ESO ES DE LO QUE SE TRATA

Distribuido por los Ministerios Cristianos de Tony Alamo

Mientras en Chicago, uno de nuestros equipos de testificar visitó un hogar de ancianos. Viendo que la mayoría de ancianos no reciben muchas visitas ni regalos, siempre los visitamos, llevándoles regalos; y ellos saben apreciar todo lo que se les da. Les podemos testificar acerca de la Palabra de Dios, de la salvación, de la bondad de Dios y acerca de lo que les espera si aceptan a Jesús como su Salvador personal o no.

Nos convertimos en reyes y sacerdotes cuando nacimos de nuevo del Espíritu.1 Así de veras somos el Reino de los Cielos, la plenitud del cuerpo de Cristo con Cristo como nuestra cabeza.2 Como reyes del Reino, podemos tomar poder y dominio contra nuestro enemigo, el diablo. Tenemos fe que una de las provisiones de la república del Reino de los Cielos es salud. Nos encanta orar por los ancianos y por cualquiera que esté enfermo, afligido con debilidades, enfermedades y dolencias, puesto que sabemos que ya han sido sanados. Cristo pagó un precio muy horrible por este don, y no permitiremos que Satanás nos haga dudar que por las llagas de Jesús ya fuimos sanados (Is. 53:5, 1 P. 2:24). Cristo lo proveyó por nosotros y lo único que tenemos que hacer es recibirlo, aceptarlo. Por fe somos salvos, y por fe somos sanados.3

Mientras caminábamos por el corredor, dándole vistazos a las diferentes habitaciones para ver si alguno de nuestros prójimos ancianos estaba despierto para poder testificarle, salió una voz frágil de uno de los cuartos. Era la voz de una señora pidiendo que entráramos y la visitáramos. Era una señora encantadora y su nombre era Bessie Haskell. Preguntó, “Varones, ¿son Cristianos?” Contestamos, “Si.” Bessie nos contó que ella había tenido una experiencia muy sobrenatural con el Señor Jesús. Dijo que le había prometido al Señor contarle a todo el mundo de qué se trata Jesús. Contó que ella antes pensaba saber de qué se trataba Jesús, pero al seguir leyendo verán que aún después de atender iglesias durante su vida, ella no tenía ninguna idea de qué se trataba Jesús. Yo, Tony Alamo, decidí que sería buena idea que su importante testimonio fuera escuchado antes de que muriera. Esto es lo que me contó Bessie:

Nací en Rensselaer, Indiana, en una granja con otros nueve niños. Era la tercera del más joven. Pesaba sólo dos libras y tres cuartas cuando entré a esta tierra, y siempre fui muy pequeña y enfermiza. Cuando crecí lo suficiente para ir a la iglesia, me uní a la escuela dominical que mi tía enseñaba.

Un día, mi tía me dijo, “Bessie, tú nunca has sido bautizada, y no podrás ser miembro de esta iglesia a menos que vayas al altar y le digas a todos que quieres unirte a la iglesia y ser bautizada.” Añadió, “Sí quieres unirte a la iglesia, ¿verdad?” Contesté, “Sí quiero.” Después de pocas semanas bajamos al arroyo donde fui sumergida y levantada del agua. Esto me dio mucha felicidad porque ahora era parte de la iglesia.

A los diecisiete años de edad fui a Chicago para vivir con mi tía. Mientras en Chicago, rara vez fui a la iglesia. Tenía un trabajo cuidándole el bebé a una familia. La madre del bebé estaba muy enferma. Siendo católica la familia, creían que todos deberían ir a la iglesia los domingos. Viendo que había pasado tanto tiempo desde que había atendido una iglesia, decidí mejor unirme a esta iglesia. Bueno, para unirme a esta iglesia tendría que ser bautizada otra vez, así que lo fui.

Luego, conocí a mi marido, y a través de varios años tuvimos dos hijos. Tenía una casa y niños, y todo estaba perfecto excepto que con los niños tan joven, otra vez no podía ir a la iglesia. Luego nos mudamos a otro barrio. Mi hermana mayor murió, así que adopté su hija de cuatro años de edad para criarla. Durante ese tiempo, mi papá me trajo tres niños más. Me dijo que se estaban muriendo de hambre. El papá era un borracho que los había abandonado, así que los adopté. Ahora tenía seis niños que alimentar, y muchas veces no me bastaba comida para mí misma y me acostaba con hambre. Me encontré más y más enferma. Por fin fui al médico y me enteré que tenía ictericia.

