:29, 4:4-7, Ef. 1:10-12, Col. 1:12-13, 3:24 vuelva

316 Hch. 2:38-41, 47, Ef. 2:19-22, He. 12:22-24 vuelva

317 Jn. 14:17, 23, Ef. 1:3-11, 17-23, 2:4-10, 21 vuelva

318 Ex. 15:13, 2 S. 22:29, Sal. 5:8, 23:2-3, 25:5, 27:11, 31:3, Is. 40:11, 48:17, 58:11, Jn. 10:3-5, 9, 14-16, 27, 16:13 vuelva

319 Sal. 23, Lc. 12:11-12, Jn. 6:63, 10:3-5, 9, 27-28, 16:13-15 vuelva

320 Jn. 3:3-8, 1 Co. 3:16-17, 6:19 vuelva

321 Hch. 2:42-43, 16:5 vuelva

322 Dn. 2:40-45, 7:17-18, 23-27, Mr. 16:20, 2 Ti. 4:2 vuelva

323 1 P. 2:4-6 vuelva

324 Mt. 13:3-9, Lc. 8:5-8 vuelva

325 2 Cr. 2:6, 6:18, Jer. 23:24, Jn. 10:30 vuelva

326 Jn. 14:10-21, 23, 26, 1 Co. 8:6, Gá. 2:20, 3:28, Ef. 4:4, Col. 3:15 vuelva

327 Mt. 4:23-25, Cap. 8, 15:30-39, 17:14-18, 26:47-59, Mr. 5:21-43, Lc. 5:17-30, 6:17-19, 9:11-17, 12:1, 19:1-11, Jn. 2:13-16, 4:7-54, 12:12-15, 18:28-40, Cap. 19, 20:30-31, 21:25, Hch. 9:1-20, 1 Co. 15:3-12, Ap. 1:1-8, 10-20, El Espejo, por Tony Alamo vuelva

328 Gn. Caps. 1-2, Jn. 1:3, 10, 1 Co. 8:6, Ef. 3:9, Col. 1:16-17, He. 1:2, 10, Ap. 3:14 vuelva

329 Ef. 5:25-27 vuelva

330 Gn. 2:7, 21-23, Mt. 26:41, Ro. 8:1-13 vuelva

331 Mr. 12:30, Lc. 9:23, Ro. 8:5-8, 1 Co. 15:31, Gá. 3:27, Col. 3:12-17 vuelva

332 Gn. 2:16-17, 3:3, Dt. 30:15, 19-20, Mt. 19:17, Mr. 16:16, Ap. 19:20-21, 20:10, 15, 21:8, 22:14-15 vuelva

333 Jn. 10:1, 7-8, 14:6 vuelva

334 Jn. 3:14-16, 5:24-26, 40, 6:32-35, 40-41, 48-58, 63, 10:10, 14:6 vuelva

335 Sal. 36:8-9, Is. 12:2-3, Jn. 4:4-14, 7:37-39, 11:25-26, Ro. 13:14, 2 Co. 5:1 vuelva

336 Mt. 12:31-32, Mr. 3:29, Gá. 1:7-9, 2 P. 2:1-2, Ap. 22:18-19 vuelva

337 2 R. 17:13, Jer. 36:1-2, Zac. 7:12, Mt. 5:17-19, Hch. 28:25, 1 Co. 14:37, Ef. 6:17, 1 Ts. 2:13, 2 Ti. 3:16-17, He. 1:1-2, 3:7-8, 1 P. 1:11-12, 2 P. 1:21, 1 Jn. 1:1-5, Ap. 1:1-2, 11, 19, 2:7, 22:6-8, 18-19 vuelva

338 Jn. 5:24, Stg. 1:18-19, 21-25, 1 P. 1:23-25 vuelva

339 Mt. 5:17-19, Gá. 1:6-10, Ap. 22:18-20 vuelva

340 Mt. 7:21-23, 26-27, 2 Ti. 3:7, Stg. 1:23-25 vuelva

341 Gn. 2:25, 2 Cr. 6:41, Job 29:14, Sal. 93:1, 104:1, 132:9, Is. 59:17, 61:10, Mt. 22:11-14, 25:31-46, Lc. 15:22, Ro. 13:14, 1 Co. 1:30, 2 Co. 5:1-4, Gá. 3:11, 24, 27, Ef. 4:24, 6:10-17, Fil. 3:9, 1 P. 5:5, Ap. 7:9, 19:8, 14 vuelva

342 Gn. 3:6-7, 2 Cr. 6:41, Sal. 93:1, 104:1, 132:9, 16, Mt. 22:11-14, 25:31-46, Lc. 15:22, Ro. 13:14, 2 Co. 5:1-4, Gá. 3:11, 24, 27, Ef. 4:24, 6:10-17, Fil. 3:9, 1 P. 5:5, Ap. 3:5, 18, 7:9, 19:6-9 vuelva

343 Mt. 10:37-39, 16:24-26, 19:21, 27-29, 22:36-40, Lc. 5:11, 9:23, 14:26-27, Jn. 12:26,14:23, Tit. 2:12, 1 Jn. 2:15 vuelva