Me llegó un recado que le habían amputado una pierna a mi tío, y que no tenía mucho tiempo para vivir; pero él quería hablar con todos los hijos de mi madre para llevarlos a Cristo. Después que mis hermanos y hermanas lo visitaron, llegó mi turno. Él me rogó que aceptara a Cristo como mi Salvador personal. Le dije que lo haría, pero no esa noche.

Él me tomó la mano y dijo, “Bessie, me estoy muriendo, pero quiero verte salva antes de morir.” Me fui esa noche sin aceptar a Cristo.

Llegué a mi casa muy inquieta porque la ictericia estaba empeorando. Estaba bien enferma pero nunca se me ocurrió aceptar a Cristo como mi Salvador. Sólo seguía empeorando. Cuando vino el médico, me dijo, “Bessie, tienes que ir al hospital.” Le dije que no podría hasta después del entierro de mi tío Jorge. Me sentí tan enferma durante el entierro que pensaba que me iba a morir. Al pasar el ataúd de mi tío parecía que me señalaba con el dedo, diciendo, “Bessie, estás perdida.” Le contesté, “Lo sé, tío Jorge, pero ahora estás muerto y no sé que hacer.”

En camino a mi casa del entierro, tuve convulsiones, así que fui directamente al hospital en condición crítica. Me atendieron y me prepararon para cirugía. Perdía y recobraba el conocimiento, y oía a los médicos diciendo que de esa noche no pasaría. Y allí estaba, pensando, “...y no soy salva; he sido bautizada dos veces pero no soy salva.” Al despertar, le dije al médico, “De su propia boca oí que voy a morir. Me quiero ir a la casa.” Así que buscaron una ambulancia, me llevaron a mi casa y me colocaron en el comedor donde había espacio para armar la camilla y trabajar.

Caía en unas comas no muy fuertes. Cuando uno cae en una coma, uno puede oír parte del tiempo si no ha caído en una coma muy fuerte; pero por fin, entras y no regresas. Y así me pasó a mí. Caí en la oscuridad de la noche. No sé cómo saben que uno todavía está vivo; uno cuelga entre la vida y la muerte.
Creo que fue el sexto día que fui sacada de mi cuerpo. Mi espíritu fue separado de mi cuerpo, y vi a Bessie Haskell acostada en la cama. El Espíritu me tomó por el brazo derecho y atravesamos el rincón del cuarto. Tan pronto salimos de la casa nos hundimos en el abismo de la tierra y terminamos en una cueva gigantesca y horrorosa. Ahora, cuando digo que era una cueva gigantesca y horrorosa, lo digo en serio. Contenía miles y miles de personas. Allí no se toma ni un paso – no hay pasos. La gravedad me bajaba.

Entre más rápido bajábamos, más gritaba, “¡Dios mío, nunca he querido venir a este lugar! Toda mi vida he pasado diciendo, ‘Cuando muera quiero ir al Cielo,’ así que ¿Cómo terminé aquí? ¿Qué he hecho para merecer estar en este lugar tan horrible?” A medio camino el Espíritu me dejó parar y mirar, y ante mí, a mi lado izquierdo había un lago de fuego, un lago gigantesco que ardía con fuego y azufre. Era tan enorme que se parecía al Lago Michigan, y la gente pasaba por él. Solo pasaban y se podían oír gritos espantosos. Entonces miré a ver adónde me iban a poner. Y le dije al Señor, “Señor, desde niña decía que quería ir al Cielo cuando muriera. Padre, si alguien se ha matado trabajando, soy yo. Tengo esos cuatro niños, dos propios y ni siquiera suficiente comida para alimentarlos. He pasado hambre una y otra vez para que nadie pueda decir que no hice todo lo que pude para criar esos niños. Padre, los llevaba a la iglesia cuando podía. Y Padre, no hay manera de que hubiera podido hacer más de lo que he hecho. Me hice miembro de dos diferentes iglesias, fui bautizada dos veces; con todo eso, aquí estoy donde nunca quise venir, y ¿cómo saldré de aquí?”

Fue entonces que el Señor me dejó mirar hacia arriba y ver los Cielos, y ¡vaya, qué belleza! Dije, “¿Cómo se llega allá?” Jesús me contestó, “Hay un gran abismo fijo que nadie jamás pasará menos los que han nacido de nuevo por el Espíritu de Dios y son lavados en Mí sangre.” Dije, “Pero ¡ya es demasiado tarde, es demasiado tarde! ¡Dios mío, no me dejes aquí en este lugar tan horrible! Señor, ¡muéstrame qué hacer! Tú sabes Padre que yo hice todo lo que pude, pero aquí estoy.”

Jesús entonces me mostró una cruz enorme, la cual cargaba hasta llegar a la cima de Gólgota. Hundida fue la cruz en la tierra y allí lo clavaron. Había también los otros dos, y estaban casi muertos. Pero Él fue a quien vi. Cuando clavaron Sus manos, traspasaron Su costada y derramó Su sangre, Jesús subió la vista, me miró a los ojos y dijo, “Bessie, eso es de lo que se trata todo. Por eso morí.”

Me miró con tanta compasión, y clamé, “Dios mío, ¡Nadie nunca me dijo nada! Padre, ¡nadie jamás me dijo nada! Así he pasado desde pequeña sin que a nadie le importara. ¿Sabían decirme y fallaron? Él dijo, “Sí, pero muchos no lo entienden.” Dije, “Y ¿qué de mi marido y mis dos hijos que quedan en nuestro hogar? Padre, ¿quién se encargará de esas preciosas almas?

“Padre, Padre, déjame regresar, déjame regresar. Mientras viva seré Tu testigo. Te prometo, te doy mi palabra que le testificaré a cada alma. Te serviré, Padre. Te adoraré, Señor. Criaré a estos niños en el temor del Señor. Mi pobre marido no lo sabe, muy poca gente lo sabe. Pero mi tío Jorge sí lo sabía, aunque ninguno de nosotros lo sabíamos. Mi papá en la granja no lo sabe; mi pobre madre no lo sabe. Pero ¡ay Dios mío, ahora yo lo sé!”

Te digo, mi corazón rebosaba con felicidad; mi gozo había comenzado. Conocía el camino al Cielo, y se lo iba a decir a los médicos, a los que venden comida, pólizas de seguro, y a cualquier otro que viniera a mi puerta–a las almas que pudiera. “Padre, testificaré de Tu amor y Tu poder.” Jesús me contestó, “Bessie, te dejaré volver por tu promesa. Te dejaré volver.” Entonces me tomó por el brazo derecho, así como había hecho la primera vez, me tocó por detrás de los codos y me devolvió de la misma manera que me había llevado.

Me vi entrar por el comedor donde había unas ocho a diez personas. Mi hermana, Ida, estaba sentada a la cabecera de mi cama donde se encontraba ese cuerpo tan helado. Pero mi espíritu entró poco a poco en mi cuerpo. Recuerdo que comencé a subir por mis pies hasta llegar a mi cabeza. Me decían, “Estás tan fría, estás tan fría, estás tan fría.” Dije, “Sí, pero no por mucho tiempo, porque tengo un corazón cálido. He estado con Jesús.” Preguntaron, “¿Dónde has estado?” Dije, “En el abismo del Infierno, pero jamás regresaré. He encontrado a Cristo. He encontrado a Dios. Encontré al Dios de tío Jorge y le serviré.” Y eso es exactamente lo que hice.

No pude dormir por las próximas seis noches. Seguía recordándome de la visión y de lo que había visto, y pensaba, ‘Iré a la gente. No saben.’ Miraba a otro, y tampoco sabían. Miraba a otro y de nuevo, no sabían. Es que no sabían. Pensaba ‘¿Cómo voy a llevárselo a la gente, para que sepan que Dios tiene un lugar preparado para los Suyos?’ Yo lo vi, lo vi con mis propios ojos. Sabes, regresé y le dije a mi familia, pero no querían escucharme. Cuando le digo a mucha gente hoy, no quieren oírlo. No lo entienden porque no se predica. Tienes que nacer de nuevo. Y amigo, te voy a decir algo, no hay ninguna otra manera que podrás llegar al Cielo a menos que confieses que eres pecador, y aceptes al Señor Jesucristo como tu sacrificio para el pecado; y puedes hacerlo ahora mismo. No hay ninguna garantía de que vivirás cinco minutos más; así que por favor di esta oración para que puedas nacer de nuevo ahora mismo:

Oración

Mi Señor y mi Dios, ten misericordia de mi alma pecadora.1 Yo creo que Jesucristo es el Hijo del Dios Viviente.2 Creo que Él murió en la cruz y derramó Su preciosa sangre por el perdón de todos mis pecados. 3 Creo que Dios resucitó a Jesús de entre los muertos por el poder del Espíritu Santo4 y que Él está sentado a la mano derecha de Dios en este momento, escuchando mi confesión de pecado y esta oración. 5 Abro la puerta de mi corazón, y Te invito en mi corazón Señor Jesús. 6 Lava todos mis pecados sucios en la preciosa sangre que Tú derramaste por mí en la cruz del Calvario. 7 Tú no me rechazarás, Señor Jesús; Tú perdonarás mis pecados y salvarás mi alma. Lo sé porque Tu Palabra, así lo dice. 8 Tu Palabra dice que Tú no rechazarás a nadie, y eso me incluye a mí.9 Por eso, sé que me has escuchado, sé que me has contestado, y sé que soy salvo.Por eso, sé que me has escuchado, sé que me has contestado, y sé que soy salvo.10 Y Te doy gracias, Señor Jesús, por salvar mi alma, y Te mostraré mi agradecimiento haciendo como Tú mandas y no pecar más. 11

Usted acaba de completar el primer paso en una serie de cinco pasos que se requieren para recibir la salvación. Su segundo paso es negarse a sí mismo y aceptar la cruz cada día con el propósito de mortificarse, es decir, para darle muerte a su propia voluntad, a su ser autosuficiente, y al mundo con todos sus deseos. Todos estos tienen que ser bautizados en la muerte de Cristo. El tercer paso es su resurrección de la vida satánica de Adán a la vida libre de pecados de Cristo. El cuarto paso es su ascensión a una posición de autoridad para reinar por Dios en la tierra, y el quinto paso es reinar por Dios en la tierra hasta el fin con el propósito de traer el reino del Cielo a la tierra. Usted tiene que aprender la Palabra de Dios, luego someterse y hacer lo que la Palabra dice, para que la Iglesia y el mundo puedan ver pruebas de su sumisión a la Palabra de Dios, Su orden, y Su autoridad en usted y por usted.
Alabado sea el Señor. Que Dios lo recompense abundantemente.

Pastor Mundial Tony Alamo


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© Propiedad literaria 1984, 2007, Todo derecho reservado Pastor Mundial Tony Alamo ® Registrado 1984, 2007


Notas del "ESO ES DE LO QUE SE TRATA":

1 Ap. 1:6, 5:10 vuelva

2 Ef. 1:19-23, 2:12-22 vuelva

3 Mt. 9:22, Mr. 5:34, 16:16, Lc. 17:19, Hch. 14:9-10 vuelva

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Notas de la Oración:

1. Sal 51:5, Ro. 3:10-12, 23 vuelva

2. Mt. 26:63-64, 27:54, Lc. 1:30-33, Jn. 9:35-37, Ro. 1:3-4 vuelva

3. Hch. 4:12, 20:28, Ro. 3:25, 1 Jn. 1:7, Ap. 5:9 vuelva

4. Sal. 16:9-10, Mt. 28:5-7, Mr. 16:9, Jn. 2:19, 21, 10:17-18, 11:25, Hch. 2:24, 3:15, Ro. 8:11, 1 Co. 15:3-6 vuelva

5. Lc. 22:69, Hch. 2:25-36, He. 10:12-13 vuelva

6. Ro. 8:11, 1 Co. 3:16, Ap. 3:20 vuelva

7. Ef. 2:13-22, He. 9:22, 13:12, 20-21, 1 Jn. 1:7, Ap. 1:5, 7:14 Ef. 2:13-22, He. 9:22, 13:12, 20-21, 1 Jn. 1:7, Ap. 1:5, 7:14 vuelva

8. Mt. 26:28, Hch. 2:21, 4:12, Ef. 1:7, Col. 1:14 vuelva

9. Ro. 10:13, Stg. 4:2-3 vuelva

10. He. 11:6 vuelva

11. Jn. 8:11, 1 Co. 15:10, Ap. 7:14, 22:14 vuelva

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