344 Ef. 3:16-21, Fil. 2:12-13, Col. 1:27-29, 2 Ti. 1:14, 1 Jn. 3:6, 24, 5:12 vuelva

345 Jn. 3:14-18, Hch. 20:28, 1 Co. 6:19-20, 1 Jn. 4:9-10 vuelva

346 Mt. 13:44-46, 16:24-26, 19:21, Lc. 5:11, 27-28, Jn. 12:24-26, 1 Co. 6:20 vuelva

347 Mt. 13:44-46, Mr. 8:34-37, 10:21, Lc. 9:23, Fil. 3:7-9 vuelva

348 Mt. 6:19-21, 25, 13:44, Mr. 10:21, 1 Jn. 2:15-17 vuelva

349 Mt. 13:44-46, 16:24-26, 22:36-40, Mr. 8:34-37, 10:21, Jn. 12:24-26, Hch. 20:22-24, Fil. 3:7-9 vuelva

350 Mt. 13:44-46, 16:24-27, 19:21, Mr. 10:28-30, Lc. 9:23-25, Jn. 12:25, Ro. 6:2-13, 8:10-11, Gá. 2:20, Fil. 3:7-11, Col. 3:1-4 vuelva

351 Mt. 6:24, 13:44-46, 16:24-26, 19:21, Lc. 18:28-30, Jn. 12:24-26, 1 Co. 9:26-27, Gá. 2:20, Ef. 4:27, Fil. 3:7-9, Col. 3:5-17, 23-25, 1 Ts. 5:22, 2 Ti. 2:4, 4:7-8, Tit. 2:12, Stg. 4:7-10, 1 P. 4:1-2, 1 Jn. 2:15-17, Ap. 12:11 vuelva

352 Gn. 4:7, Dt. 11:26-28, 30:15-20, Jos. 24:15, Pr. 1:24-32, 5:1-14, Mt. 6:24 vuelva

353 Lc. 17:20-21, He. 8:10, 10:16 vuelva

354 Lc. 9:23-25, Jn. 3:5-6, 14:6, Fil. 3:14 vuelva

355 Ro. 6:4-13, 8:1, 13, Gá. 5:16-17, 24, Fil. 3:7-9, Col. 3:5, Tit. 2:12 vuelva

356 Hch. 5:1-10 vuelva

357 Lc. 9:23, Jn. 12:25, Ro. 6:6-13, 13:14, Gá. 2:20, 5:16, 6:14-15, Col. 3:5-11, 2 Ti. 1:8-10, Ap. 12:11 vuelva

358 Ecl. 12:13, Mt. 21:28-32, 25:1-13, Jn. 14:15-17, 21, 23-24, 31, 15:8-14, 21:15-17, 1 Jn. 2:5, 5:1-5, 2 Jn. 6 vuelva

359 Jn. 14:12, 1 Co. 15:10, Gá. 2:20, Fil. 2:12-13, Ap. 3:20 vuelva

360 Mt. 16:24-26, Lc. 9:22-25, 14:26-27, Jn. 12:24-26, Ro. 6:1-3, Gá. 2:20, 5:16-17, 24-25, Col. 3:1-17, Tit. 2:12, Stg. 4:5-10, 13-15 vuelva

361 Dt. 5:32-33, 11:32, Ecl. 12:13, Lc. 9:23, Ro. 8:13, Gá. 5:16-17, 24 vuelva

362 Dn. 7:13-14, Mt. 24:14, He. 8:4-5, 9:23-24, 11:12-16, Ap. 3:12, 20:11-15, 21:1-2, 5, 22-27, 22:1-5 vuelva

363 1 Ti. 1:16 vuelva

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Notas de la Oración:

1. Sal 51:5, Ro. 3:10-12, 23 vuelva

2. Mt. 26:63-64, 27:54, Lc. 1:30-33, Jn. 9:35-37, Ro. 1:3-4 vuelva

3. Hch. 4:12, 20:28, Ro. 3:25, 1 Jn. 1:7, Ap. 5:9 vuelva

4. Sal. 16:9-10, Mt. 28:5-7, Mr. 16:9, Jn. 2:19, 21, 10:17-18, 11:25, Hch. 2:24, 3:15, Ro. 8:11, 1 Co. 15:3-6 vuelva

5. Lc. 22:69, Hch. 2:25-36, He. 10:12-13 vuelva

6. Ro. 8:11, 1 Co. 3:16, Ap. 3:20 vuelva

7. Ef. 2:13-22, He. 9:22, 13:12, 20-21, 1 Jn. 1:7, Ap. 1:5, 7:14 Ef. 2:13-22, He. 9:22, 13:12, 20-21, 1 Jn. 1:7, Ap. 1:5, 7:14 vuelva

8. Mt. 26:28, Hch. 2:21, 4:12, Ef. 1:7, Col. 1:14 vuelva

9. Ro. 10:13, Stg. 4:2-3 vuelva

10. He. 11:6 vuelva

11. Jn. 8:11, 1 Co. 15:10, Ap. 7:14, 22:14 vuelva

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